Resurgen los botellones

PONTEVEDRA CIUDAD

Las concentraciones de menores para beber en espacios del centro histórico reviven etapas ya superadas en Pontevedra que retornan con la generación pospandémica

23 oct 2021 . Actualizado a las 12:55 h.

El retorno de los botellones indiscriminados e incontrolados a espacios del centro histórico de Pontevedra, constituye un problema de primer orden para vecinos, residentes y hosteleros de esas calles que sufren un deterioro de su hábitat y un evidente menoscabo de su actividad económica. Especialmente en el caso de restaurantes y demás locales de las calles más castigadas. Entre estas, los casos más señeros son Naranjo, Padre Luis, Aduana, San Román y hasta la plaza de la Verdura. En todas ellas han reaparecido las concentraciones de críos (en torno a 15 y 16 años, en cualquier caso, menores de 18) que se agolpan a beber, hablar, gritar, bailar, también para orinar y otras necesidades primarias, produciendo un manifiesto deterioro de la convivencia.

Llevamos varios fines de semana consecutivos viendo el resurgimiento de estos botellones en Pontevedra, con concentraciones de adolescentes, completamente fuera de control. En este largo puente del Pilar, me temo que se multiplicará el problema por más fechas festivas.

La esporádica e intermitente presencia de patrullas de la Policía Local apenas produce un breve efecto disuasorio entre una muchachada que, a diferencia de generaciones anteriores, se muestra menos propensa a acatar normas de urbanidad y, en cambio, más predispuesta al enfrentamiento violento contra la autoridad de orden público. Es cierto que en Pontevedra no ha habido episodios de violencia física -aunque sí verbal- contra los agentes, a diferencia de Vigo y Santiago.

Lo más grave, con semejante escenario, es la inacción de las autoridades. Empezando por el Concello de Pontevedra, que se pone de perfil y se instala en la negación del problema, pese a la contundente evidencia de un conflicto mayúsculo que socava, de raíz, uno de los pilares del mantra de los gobiernos de Miguel Fernández Lores: la recuperación del centro histórico.

Quienes tenían a gala haber sacado los botellones del Campillo de Santa María hace 22 años, eliminando aquel ambiente sórdido de lumpen; los mismos que acuñaron un espacio para mantenerles bajo control, el mal llamado botellódromo del Recinto Ferial, están tolerando que se reavive un tumor en espacios del centro histórico. El cáncer aparece en calles donde numerosos vecinos y empresarios han invertido miles de euros en restaurar viviendas y locales, atraídos porque «la zona» (como decíamos antaño) estaba recuperada para la convivencia y saneada de los problemas de inseguridad de años antes.

Es inaudito que la concejala portavoz del gabinete municipal, cada lunes cuando es preguntada por los altercados en el centro histórico a causa de este reavivamiento de los botellones, conteste que al gobierno municipal «no le consta ningún problema de orden público sino pequeños desajustes», lo que constituye una forma eufemística de negar la realidad y escaquearse de responsabilidades por parte de Anabel Gulías y sus compañeros de gobierno.

Urge decir que lo que está ocurriendo en la ciudad de Pontevedra no es privativo, sino ejemplo de un problema convivencial derivado de la pandemia y agravado a la sombra de meses de restricciones. Y por supuesto, propiciado por una responsabilidad paterna no ejercida. ¿Se preguntan cientos de padres dónde van sus hijos e hijas en esas noches con mochilas que terminan cargando con alcohol y refrescos para mezclar?

El cierre forzoso sufrido por el ocio nocturno hasta hace prácticamente una semana, ha desprovisto a toda una generación de adolescentes de la canalización de su diversión a través de los circuitos convencionales. Pubs, disco-pubs o discotecas no han podido ser las acequias para encauzar su explosión hormonal, conduciendo su incorporación al ocio, el alcohol y la música. Al contrario: con todos estos chicos y chicas que llevan año y medio enjaulados, se ha experimentado un brutal retroceso social. Han vuelto a los botellones de hace dos décadas, aquellos que no solo están prohibidos por ley en Galicia, es que estaban en vías de extinción.

Es obvio que las restricciones decididas tanto por el Gobierno de la nación como, sobre todo, por la autoridad autonómica, taponaron el ocio nocturno. De modo que esa masa de adolescentes necesitaba una vía de escape. Y en cuanto se levantaron el toque de queda y las prohibiciones de reuniones en el exterior, la muchachada ha buscado cobijo en los (viejos) botellones como instrumento de diversión.

Cheque bebida

Ahora que Pedro Sánchez ha prometido varios cientos de euros a los jóvenes españoles ya para alquilar una vivienda y emanciparse, ya para gastar en cultura, a lo mejor alguien debería decirle al presidente que volver a canalizar el ocio juvenil, podría ser un escenario atractivo para una medida de ese talante. Algo así como un cheque bebida que subvencione un gasto mensual en copas a consumir en locales de ocio nocturno, de modo que vaciemos las calles de botellones y suprimamos el problemón de orden público que suponen esas concentraciones en todo el país. Comunidades autónomas y ayuntamientos deberían compartir el gasto de esa subvención que, también habría que negociar con el ocio nocturno que, como destinatario final del beneficio, debería conveniar unos precios tasados. Ahí lo dejo.