Queja en Pontevedra: «Mi madre de 83 años lleva más de dos meses en una cama sin rehabilitación»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ángeles, Míchel y Marina con Ramona, en su pequeño estudio de Pontevedra
Ángeles, Míchel y Marina con Ramona, en su pequeño estudio de Pontevedra RAMON LEIRO

Marina y Ángeles cuidan de Ramona, que sufrió dos infartos cerebrales, con la ayuda de Míchel, su «ángel»

23 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En un pequeño estudio de la calle Médico Ballina de Lérez, en Pontevedra, vive Ramona Rodríguez Gómez. Esta mujer natural de Vilanova de 83 años residía sola y era prácticamente independiente hasta que su vida y la de su familia —su hija Marina y su nieta Ángeles— se puso patas arriba el pasado verano. Entre el 9 de junio y el 11 de agosto tuvo tres ingresos hospitalarios en el CHOP tras un ictus, primero, y un segundo infarto cerebral, después.

Cuenta Marina que del primer ictus Ramona se recuperó bastante, pero que en el segundo ingreso le dieron el alta «sin encontrarse bien». Era el 19 de julio. «Un día después volvimos, entró hablando en el hospital y salió sin habla y sin movilidad en el brazo y la pierna derecha. El 11 de agosto nos dieron el alta y la mandaron para casa. Nos dijeron que se iba a recuperar mejor en su entorno, pero sin unas mínimas pautas», relata la hija de Ramona. Marina, cartera de profesión, tuvo que pedir una excedencia para cuidar de su madre. Dejó su vivienda de Marín y al igual que su hija Ángeles, que está ahora mismo en el paro, se fueron a vivir con Ramona a ese pequeño estudio haciendo malabares.

Quieren que su caso se conozca porque consideran que la actuación del CHOP no fue correcta. Desde que le dieron el alta, Ramona está pendiente de recibir rehabilitación en el hospital. «Te vas para casa y es como si te dijeran ‘búscate la vida’. Nos gustaría que reconocieran que lo han hecho mal porque se han podido ocasionar daños físicos y psicológicos. Mi madre apenas habla, pero tiene todo el sentido».

Mientras bucea entre informes de su progenitora, Marina comenta que se vieron tan desesperadas que a través de un anuncio en internet encontraron a una persona dispuesta a echarles una mano con Ramona. Míchel Martínez, su «ángel», acude al piso cada dos días para ayudar a mover a Ramona y a pasarla de la cama articulada que tuvieron que comprar a la silla de ruedas. Lo hace por altruismo, no conocía de nada a estas tres mujeres. «Mi abuela tuvo alzhéimer y cáncer de colon y sé lo que es cuidar de una persona dependiente. Me gusta la gente mayor. Yo vengo y me voy, pero las que tienen que enfrentarse a esto las 24 horas son ellas dos», subraya.

Míchel no es un rehabilitador ni tiene ningún título. Ha visto cómo se trabaja y pregunta. Insiste en que Ramona tendría que haber recibido rehabilitación desde que tuvo el alta. Han pasado más de dos meses y muchas llamadas al hospital. El 14 de octubre presentaron una reclamación en Atención al Paciente. Ramona y Míchel se entienden. Dice Marina que han conectado. El empeño de Míchel es que esta octogenaria vuelva a andar. «Algo recuperó. Hay diferencia de la primera vez que vine a hoy. Son pequeños avances, pero lo que necesita es rehabilitación específica y profesional», remacha.

«Nos da fuerzas a nosotras»

Tras un biombo que separa el salón cocina de la cama está Ramona. Marina afirma que su madre es una mujer alegre y optimista que «nos da fuerzas a nosotras». Aunque tiene todo el sentido, cuesta entenderla. Las noches son complicadas porque se atraganta y hay que estar muy pendientes. Marina y Ángeles, que duerme en un colchón que ponen en el suelo porque no hay más espacio para una tercera cama, llevan muchas jornadas sin un sueño reparador. Se les nota en la mirada, a pesar de las mascarillas que tapan sus caras.

«Yo estoy divorciada y ahora mismo vivimos de la paga de mi madre y tirando de ahorros porque tuve que dejar de trabajar para cuidarla. A sus 83 años lleva más de dos meses tirada en una cama a la espera de rehabilitación y sin un control. No somos capaces de comprender por qué, creemos que puede haber una actuación negligente por parte de la Administración sanitaria. No se puede actuar así porque sea mayor», recalca Marina. La hija de Ramona sostiene que la vida «es una guerra». Esta batalla la afrontan abuela, hija y nieta con la ayuda de Míchel. Es un parche fruto de la solidaridad. No tendría que ser así y es lo que reclaman desnudando su intimidad.

El CHOP alude a un «despiste» del servicio de neurología 

El tiempo pasa y desde el alta de Ramona Rodríguez Gómez han transcurrido casi dos meses y medio. ¿Qué dice el Complexo Hospitalario Universitario de Pontevedra (CHOP) tras la queja de esta familia? Un portavoz trasladó, a preguntas de La Voz, la respuesta del servicio de rehabilitación el pasado viernes. «Esta paciente la vimos recientemente porque neurología se olvidó de remitirla al alta. Si no nos mandan interconsulta, nosotros no podemos darle cita», exponen desde este servicio hospitalario. Añaden que «pusieron reclamación recientemente y ya fue vista en consulta y programado rehabilitación». Hacen hincapié desde este servicio en que detrás de este caso «no hay un problema de lista de espera». Lo achacan a «un despiste del servicio de neurología, que no la mandaron. La pobre señora estuvo esperando a que la llamaran sin éxito, hasta interpuso reclamación».

Dos citas sin pasar a buscarla

La explicación dada por el Sergas a través del hospital pontevedrés no convence a la familia, que insiste en que hasta el viernes no habían recibido ninguna llamada del centro fijando una fecha para iniciar las sesiones de Ramona. A mayores, Marina Betanzos Rodríguez, hija de Ramona, asegura que su madre no pudo acudir a dos citas que tenía programadas porque la ambulancia no vino a buscarla cuando estaba preparada. Una fue el 30 de agosto en neurofisiología, y otra el 6 de septiembre en rehabilitación.