Porque tú lo vales

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

PONTEVEDRA CIUDAD

BASILIO BELLO

12 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La mitología antigua, tanto griega como romana, cuenta el mito de Narciso, un apuesto joven hijo la ninfa Liríope, quien preguntó a un vidente cuál sería el futuro del chaval, a lo que el augur le respondió que sería feliz y viviría hasta una edad avanzada siempre y cuando no se conociera a sí mismo. Todo fue a pedir de la profecía hasta que un día, cazando por el bosque, Narciso se acercó a un riachuelo a beber y vio su imagen reflejada en el agua. Se enamoró perdidamente de sí mismo. Enloquecido por no poder conseguir el objeto de su deseo terminó con su vida, creciendo en el lugar de su muerte la flor del narciso.

Este mito ha sido muy fecundo tanto para la filosofía como para la psiquiatría y psicología que han otorgado un estatus de categoría diagnóstica a las personalidades que presentan rasgos que remiten a una sobrevaloración de sí mismas (megalomanía) y un desprecio hacia los demás expresado en su dificultad de empatía. El filósofo Byung Chul Han en un ensayo esclarecedor, La agonía del Eros, habla de una deriva de la sociedad actual hacia un narcisismo basado en el vacío: «La hipercomunicación solo establece contactos pero destruye relaciones. Elimina la distancia, pero al mismo tiempo destruye la cercanía y la amistad».

El mundo está lleno de narcisos y narcisas que se enamoran de su imagen reflejada en los selfis con filtro que propagan por la red. Pasquines mudos de si mismos que no buscan otra recompensa más que la difusión de su imagen sin esperar más caricias que un like. Cuanto más bellos, más llenos de si mismos y más vacíos de los demás. Este narcisismo tiene su expresión en el bum de la cirugía estética y toda la industria desarrollada en torno a la búsqueda de una imagen ideal de la que poder enamorarse (importando menos que enamoren al otro).

El narcisista es un sujeto individual que se basta a sí mismo en todas las facetas del vivir, incluido el erotismo, de ahí el vacío que señala Byung. Hace unos días leía la noticia de una vecina de Pontevedra que había celebrado una boda casándose consigo misma. Lo llaman «sologamia» y ya ha generado empresas especializadas en preparar las ceremonias, con kit de anillos, arras, traje de novios y flores incluidas. May Serrano, una odontóloga americana creó tendencia hace veinte años con su libro Me caso conmigo misma, Recetario para quererse siempre, y parece que va teniendo adeptos. Un detalle más de la deriva narcisista de esta sociedad hiperconectada y cada vez más solitaria y vacía.

«Porque tú lo vales...», comentaba con sorna un lector de la noticia.