La librería a la que los libros llegaban en plátanos

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

El peso de la historia es grande en Cao, ubicada en el casco histórico de Pontevedra. Pero no ensombrece su su presente, que se nutre del talento de una librera que engancha a los viejos lectores y a los jóvenes «instagramers»

04 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Laura Carrasco Hermida (Pontevedra, 1979) tiene mucha suerte. Se pasa los días en un lugar donde, realmente, el mundo es mucho más bonito. Se trata de la librería Cao, el negocio familiar del que ella cogió las riendas, ubicado en la zona monumental de Pontevedra. La suya no es una suerte que llegase de la nada; fue y es trabajada. Se nutre del esfuerzo de su familia desde el año 1948, cuando su abuelo Dámaso le pidió prestado el apellido Cao a su cuñada para ponerlo en el letrero, porque el suyo, Carrasco, era muy grande para un local diminuto que se ubicaba entonces en la mismísima Peregrina.

Dámaso, fundador de la librería Cao, había llegado de Zamora hasta Pontevedra en aquellos tiempos en los que ser republicano solía pagarse con la vida. Seguramente fue el miedo el que hizo que nunca quisiese exponer sus ideas ni contarle a hijos y nietos todo lo que había pasado. De aquellos años en negro en los que aquel hombre se buscó el pan vendiendo novelas de vaqueros o libros románticos solo trascendieron algunas anécdotas. Algunas, de antología. Como la que narra su nieta Laura acerca de cómo se las apañaba el abuelo para traer a Pontevedra libros prohibidísimos por la censura, como la Antología rota de León Felipe: «Venían de Canarias y los mandaban entre las piñas de los plátanos. Eran libros que se habían salvado de la quema y algunos todavía venían algo chamuscados», explica ella.

Aún con el abuelo Dámaso al frente, en el año 1972, la librería Cao dejó la Peregrina para crecer en unos locales de la calle Sarmiento, donde todavía sigue. El negocio se diversificó y la segunda generación, los padres de Laura, se apoyaron en dos patas: la distribución y la librería. Con la facultad de Bellas Artes como referente, se especializaron en publicaciones artísticas y también en libros descatalogados. Y así entraron en los tiempos de Internet. 

Libertad absoluta

Con el siglo XXI ya avanzado, a Laura le tocó decidir. Su madre enfermó y ya no podía ocuparse de la librería. Ella vivía entonces en Londres, donde terminó su licenciatura de Turismo Internacional y donde trabajaba a galope como comercial de eventos. Le costó dejar Gran Bretaña. Pero lo hizo y volvió a Pontevedra. Cuenta una anécdota que evidencia su cambio de vida: «Al principio iba por la calle y me parecía que todo el mundo iba lentísimo. Hasta que me di cuenta de que yo era la única que iba eléctrica. Entonces, empecé a calmarme y a darme cuenta de todo el estrés con el que había vivido en Londres», cuenta. De eso han pasado ya nueve años, en los que Laura se convirtió en autónoma y librera a tiempo completo.

A sus padres les está eternamente agradecida porque, aún estando ahí como pozo de sabiduría al que recurrir, le dejaron libertad total para actuar. ¿Qué hizo ella? Por una parte, se mantuvo totalmente fiel a la tradición: todos los libros que entran en Cao se seleccionan a mano. No lo manda una editorial por capricho, no son los más vendidos... se escoge ejemplar por ejemplar. Por eso cuando llega un cliente y pide «un monstruo de cuatro patas», como señala Laura entre risas, ella sabe perfectamente si lo tiene disponible o no.

Continúa especializada en libro artístico y descatalogado. Le gusta explicar, sobre todo, lo de la descatalogación: «Mucha gente cree que son publicaciones usadas y no es eso. Son nuevas, pero por distintos motivos las editoriales las sacan de catálogo y se pueden vender con precio libre». No tiene que explicar que se toma su oficio como un reto diario para que esto salte a la vista: «Un premio Planeta se vende solo. Aquí el cliente viene a por autores menos conocidos y tú tienes que vendérselos. Y para hacerlo necesitas saber a quién vendes, tienes que conocer las obras», cuenta Laura.

Por supuesto, no se ha leído las más de veinte mil referencias literarias que aglutina en su librería y en el almacén. Pero sí es capaz de dar pinceladas de todo su género. Porque a Laura no solo le interesa el libro, sino todo lo que hay a su alrededor. Librera romántica pero también empresaria actualizada, ha logrado que su librería sea un referente de la venta por Internet. Se apoya en su propia página web, pero también en las grandes plataformas de distribución. Y no le va mal. Le gusta que por su puerta entren clientes heredados de su abuelo y de sus padres y a su vez le encanta verle libros a adolescentes que han visto sus publicaciones en Instagram y vienen a por algún ejemplar.

A media mañana de un día cualquiera, Laura saluda por su nombre a los tres clientes que en poco tiempo entran en la librería. Al primero le encarga unos libros sobre el capitalismo y comenta con él el texto. Al segundo le entrega un paquete con una publicación artística. Y con el tercero se recrea: es un hombre muy mayor que, según cuenta Laura, tiene un piso alquilado solo para almacenar sus libros. El cliente en cuestión se pone triste porque quería un ejemplar que se ha vendido hace media hora. Laura le anima indicándole que la semana que viene tendrá otro igual. Y él insiste en si justo el jueves que viene estará ya. Laura replica: «100 % garantizado que sí». Y los ojos de alegría del hombre lo dicen todos. Ahí, queda claro que en Cao, realmente, el mundo es un poco más bonito de lo normal; por el viejo lector, pero también por la librera con oficio.