Las tejedoras que enseñan a calcetar a medio mundo desde Pontevedra

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Mónica y Loli, con la revista que se edita con los modelos y patrones que ellas hacen desde Pontevedra.
Mónica y Loli, con la revista que se edita con los modelos y patrones que ellas hacen desde Pontevedra. LEGRET

Loli y  Mónica elaboran los modelos y patrones para una revista de una marca de lanas que se distribuye en numerosos países

23 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La pontevedresa Teresa Tobío, que ahora peina los 96 años, tenía solo siete primaveras cuando la sentaron a tejer. Le dieron unas viejas ballestas de un paraguas para que utilizase como agujas y ella solita se buscó la vida para que de allí saliese una prenda ponible. Que no estaban los tiempos para perder la lana. En ese momento, esa niña estaba poniendo la semilla de un arte y un negocio que heredaron su hija Loli y su nieta Mónica. Ellas dos son ahora el alma y el corazón de una tienda que fundó la abuela y que todavía sostiene su nombre en el cartel: se llama Lanas Teresa Tobío y está ubicada en las galerías de la Oliva. Es un negocio con una historia de revista. Y no. No se trata de ninguna frase hecha. Ahí, en ese pequeñito espacio escondido en el número diez de esta emblemática zona comercial de la ciudad, se cocina una publicación que se distribuye en papel en numerosos países.

Pero no vayamos tan rápido. Teresa Tobío, la abuela de la que hablábamos, fundó la tienda de lanas junto a su hija Loli hace casi cuarenta años en el mismo local en el que ahora está. Fue una parienta suya las que las animó a montarla porque «sabía que se nos daba muy bien tejer». Comenzaron entonces a vender lanas y se especializaron en tejer jubones, peleles, capotas, patucos y todas esas prendas delicadas de lana que incluye la canastilla de «un bebé de los de siempre». Con sus manos y dos agujas como gran arma, amén de muchas horas de esfuerzo, empezaron a vestir a muchos recién nacidos. En los primeros años, recuerda Loli, les pedían «muchísimos lazos y puntillas». La moda fue cambiando, se fue simplificando. Y ellas también avanzaron.

Justo cuando la abuela Teresa decidó jubilarse, Loli le propuso a su hija Mónica que se sumase al negocio, hace ya 23 años. Ella era una chiquilla que acababa de cursar estudios de administración y turismo. Pero decidió barrer para casa: «Me dije que había que probar cómo iba lo de la tienda. Mi abuela me había enseñado a tejer de pequeña, y la verdad es que muy pronto me adapté a esto y me encantó», explica. 

«Se lo dije casi en broma»

Hace seis años, en una conversación con un responsable de la empresa que le servía el género, Lanas Katia, Mónica le contó algo que le rondaba por la cabeza: «Le conté que había mucha gente que nos preguntaba cómo se hacían nuestros modelos, que la gente quería aprender a tejer jubones o peleles. Y le dije que igual un día podían hacer una revista explicando todos los pasos, porque las que había en el mercado a veces eran difíciles de interpretar... se lo dije casi en broma. Pero para él no fue tanto». Mónica se quedó perpleja cuando desde Lanas Katia le dijeron que sí, que iban adelante con su propuesta, y que ella y su madre iban a elaborar los modelos para una revista, que se vende bajo la marca Lanas Stop, que se distribuiría en distintos países —se edita en castellano y francés— y que tenían que incluir también las explicaciones de cómo hacer cada prenda. Como las dos hormiguitas tejedoras que son, se pusieron a confeccionar los 58 modelos —que en realidad son muchos más porque cada uno incluye capota, jersey y patucos— para la primera publicación, que salió a la luz en el 2016 y que triunfó tanto en las tiendas especializadas en lanas como en quioscos y otros puntos de distribución. La revista se saca al mercado cada dos años, así que tienen ya tres números en la calle —con alguno colaboró una tienda de Vigo llamadas Mundo Lanas, que también confeccionó modelos—.

Loli y Mónica sonríen con cierta incredulidad cuando piensan en que personas que tejen en México o Francia siguen las pautas que ellas incluyen en la revista y tratan de hacer los modelos que salieron de sus manos: «Es algo un poco difícil de creer. Nos dicen desde la empresa de lanas que nos encarga los modelos que en Francia tiene muchísimo tirón la publicación. Nosotros, aquí en la tienda, del primer número vendimos unas mil revistas», cuentan. Tiran de humildad, pero reconocen que los modelos tienen muchas horas de trabajo detrás. Mónica mira hacia un pelele de lana que está a la venta por 65 euros y dice: «Eso no son máquinas, eso son quince días de trabajo con dos agujas echándole muchas horas y muchísima dedicación. Por eso duele cuando te preguntan el precio y te dicen que es una barbaridad... son prendas hechas a mano, modelos exclusivos, porque no vas a encontrar otro igual, porque nunca sale uno idéntico a otro. Es una artesanía que está condenada a desaparecer porque no es rentable».

 Huyendo del Instagram

Mónica reconoce que tienen una cantidad de trabajo considerable. De hecho, ahora mismo las encargas de prendas que están recibiendo ya no las podrán entregar hasta diciembre. Ese es el motivo de que apenas se dejen ver en las redes sociales: «Nos da miedo porque luego no podemos atender tantos pedidos», dicen. ¿Por qué no contratar a más tejedoras? Dicen que reciben alguna ayuda puntual, pero que a una trabajadora no le compensa dedicarse a hacer estas prendas: «Tuvimos a gente y acabó yéndose a limpiar casas porque con el precio al que se venden estas prendas y las horas que cada una tiene detrás no le sacas nada», indican.

Dicen que tejer está de moda... pero no como negocio sino como afición o terapia. Cuentan que algunos clientes les piden lanas para ponerse a calcetar porque es lo que les recomendó su psicólogo. A ellas también les cura. Por eso Loli peina los 72 y no se jubila.