José, el pontevedrés que logró salir del pozo gracias a una guitarra donada

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

José, con su moto de repartidor, conserva la guitarra que le donaron en el año 2019
José, con su moto de repartidor, conserva la guitarra que le donaron en el año 2019 RAMON LEIRO

En el 2019 hizo un llamamiento porque su ánimo estaba por los suelos. Una acción solidaria puso entonces la semilla para que él pudiese salir a flote

03 dic 2021 . Actualizado a las 13:31 h.

Suena a escena de película. Pero sucedió en Pontevedra. Un pontevedrés llamado Carlos se enterneció con la historia que José Martínez contaba en este mismo periódico, en la que desnudaba su vida y explicaba que estaba con el ánimo por los suelos porque ya no podía tocar ningún instrumento, algo que siempre le sanaba el alma, ya que los había tenido que vender todos. Carlos le donó una guitarra a José; un instrumento que había comprado para un nieto pero que jamás llegó a usarse. Y ahí comenzó una gran historia. Han pasado casi dos años desde entonces. José, el receptor de la guitarra, mira atrás y dice: «Ese gesto cambió muchas cosas, claro que sí».

José, natural de Asturias pero afincado en Pontevedra, contaba en el año 2019 que no había tenido una vida fácil. Tal y como explicaba, pertenece a una familia desestructurada, lo que le llevó a verse solo en el mundo a una edad muy joven. Tuvo que lidiar con los peores demonios. Desembarcó en Galicia, primero en Vigo y luego en Pontevedra, y poco a poco fue calmando esas peleas con la vida que mantenía desde que era prácticamente un crío.

«No tengo una triste armónica»

La depresión, ese bicho con el que a veces no es fácil lidiar, le atemorizó en distintas ocasiones. Pero, por suerte, siempre tiró hacia adelante: «Siempre salgo, no sé cómo, pero salgo», dice. En uno de esos bajones estaba en el año 2019, cuando en las páginas de La Voz de pronunció una frase bien cruda: «La música me sanó siempre, pero ya no tengo ni una triste armónica que tocar». El citado Carlos le regaló entonces una guitarra y su ánimo, en parte por la acción solidaria y en parte por poder tocar de nuevo, comenzó a mejorar.

Componía y tocaba entonces canciones que, bajo su nombre artístico, El Chico del Pan, iba colgando en sus redes sociales, sobre todo en Facebook. Y, un día, contactaron con él: «Me vieron por las redes y me animaron a formar parte de un grupo de música. La verdad es que fue algo maravilloso». Se juntó entonces con otros artistas y formaron un grupo llamado 56 Rosas. Era el comienzo de algo que no imaginaba que le acabaría deparando tantas alegrías: «Comenzamos a ensayar, a tocar juntos y la verdad es que me dio la vida. Tuvimos y tenemos conciertos, aún a pesar del covid. Me gusta mucho estar en el grupo», explica. La satisfacción máxima fue cuando lograron sacar un disco, Prohibido sin tacones, que puede comprarse en múltiples plataformas. Él en el grupo no toca la guitarra, sino la batería, ya que retomó su vieja faceta de percusionista.

Como suele ocurrir, en cuanto comenzó a ver las cosas con un prisma más positivo, otras cuestiones de su vida también mejoraron. Hace años, él trabajó en el mundo de las orquestas. Luego, se formó en hostelería. Pero, finalmente, decidió apostar por hacerse autónomo y dedicarse al reparto de paquetes, ahora que este sector pisa fuerte por las compras por Internet. Señala que las cosas no le fueron mal: «Ahora mismo somos ya cinco repartidores, nos movemos en moto por Pontevedra, salvo uno de ellos que opta por la bicicleta. Estamos con reparto de restaurantes y también colaboramos con Glovo y Uber. La vida de autónomo no es fácil, pero de momento vamos tirando».

José abre su vida en canal con emoción, abrazando sueños futuros. Piensa en estar más tiempo con su hija, en que salgan más conciertos... Y pronostica: «Seguro que todo irá a mejor».