Willie, alcohólico rehabilitado: «Bebí vino desde niño en casa y nunca vi mi problema, pero lo tenía»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Willie, en el centro, flanqueado por las terapeutas de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Pontevedra, un colectivo que él preside desde hace cuatro años
Willie, en el centro, flanqueado por las terapeutas de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Pontevedra, un colectivo que él preside desde hace cuatro años CAPOTILLO

Una sanción por alcoholemia encendió las alarmas de este pontevedrés, que no solía perder los papeles con la bebida, pero que la consumía a diario. «Con 14 años tumbaba a la gente bebiendo», dice

16 nov 2021 . Actualizado a las 18:36 h.

Hubo un año, el 2006, en el que José Ramón Couso, Willie (Salcedo, Pontevedra, 1963), vivió un San Martiño especial. Tiene grabado como uno de los mejores días de su vida aquel 11 de noviembre en el que, sin ser todavía consciente de todo del problema que arrastraba, cruzó la puerta de la Asociación de Alcohólicos Rehabitados de Pontevedra. Ese paso, seguido de otros muchos, le cambió la vida. Han pasado quince años y Willie, que ahora dirige ese colectivo, puede decir sin titubeos que dejó atrás el alcoholismo. Lleva todo ese tiempo sin recaer, sin probar una sola gota de alcohol. Pero sigue en terapia. «El alcoholismo es una enfermedad crónica y tienes que estar pendiente de ella toda la vida, la terapia te recuerda lo que fuiste», confiesa Willie.

Su historia comienza en la parroquia pontevedresa de Salcedo. Cuenta episodios de su niñez en los que, probablemente, se reconozcan algunas personas de su generación o mayores: «En casa bebí vino desde niño, nunca creí que era alcohólico pero, con el tiempo, sí acabé siéndolo». Recuerda que, como muchos críos, era el encargado de ir a buscar vino a la bodega y que luego lo consumía con gaseosa a la comida.

Se hizo adulto, se casó, tuvo dos hijos y adquirió la profesión de marmolista —en la que lleva treinta años—. Su vida, entre los 30 y los 40 años, no era la de una persona que bebía y perdía el control: «Eso me pudo pasar en alguna boda o algo así, pero no era lo habitual. Adquirí una tolerancia enorme al alcohol, era el típico que con 14 años ya tumbaba a todo el mundo bebiendo». Lo que hacía, sobre todo, era consumir a diario una cantidad de alcohol que entonces le parecía normal —de hecho, ni siquiera se parara nunca a pensar si era excesiva o no— y que, hoy, considera que era una aberración. «Por la mañana me tomaba un chato, a media mañana una cerveza, bebía vino a la comida, a media tarde otra cerveza y, al salir de trabajar, pues tres o cuatro más. Así, día tras día».

Nunca se planteó que tenía un problema con la bebida. Hasta que un día, en un control de alcoholemia, dio 0, 70, una cantidad considerada delito. Estuvo un año sin carné, tuvo una sanción contundente... Y, sobre todo, se le grabó a fuego lo que le espetó aquel día su mujer: «Me dijo que si llegara a llevar a los niños conmigo en el coche y les hubiese pasado algo me mataba, y eso me encendió todas las alarmas. Pensé que había hecho algo tremendamente grave».

Ese aviso de la vida le llevó hasta la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Pontevedra. Se emociona al hablar de su fundador, de Manuel Suárez, y de cómo le animó a sumarse a la terapia. Al principio, como tantos otros alcohólicos, Willie no se creía que tuviese un problema. Hasta que se dio cuenta de que «el mono físico de beber en quince días está fuera.... pero de la cabeza no se te va, es tremendo».

Comenzó las sesiones con la psicóloga, con los compañeros... Tuvo que hacer un larguísimo ejercicio para conocerse a sí mismo y entender por qué se había enganchado al alcohol. Tiene muchas anécdotas. Recuerda que al principio estaba convencido de que si bebía era porque, en realidad, tenía sed: «Yo le decía a la psicóloga que el agua no me calmaba la sed. Llegué a beber unos cinco litros de agua al día y no había manera. Y yo le decía que con una cerveza lo tenía solventado, que me pasaba la sed. Lo que no se me calmaba era la ansiedad... la dependencia».

Logró su reto y se convirtió en una persona abstemia. Lleva desde aquel año 2006 sin beber. Cuando se le pregunta qué ganó dejando el alcohol, su voz se entrecorta: «¿Qué gané? Gané una vida. Gané estar con mis hijos, que ellos se acercaran a mí, gané hablar con ellos estando consciente», dice con emoción.

Ni dejó la terapia ni la dejará. Porque insiste en que la suya es una enfermedad crónica. Y no ha vuelto a beber una gota de alcohol; ni una cerveza bien fría en una terraza en verano, ni un brindis con champán en Navidad. Ni siquiera, una cerveza sin alcohol. «No, no y no. No voy a tentar al diablo, no quiero volver atrás. Me he vuelto un hombre Aquarius», dice con media sonrisa.

Nina Ferreira, psicóloga del colectivo: «Siempre hay que preguntarse si puedes o no pasar un día sin alcohol» 

Para que Willie y otras muchas personas que tienen la enfermedad del alcoholismo puedan dejarla atrás, en la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Pontevedra —que tiene su sede en la calle Reino Unido de Monte Porreiro— trabajan personas como Julia Pastor y Nina Ferreira. La primera es técnica de salud y de cuestiones relacionadas con el alcoholismo, además de profesora de arteterapia. Y la segunda es psicóloga. Ambas cuentan que, con la pandemia, tuvieron que reinventar su forma de trabajar y que están muy agradecidas a las distintas instituciones —al Concello de Pontevedra o a la Diputación— por el apoyo que le brindan al colectivo para seguir atendiendo a enfermos.

Nina Ferreira explica que muchas personas empiezan la terapia sin ser conscientes del problema de alcoholismo que tienen. Y señala: «La imagen del borracho que está en la calle es fácilmente reconocible. Pero hay muchas personas con su vida normalizada, con su trabajo, que tienen un problema con el alcohol. Siempre decimos que si todos los que sufren alcoholismo viniesen no nos llegaría todo el edificio para atenderles».

La psicóloga anima a ser sinceros con nosotros mismos y plantearnos un interrogante, aunque cueste hacerlo: «Si tú quedas todos los días después del trabajo para tomar algo y siempre bebes alcohol... bueno, vale. Pero lo que te tienes que preguntar es cómo estás si un día no puedes tomarte esa cerveza o lo que sea. Siempre hay que preguntarse si puedes o no pasar un día sin alcohol y cómo estás sin él... qué ansiedad te genera eso». Tanto Nina como Julia animan a quienes detecten que padecen alcoholismo a acercarse al colectivo. Se hace terapia dos veces por semana, también con las familias.