A pesar de que su vida deje de discurrir ya entre hilos, Josefa advierte de que seguirá cosiendo y aprendiendo otras técnicas a las que hasta ahora no le ha podido dedicar tanto tiempo. Esos conocimientos que ella atesora y que durante cuatro décadas supo transmitir a sus clientas es lo que más echará de menos. «Enseñaba a coser a máquina y eso crea un vínculo porque siguen viniendo a comprar otros accesorios», reconoce. A muy pocas horas de cerrar para siempre su tienda de Pontevedra, todavía tiene máquinas de coser esperando por sus dueños, varias bobinas de hilo y accesorios que seguirán unos días en sus estanterías. «Algunas cosas las estoy regalando porque no me las puedo llevar para mi trastero», dice Josefa, mientras mira hacia la puerta y recuerda que tiene que avisar a una amiga. «A ver si alguien quiere la planta, lleva toda la vida aquí conmigo, pero es muy grande y no me cabe en casa», dice mientras sigue empaquetando su vida.