Justo Hernández Escolar, ganadero: «La feria de A Peregrina mantiene viva la llama de la tauromaquia en Galicia»

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

El Juli y el ganadero Justo Hernández Escolar dan la vuelta al ruedo hace cuatro años en La Maestranza
El Juli y el ganadero Justo Hernández Escolar dan la vuelta al ruedo hace cuatro años en La Maestranza CEDIDA

Tras dos años de pandemia, el regreso de las ferias supuso reconocer que «es lo único que sabes hacer y para lo que vives»

08 ago 2022 . Actualizado a las 09:56 h.

Su nombre no aparece tan grande como el de los matadores en los carteles, pero sin su presencia la feria taurina no existiría. Los toros de Garcigrande serán uno de los protagonista de la primera corrida de A Peregrina, una feria que se presenta, en palabras de su ganadero Justo Hernández Escolar, «con mucha ilusión por parte de todo el mundo, tanto por los actuantes, empresarios, ganaderos, toreros, evidentemente, como por la afición. Es la que mantiene viva la llama de la tauromaquia en Galicia. Creo que hay mucha expectación entre los aficionados».

—Cuando se habla de las ferias taurinas, ¿quizás las ganaderías quedan como en un segundo plano frente a los carteles de los matadores?

—Los grandes ídolos son los toreros, no cabe duda. Un torero es una persona que se juega la vida y no nos podemos comparar nunca con él. En este mundo sin tantos valores que una persona dé sentido al toro bravo a través de estar dispuesto a morir en algunos momentos simboliza un mundo divino, ideal, que va más allá de lo lógico. El ganadero, sin embargo, es una persona normal que tiene un trabajo muy difícil que hacer, porque es difícil ser ganadero de élite. La ganadería da muchos problemas, pero todo es racional y lo otro va más allá de todo eso. Es lógico que los ídolos sean los toreros.

—En Pontevedra comparte cartel con Manzanares, Tomás Rufo y El Juli. Tengo entendido que este último es de los matadores que más éxitos ha cosechado con su ganadería en plazas como la Maestranza de Sevilla.

—Sí, la verdad es que Garcigrande ha tenido la suerte de que, durante muchos años, los mejores toreros la maten. Y, evidentemente, El Juli está entre los más grandes de la historia y para nosotros es una satisfacción que en los momentos importantes de cada temporada nos escoja como la ganadería que quiere llevar a cada evento importante, el de Pontevedra lo es. Es una satisfacción enorme que nos haya escogido.

—Los toros regresan a la ciudad del Lérez tras dos años de ausencia por el covid, ¿qué supuso este período de tiempo para un ganadero como usted?

—Lo que para todos, para la sociedad en general. Creo que los ciudadanos españoles hemos pasado ese miedo, esa incertidumbre, cada uno en su trabajo, en su forma de vida, que nos ha cambiado la vida. Ese miedo también lo hemos tenido los ganaderos sin saber que iba a ser de nosotros, de nuestra ganadería y de nuestra vida. Eso a mí me creaba mucho miedo y mucha incertidumbre.

—Entrevistando hace unos días al Juli destacaba la responsabilidad del sector, de empresarios, toreros y ganaderos, a la hora de afrontar las restricciones. ¿Lo comparte?

—Sí. Cuando empezó la pandemia no sabíamos cómo iba a acabar, ni si iba a continuar. Los ganaderos decidimos seguir manteniendo las ganaderías como si fuera a haber ferias porque, de hecho, no sabíamos entonces si las iba a haber ese año. Cuando se confirmó, fue una ruina absoluta porque el tratamiento que le hicimos a la ganadería fue el mismo que si no hubiera pandemia. Evidentemente, lo lógico o lo más justo hubiera sido eliminar aquello que no iba a servir para la lidia, pero decidimos por si acaso se abría la temporada taurina, cosa que no sucedió, estar preparados para ello. Eso no se prepara de un día para otro, sino que requiere de todo un año. Costó muchísimo dinero, lo pasamos muy mal económicamente, al borde de la ruina e, incluso, fue la ruina para muchos de nosotros, pero era lo que tocaba. Había que tirar para adelante, no podíamos hacerlo de otra manera.

—¿Cómo fue el momento en el que, por fin, pudo ver a sus toros sobre la arena de un coso?

—Fue una emoción, se te ponen los pelos de punta y te das cuenta de que vivías para eso. Fue el reconocimiento personal de por qué vives y para qué vives. Me di cuenta y me dije: «Ahora sí que estoy donde quiero estar». Estuve perdido durante dos años o año y medio, y, de repente, te encuentras, te das cuenta de que es lo único que sabes hacer y para lo que vives. Esa sensación la tuve ese día.

—¿Y se atreve a hacer una predicción sobre lo que ocurrirá la tarde del 13 de agosto?

—Es imposible. La grandeza de este espectáculo de las corridas de toros es precisamente esta, que puede pasar cualquier cosa.