«La vida es muy parecida para todos, pero no como respondemos ante ella»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

Dice que «enfadarse es una opción» y que somos nuestros peores críticos

17 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Emilio Duró (Lérida, 1960) suele decir que cuando uno es plenamente consciente de que cualquier día se puede morir, cuando se asume e interioriza que no son tantos los días, meses y años por delante —aunque todavía sea joven—, entonces pierde el miedo a vivir. Duró, licenciado en Ciencias Económicas y con una extensísima trayectoria como empresario, asesor de empresas puntera o profesor, es un divulgador mundial de la vida en positivo. Sus mensajes suman miles de reproducciones en las redes sociales, donde se le corona como gurú del optimismo. Con la sonrisa que nunca se quita puesta, esta semana estuvo en Pontevedra para participar en el congreso Atlantic Meet, un foro para hablar de relaciones humanas, de economía y, sobre todo y ante todo, de personas.

—¿Cómo logra ir sonriendo por la vida, exige entrenamiento o sale de forma natural?

—Entiendo que la vida depende de la manera que la queramos ver. Hay tantas realidades como personas que las observan. A modo de ejemplo, en un mismo trabajo puede haber gente feliz o infeliz. Hace años que entendí que existe lo malo, pero decidí fijarme en lo bueno. La vida es muy parecida para todos, pero no la forma en la que respondemos ante ella. Enfadarse es una opción.

—Uno de nuestros motivos de enfado vital o frustración suele ser compararnos con el de al lado; con el que tiene mejor coche, trabajo o vida...

—Todos tenemos la predisposición a compararnos, a hablarnos en negativo, a juzgarnos, a ver lo malo y no lo bueno. Tendemos a ser amables con los extraños y maleducados con la gente que queremos... somos nuestros peores críticos. Y si nos comparamos con los demás siempre hay gente mejor y peor.

—¿Con qué ingredientes podemos cocinar una vida feliz o, al menos, evitar la infelicidad?

—El ser humano está programado para sobrevivir menos de cuarenta o cincuenta años y acordarse de lo que es malo o peligroso para salvar la vida. Los mayores causantes de la infelicidad son el miedo y el ego. Viviendo casi cien años el objetivo no puede ser sobrevivir o poner años a la vida. Tenemos que aprender a vivir y poner vida a los años. La felicidad sería una buena salud y una mala memoria. Por eso los niños son felices, por no tener aún experiencias negativas que les marquen. Y un consejo, no juzgues y no serás juzgado.

—Habla de niños felices, que a veces se transforman en adultos infelices. ¿Cómo puede una madre o un padre fomentar que tengan una actitud positiva?

—Aprendemos por amor y por imitación. Nuestro carácter lo formamos desde muy pequeños. Es importante impartir conocimientos, pero es básico fomentar una actitud positiva ante la vida. Todos hemos comprobado que la mayoría de los fracasos en la vida suelen ser por causas emocionales y no únicamente racionales. Se nos ha entrenado para resolver problemas técnicos, pero no sabemos cómo convivir con situaciones emocionales que nos desconciertan. Sabemos que nuestro rendimiento tiene una relación directa con nuestro estado de ánimo y, viviendo tantos años, podemos afirmar que gran parte de nuestros logros dependen de nuestra actitud y forma de afrontar la vida. Por eso tenemos que entrenar a los niños en enfocar el presente y no el pasado. La gente optimista rinde mucho más que la gente pesimista y vive más.

—¿Y si el optimismo viene de serie... cómo se evita?

—Nuestro pasado cavernícola nos hace sentir miedo, y con miedo no se puede lograr todo nuestro potencial. Millones de años de evolución han conformado nuestra estructura craneal en tres cerebros diferenciados: reptiliano, cuya principal misión es mantener los procesos biológicos de la vida; límbico que rige nuestras emociones, y racional, donde residen los conocimientos. Esto hace que en el futuro tengamos el reto de llenar de contenido nuestra vida buscando el equilibrio entre los tres cuadrantes: físico, emocional e intelectual. Pero necesitamos desarrollar el cuadrante espiritual para darle sentido a nuestra existencia. Todos vamos a morir, pero tenemos que conseguir que nuestra vida haya valido la pena. Cuando solo tenemos metas materiales, cuando matamos el sentido de trascendencia, matamos la esperanza.