Singer pierde a su alma pontevedresa tras 38 años «cosiendo la vida»

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

Josefa González se jubila hoy y deja huérfano el servicio de máquinas de coser en la ciudad

30 mar 2022 . Actualizado a las 13:33 h.

Josefa González lleva 38 años «cosiendo la vida», como ella misma dice. Este miércoles es su último día. Singer pierde su referente en la ciudad después de casi cuatro décadas vendiendo y arreglando máquinas de coser. Ella apura hoy los últimos encargos después de una mañana colgada del teléfono para despedirse de cientos de clientas que no querían perder la oportunidad de desearle una feliz jubilación y comprar las últimas piezas antes de que baje la verja para siempre. Y, ¿cómo está ella? «Tengo una sensación muy rara, estoy tranquila porque me jubilo, pero voy a echar  esto mucho de menos», comenta Josefa González. No le faltan planes después de una vida entre máquinas de coser. Adelantará la hora del gimnasio, seguirá yendo a caminar, es una amante de la historia que ahora piensa en la Universidad de mayores y hasta aprender inglés. «Al menos saber cuatro palabras, que tengo a mis hijos fuera», señala González, mientras no deja de saludar a los vecinos de la calle Virxe do Camiño, que no quieren perder la oportunidad de desearle una «buena vida». 

Pero Josefa siente nostalgia. No es para menos. Lleva desde los 18 años recién cumplidos vinculada a Singer, salvo un paso puntual y breve por otra empresa. «Fue empleada de Singer durante siete u ocho años y con la crisis de los ochenta, cuando despidieron a mucha gente, nos ofrecieron quedarnos con las tiendas y yo cogí esta», recuerda hacia una empresa de la que habla con cariño. De eso han pasado cuatro décadas de alegrías y alguna mala racha. Ella se queda con lo positivo, pero tiene una espinita clavada. «Me gustaría que alguien quisiese coger el relevo del negocio para no dejar desatendidas a sus clientas», subraya. 

En estos dos últimos años de pandemia, al revés que a la mayoría de sectores, le fue bien. El furor por aprender a coser desbordó la compra de máquinas y con ello, la demanda de piezas y arreglos. «Mucha gente se hizo con máquinas que compró por internet o en grandes cadenas y no venían aquí. No vives de vender hilos, lo que te ayuda son las reparaciones, si alguien coge el relevo necesita un técnico. Aquí le damos una segunda vida a todas las máquinas», explica Josefa, que en estos últimos días está remitiendo a sus clientes a la tienda de Singer que queda en Vigo. 

A pesar de que su vida deje de discurrir ya entre hilos, Josefa advierte de que seguirá cosiendo y aprendiendo otras técnicas a las que hasta ahora no le ha podido dedicar tanto tiempo. Esos conocimientos que ella atesora y que durante cuatro décadas supo transmitir a sus clientas es lo que más echará de menos. «Enseñaba a coser a máquina y eso crea un vínculo porque siguen viniendo a comprar otros accesorios», reconoce. A muy pocas horas de cerrar para siempre su tienda de Pontevedra, todavía tiene máquinas de coser esperando por sus dueños, varias bobinas de hilo y accesorios que seguirán unos días en sus estanterías. «Algunas cosas las estoy regalando porque no me las puedo llevar para mi trastero», dice Josefa, mientras mira hacia la puerta y recuerda que tiene que avisar a una amiga. «A ver si alguien quiere la planta, lleva toda la vida aquí conmigo, pero es muy grande y no me cabe en casa», dice mientras sigue empaquetando su vida.