Negocios de Pontevedra con tanta historia como futuro

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ramón Leiro

Confiterías Landín, el Café América, Savoy o Carabela encontraron relevo en la ciudad

02 abr 2024 . Actualizado a las 12:50 h.

Cuando Fernando Landín tomó la decisión de cerrar su confitería en Frei Juan Navarrete no tenía quien cogiese el relevo. Hace dos meses, cuando cumplió 65 años, marcó en rojo el 15 de mayo. Ese día es mañana. Después de 51 años haciendo cruasanes echará un cierre y con él se irán buena parte de sus empleados. La nostalgia que siente desde que tomó la decisión ha crecido en los últimos días, pero al mismo tiempo tiene ilusión. Y es que ha encontrado quien coja el relevo. La llamada de Alfredo Pedreira, de Pastelería Melosa, en Vincios (Gondomar,) y su hija Aldara tomarán el testigo de un lugar emblemático en Pontevedra. «Estoy contento de que alguien pueda seguir, además me ha dicho que quieren continuar en la misma línea. Lo leyó en la prensa y me llamó para interesarse», explica este pastelero. El próximo día 1 de junio abrirá con el mismo nombre y el mismo producto. «Seguiremos totalmente la línea de Landín, cuando se roza la excelencia no se puede superar», apunta Pedreira, que en los últimos días ha conocido de primera mano el trabajo del obrador de Xeve.

La Confitería Landín no es la único que encontró relevo en Pontevedra. Otros negocios con historia tienen futuro en manos ajenas a las de sus fundadores. Uno de los últimos fue el café América. Hace un año que Teresa Fernández y su marido José Amoedo cerraron un negocio que llevaba 27 años abierto en la calle Riestra. Tampoco tenían relevo. Sus hijos tienen otras profesiones y con la edad de jubilación cumplida se vieron en la obligación de cerrar. «Yo tampoco quería que ellos siguiesen aquí porque es muy sacrificado», puntualiza Teresa, que todavía añora las charlas con los clientes. «Lo echamos mucho de menos, pero teníamos que vivir otras experiencias», comenta esta hostelera retirada. Tras unos meses cerrado llegó una nueva vida para esta esquina de la calle Riestra con Marquesa. El viejo café América renació como el Dulce de Leche Alameda. Le hubiese gustado que llevase la coletilla de América, pero se conforma con ver que les va bien. Valeria Giráldez y su madre Lourdes Rodríguez pusieron en marcha el cuarto Dulce de Leche de la ciudad para dar continuidad a un café histórico. «Ahora nos da tiempo a tantas cosas que antes no podías hacer. Somos dueños de nuestro tiempo», explica Teresa Fernández.

A partir de mañana también Fernando Landín será dueño de sus días. Aparcará los madrugones y olvidará la masa, pero reconoce que a partir del 1 de junio irá a la confitería a tomarse un café con cruasán. «Por un lado estoy muy contento porque voy a descansar, podré viajar e ir a ver a mi nieta a Asturias, pero por otro, me duele. Llevo 51 años haciendo pasteles», comenta Fernando desde el obrador que tienen en Xeve. Este domingo dejará atrás una vida de oficio y de madrugones. Quizás, sea uno de los cambios más grandes que tenga en esta nueva etapa que está a punto de comenzar. «Estamos empezando a recoger todo, ya no se hará tanta variedad como días atrás, a ver como se va vendiendo», comenta Landín, que quiere acabar con el material que tiene en el obrador.

La sensación que estos días tiene Alfonso Pedreira, que cogerá las riendas del Landín, también las vivieron quienes se hicieron con otros locales históricos de la ciudad como el Savoy y el Carabela. Nacieron como negocios de hostelería y décadas después siguen en el mismo sector. El centenario local de A Ferrería resurgió en el 2020 después de dos décadas de aperturas y cierres. Desde que abrió sus puertas por primera vez el año que empezaba la Guerra Civil hasta hoy ha tenido mil y una vidas, la última es la que le dio Pablo Liste y Ana Cano. Reinventaron esta histórica cafetería manteniendo el nombre y dedicándolo igualmente a la hostelería. A pocos metros se conserva el Carabela. El emblemático café cerró hace más de un año y está ahora en nuevas manos. Seguirá dedicado a la hostelería y es probable que conserve el nombre que lo hizo famoso en toda la ciudad. Los propietarios del local añoran esas tapas de calamares que sirvieron durante años. Saben que difícilmente volverán, pero están felices de que vuelva a renacer. Hace un mes que los dueños sacaron sus enseres del Carabela para que sus nuevos inquilinos puedan darle una segunda vida a un local testigo de la historia de Pontevedra. Y ahora del futuro.