Del guerrero Lores a la reina Isabel que viene de competir en un campeonato de España: así es la Feira Franca en Pontevedra

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

La ciudad, que está a reventar, vuelve esta sábado al medievo con la emoción de ver disfrutando juntos del pasado a festeiros de 80 años largos y niños nacidos en la pandemia

03 sep 2022 . Actualizado a las 18:40 h.

 ¡Hay Feira Franca en Pontevedra! Nunca con tanta emoción se había pronunciado ese grito de guerra, esas maravillosas cinco palabras, que desde el año 2000 suena en miles de gargantas cuando la ciudad, el primer fin de semana de septiembre, regresa al medievo para vivir su su gran romería urbana. Pues sí. Después de que el covid nos lo robara prácticamente todo, después de tanta tristeza y pobreza sembrada por la pandemia, hoy se vuelve a gritar en Pontevedra que sí, que por fin hay Feira Franca, en una jornada en el que un sol de justicia se ha invitado solo a la fiesta antes de que, previsiblemente, comience de madrugada un buen aguacero. 

Complicado escribir a mitad de este sábado una crónica que dé idea de la fiesta que hoy vive la ciudad del Lérez. Porque lo mejor, como casi siempre, está por llegar. Seguramente será sobre las ocho de la tarde cuando resulte imposible meter un alfiler en el centro histórico y la vuelta al pasado sea ya en toda regla, tras toda una jornada calentando motores para ese viaje al medievo aderezado con festa rachada. 

Pero vayamos contando lo ya vivido. Que es mucho. Desde primera hora, los trenes escupen en Pontevedra guerreros medievales, campesinas con diademas de flores, algunos que otros reyes y señores nobles. Todos van hacia la zona de A Ferrería, uno de los puntos calientes de la feria, donde los artesanos dan vida a un mercado medieval. Entre ellos está este año Dionisio Aboal, un lutier pontevedrés que peina los 77 años. Dioniso encarna bien la emoción con la que este año se vive la fiesta. Él fue de los primeros artesanos en apostar por la Feira Franca. Lo recuerda bien: «Foi cando entrou o alcalde Lores, el foi o que fixo todo isto», cuenta. Pero tras unos años acudiendo se cansó. Y abandonó el puesto. En cambio, este año volvió: «¿E como non ía vir despois da pandemia? Agora hai que celebrar todo», dice mientras trabaja en la construcción de un instrumento llamado trócola, que va colocando junto a unos pandeiros de madera. 

Las 12.00 horas son un momento importante.Vuelve la recreación del traslado de vino. Llegan los arrieros con su comitiva de barriles, animales, caballeros y albarderos. Este año, solo un buey tira del carro que trae el vino a Pontevedra, como cuando en el medievo venían con zumo de uva desde las tierras de O Ribeiro. El animal se llama Habano. Y, en los años de la pandemia en los que la Feira Franca no se celebró, perdió al compañero que siempre le ayudaba en estas lides, el buey Gallardo, ya fallecido. De Habano tira Sito, vecino de Vigo y uno de los participantes en la recreación. 

El desfile de dragones, cabezudos y caballeros que acompaña a la recreación del vino incluye también un paseo de reyes y reinas. Y ahí está la reina Isabel, que no es de Castilla sino de Vigo, que peina canas y que lleva muletas desde niña... pero viene de nadar un campeonato de España en las islas Canarias. También van Rosa y Feliciano, un matrimonio de 79 y 75 años respectivamente que también son reyes medievales. Y logran hacer todo el desfile cogidos de la mano y dando visibilidad a sus alhajas.

Hasta ahí, el programa oficial de la mañana. Pero la Feira Franca, nacida para recrear el privilegio concedido por el rey Enrique IV en el año 1467 a la ciudad para celebrar un mercado libre de impuestos, es mucho más que un programa. Que se lo digan a Rafael Córdoba. De él no hablan los papeles. Sin embargo, su irreverencia, el hecho de que año tras año se coloque una descomunal joroba y se traslade a la Edad Media convertido en mendigo (habría que darle un tirón de orejas por afear su atuendo con mascotas de plástico) le ha convertido en todo un icono de la fiesta. Hasta el apuntador busca hacerse la foto con él. «Niña, ponte rápido en la foto que se nos va el jorobado», gritaba una abuela de Madrid a su nieta en plena plaza de A Ferrería para que la cría posase con el singular Rafa Córdoba, maestro de profesión y alma de las fiestas por devoción. 

Se puede decir sin duda alguna que Rafa Córdoba compite en retratos con otro icono de la fiesta, el alcalde Lores. Vestido de negro, convertido en guerrero, Lores y su equipo se dejaron caer al mediodía por la Praza da Estrela. Iba emocionado el regidor, que se hacía una foto por minuto, sobre todo con forasteros deseosos de llevarse un retrato «con el que hizo esta fiesta». Dijo que se notaba que la ciudad tenía ganas de reencontrarse con su gran romería y que, por fin, se volvía a sentir «a gran escenificación da ocupación do espazo público que é esta festa». Y lanzaba un aviso a navegantes: con las fotos puede perfectamente, pero igual lo que no puede es probar todos los brebajes a los que le vayan invitando mesa tras mesa cuando visite a quienes copen la ciudad con sus comidas familiares si quiere llegar al final sano y salvo. «De corazón brindo con todos», señalaba con ojos de emoción mientras, una vez más, se retrataba con los vecinos. 

Y llega la hora de comer. Aprieta el hambre y comienza otro de los momentos capitales de la romería, cuando las familias toman las empedradas callejuelas del casco histórico con sus comidas y se hace realidad eso de que la vía pública en Pontevedra, los 365 días del año, pero sobre todo hoy, es de la gente. ¡Hay Feira Franca... y tanto que hay!