La historia de novela de Luis Nodar: «A mis 84 años voy a conocer a un hijo que me encontró por Facebook»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

El pontevedrés Luis Nodar, mirando la foto de Diego, que cree que es su hijo, aunque será una prueba de ADN la que lo confirme
El pontevedrés Luis Nodar, mirando la foto de Diego, que cree que es su hijo, aunque será una prueba de ADN la que lo confirme Ramón Leiro

Diego, que vive en Buenos Aires, viajará desde Argentina para encontrarse con un hombre de Pontevedra que, a falta de probarlo el ADN, cree que es su padre biológico

07 nov 2021 . Actualizado a las 11:54 h.

Luis Nodar, de Pontevedra, fue uno de tantos mayores que sufrió en soledad el confinamiento. Contó entonces para La Voz que había pasado el encierro hablando con Panchita, su gata y única compañera. Porque Luis, que en el año 1992 volvió de la emigración, era entonces un «viejo solito», ya que la mujer con la que estuvo casado falleció y luego también lo hicieron, por enfermedad, los dos hijos que tuvieron. Pero su existencia ha dado un vuelco. A los 84 años, tras superar la muerte de dos hijos y tres cánceres —del último fue operado hace poco—, la vida deparó una sorpresa de película. La narra él, con los brazos apoyados en el mantel de cuadros de la mesa de su salón y la emoción bailándole en los ojos: «Me ha encontrado un hijo mío, ¿qué te parece la cosa?», pregunta.

La historia de Luis y su nuevo hijo hay que contarla por el principio. Corrían los inicios de los años noventa. Entonces, Luis era un hombre separado y con dos hijos —luego la que fuera su mujer falleció— y vivía en Argentina. Allí, tal y como él mismo cuenta, mantuvo una relación con una mujer casada, «que la pobre tenía una vida bien dura». En 1992, cuando Luis decide volver a España dado que sus hijos ya se habían independizado y él necesitaba buscar porvenir, su amante le enseña a un crío de dos años. «Me trajo al niño, que era muy pequeñito, me dijo que era mi hijo y yo lo creí perfectamente, porque el bebé era un cuadro mío», confiesa. Señala luego que él «tenía que volver a España sí o sí» y que prometió cartearse con la madre.

No recuerda si lo hizo, aunque cree que no: «Yo anduve trabajando tanto aquí como en Francia y en otros sitios. Y en aquel momento ni había móviles como ahora ni nada y fui dejando atrás toda esa historia. No volvimos a vernos ni a hablar», explica. Pasaron los años y, con ellos, a Luis le sucedieron también cosas terribles. Primero, le llamaron desde Argentina para decirle que su hijo —el que tuvo con la que fue su mujer— había fallecido por un cáncer cerebral. Y, luego, justo cuando él estaba también en el hospital tras haberle extirpado un tumor, le avisaron de que su hija, que desde joven sufría cáncer, también había fallecido tras una recaída.

Así que Luis se hizo a la idea de que se había quedado solo en el mundo. Él y su gata Panchita. Hasta hace unos meses, que por Facebook —él se maneja bien con las redes sociales— le llegó un mensaje de una mujer argentina: «Me escribió una chica preguntándome si yo era Luis Nodar, si estuviera en Buenos Aires y dándome detalles de mi vida allí». Luis la llamó y ella le dijo que era hermana de Diego, un chico que ella creía que era su hijo por cosas que le habían ido escuchando a sus padres, ya fallecidos ambos, sobre todo, cuando ambos tenían discusiones.

Luis confirmó su parte de la historia y les dijo que, efectivamente, él sabía que tenía un descendiente de esa mujer, al que solo había visto una vez cuando era bebé. Así que, un día, con la tecnología como testigo, Luis y Diego, su supuesto hijo, se vieron las caras: «Fue emocionante la verdad, yo sabía que tenía uno, pero me había ido olvidando de todo. Y ahora tengo una emoción tremenda dentro», dice el anciano.

