Mariscar compartiendo anillos

Marcos Gago Otero
marcos gago PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

Montse, de Barcelona, faena con su marido gallego en Pontevedra y Arousa

04 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El marisqueo a flote, en las pequeñas embarcaciones que surcan la ría de Pontevedra, es, muchas veces, cosa de familia. Normalmente padre e hijo, o tío y sobrino. Ya no es tan común marido y mujer, pero infrecuente no quiere decir inexistente.

Uno de estos matrimonios que se ven todos los días que toca trabajo con ropa de aguas y subidos a un bote —el marisqueo se regula con un plan de explotación que limita los días operativos de cada mes— lo conforman Montse Burón y Juan Méndez.

Él es vicepatrón de la cofradía de San Telmo de Pontevedra. Su vida ha estado vinculada al mar desde su juventud. Cosa distinta es el caso de su mujer, natural de Barcelona y relaciones públicas de profesión, que ahora trabaja codo con codo con su marido. Es una de las pocas mujeres que se suben a un barco para mariscar en la ría pontevedresa —es mucho más fácil ver a un hombre mariscando a pie que una mujer en un bote del sector de a flote—. Ella asegura que nunca se sintió discriminada, aunque admite que el trabajo es duro.

Juan explica que el mar no le es ajeno. «Eu empecei a traballar co meu pai hai 18 anos, deixeino e botei case vinte anos traballando fora de Galicia é volvín», relata. Su mujer «traballaba en terra, nunha oficina», pero las circunstancias de la vida cambiaron y Montse acabó ayudando a su esposo en las faenas del mar.

Desde entonces, cuando toca el fitoplancton permite trabajar, porque el marisqueo en la ría de Pontevedra está muy vinculado a las mareas rojas, se suben a su embarcación, de nombre Rocío, y como el resto de la flota buscan la forma de ganarse la vida. Montse comenta que fue su marido quien tuvo la idea de que le ayudase en el barco.

«Cuando llegamos aquí montamos un despacho de pan dos años y después lo dejamos», señala. Un día Juan le propuso ser tripulante del Rocío y ella aceptó. No es que le apasione, pero se va acostumbrando.

Pendientes de la marea roja

Su marido tiene los permisos para que su embarcación pueda trabajar al marisqueo a flote en la ría de Pontevedra, tarea que compagina con la pesquería del camarón en la de Arousa. Viven en Vilaxoán y Montse incide en que le gusta más ir al camarón porque está más cerca de casa, pero eso no es siempre posible. La operativa de trabajo entre el camarón y la almeja es distinta y ella confiesa que «se me hace más ameno el trabajo» cuando está en aguas arousanas.

¿Qué le gusta más de su actual actividad laboral? «Que no tengas jefes, que estás al aire libre, que trabajas para ti, lo que es bueno del trabajo es que no está tan sujeto a horarios», al menos no tan estrictos como los de una empresa o una oficina, porque a la lonja hay que llegar siempre. Cuando están en Pontevedra llevan su producto a Campelo.

¿Y qué le gusta menos? «Que acabo reventada, porque es un trabajo muy fatigoso», apunta. El tiempo de Galicia en invierno, entre lluvias y nieblas, con mucha humedad, tampoco es un incentivo. Y sin embargo, hay que trabajar y los capachos se van llenando.

Cuando se hicieron las fotos que ilustran este reportaje, Montse y Juan estaban en la ría de Pontevedra, a escasos metros del muelle de atraque de la isla de Tambo, en Poio. A su lado, se desperdigaban sobre el agua, entre veinte y treinta embarcaciones más. Casi todas tripuladas por hombres. Montse asegura que nunca se sintió rechazada por ser mujer, ni tampoco escuchó ningún mal comentario. Apunta también que cada uno va a los suyo, en su bote, ocupándose de lo que le corresponde.

Juan manejaba ese día el fondo arenoso próximo a la isla, mientras que ella esperaba a que lo izase para ir escogiendo los bivalvos que cumplen con la talla y la especie del cupo del día. Aquellos que no lo hacen vuelven al mar. Solo tres días después de esa foto, la marea roja cerró el marisqueo a flote en Pontevedra. Nadie sabe cuándo podrán volver a trabajar. Es el sino de una profesión que encuentra en el mar su riqueza y también su veto.