Creyó que a estas alturas, teniendo Diego ya 31 años, se limitaría a querer conocerle solo a través de la pantalla. Se lo tomó casi, casi como una anécdota. Pero reconoce que Diego le dio una lección. Porque hace cosa de un mes a Luis le tuvieron que operar por un cáncer de colon y, aunque casi todos los días chateaba con él, no le dijo nada. «No quería preocuparle con mis cosas», señala. Se fue al hospital y dejó de dar señales de vida. Diego se preocupó sobremanera y, desde Argentina, movió cielo y tierra para localizarle. Luis se arrepintió de cómo actuó: «Tenía que habérselo dicho». Desde eso, Luis sabe que no es un «viejito» solo en el mundo. Y menos lo será aún. Porque Diego viajará a finales de mes a España para conocerle. Cuando llegue, hablarán de la prueba de paternidad, aunque el anciano lo tiene claro: «Es mi hijo, no hay duda, y se parece mucho a mí».

Diego, desde Argentina, cuenta su versión de la historia. Porque esta historia, como casi todas, tiene dos caras. Empieza reparando en «lo loco que es todo esto». Luego, respira y vuelve a su infancia. Él se crio con su madre, con sus dos hermanos mayores (le llevan más de diez años) y con el que creía que era su padre biológico. Este hombre, según cuenta, tenía graves problemas con la bebida, por lo que la vida familiar era complicada. De hecho, «se fue muriendo poco a poco por el alcohol». Falleció cuando Diego era solamente un niño de diez años, que se quedó huérfano completamente a los 21 años, cuando murió también su madre, que para él era su gran puntal en la vida. Diego creyó siempre que, con la muerte de su progenitora, se cerraba la historia de sus orígenes, que el sospechaba que entrañaban algo de misterio. Pero, a los 31 años, él también se ha llevado una sorpresa tan grande como la del pontevedrés Luis Nodar, su supuesto padre biológico. 

Para contar su versión, Diego vuelve a su niñez. «El papá que me crio dijo algo que me hizo sospechar. Él tomaba mucho alcohol y, cuando bebía y discutía, me decía que le preguntase a mi mamá quién era mi padre. Y un día, después de que yo le pidiese que me lo dijera, me confesó que mi padre era un hombre llamado Luis». Diego recurrió a su madre para conocer la verdad, pero ella le restó importancia a la historia y la atribuyó al alcoholismo y cólera del marido. 

Diego reconoce que nunca logró saber más. Pero que el nombre de Luis se le quedó grabado para siempre. De hecho, recuerda a su madre escuchando a José Luis Perales y llorando: «Yo creo que ese nombre, Luis, le movía algo por dentro», explica. Al morir sus progenitores, Diego dio por enterrada toda la historia. Aún así, un día se la contó a Jéssica, su mujer, y esta le animó a buscar a su padre. «Llegamos a ir al sitio en el que había tenido un bar en Argentina, hay que hacer cuenta que nosotros no sabíamos que se había ido a España ni nada. Pero allí a no le conocía nadie, no logramos obtener ninguna pista sobre su paradero».

Hace un tiempo, su hermana mayor le confesó que ella sí había conocido a Luis y que también creía que podía ser su padre. Ella misma se ofreció a bucear por las redes sociales, porque era la que tenía algún hilo del que tirar. Y su hermana encontró a Luis en Facebook que, nada más escribirle, la llamó por teléfono. Así fue cómo Diego supo de su existencia. Hablaron por teléfono y hubo empatía. Las conversaciones se sucedieron, hubo envíos continuos de fotografías y Diego empezó a pensar que tenía que cruzar el charco y completar la historia en Galicia: «Necesito conocer a mi padre. Él cree que es mi padre y yo también lo creo, pero quiero hacerme las pruebas de ADN y comprobarlo. Mientras tanto, intentaré disfrutar con él los días que voy a estar en Pontevedra porque encontrar a tu padre a los 84 años y desde Argentina es un milagro».