«Era mejor irse para casa un mes y despertarse después de esta pesadilla»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

Los comercios de la ciudad creen que los cierres perimetrales «los asfixian»

27 ene 2021 . Actualizado a las 10:44 h.

Los comercios de Pontevedra convierten cada día en una especie de trinchera en el que lo importante es sumar una jornada más. El empleado de las zapaterías Krack, Juan Carlos Baleirón, asegura que los autónomos «somos legionarios caminando hacia la muerte, peleamos por sobrevivir cada día». Desde mañana tendrán que cerrar a las seis de la tarde y se consuelan con que al menos, pueden seguir abiertos. «El túnel está ahí al lado, no nos queda nada, pero hay que cruzarlo», comenta Baleirón, que como todos los comerciantes de Pontevedra advierte de que los cierres perimetrales acabaron de ahogarlos. «Estamos en una situación peor que cuando salimos del confinamiento», apunta el gerente de la cadena de zapatos.

Después de superar una Navidad que no pasa de «digna», llegaron los cierres municipales y con ellos la caída de las ventas. «Esta situación es para irse para casa ya y despertarse un mes después de esta pesadilla», explica Pablo Pousada, uno de los responsables de la tienda de moda Quomo, en la calle Oliva. Asegura que la prohibición de que la gente de Poio o Marín pueda salir de sus ayuntamientos es económicamente más grave de lo que supone el resto de restricciones. Lo mismo piensa Dionisio Rivas, de la Joyería Oliva, en la galería del mismo nombre. Por su negocio pasaban habitualmente clientes de los municipios vecinos, pero ahora ha perdido ese flujo de clientela que «es más compradora que la de la ciudad». Los comerciantes de Pontevedra tienen en la ciudad su única clientela, pero demasiados enemigos activos como para que eso baste para ser rentable. El frío, el covid y la venta on line son el tridente que amenaza la supervivencia de muchos de ellos. Hay quien intenta sacar la cara más amable de estas amenazas porque haberlas, hailas. Y es que como dice Dionisio Rivas «aquí es el comercio pequeño el que genera empleo».

  

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Un lado positivo

El responsable de Quomo ha notado que desde el confinamiento se ha despertado una «conciencia social» que está llevando a los pontevedreses a comprar en el pequeño comercio. El impacto de la pandemia parece que ha dejado un ligero cambio en estos patrones. «Es algo parecido a lo que está pasando desde hace tiempo con la alimentación, nos damos cuenta de que toda esa comida procesada no es buena y volvemos a lo de antes, a lo ecológico. Pues aquí, igual», apunta Pousada, que además cree que el temor a las aglomeraciones ha provocado que la gente huyese de las zonas más comerciales de la ciudad y de los grandes almacenes.

Ese despertar de la conciencia social no quiere decir que las ventas on line hayan disminuido, sino que esta vía de negocio es tan elevada que cada vez se reduce más las zonas comerciales de las ciudades. Ellos lo saben bien porque hace años estaban en Rosalía de Castro y cuando pudieron cambiarse, se acercaron más a la zona de compras y donde estaban antes hay cada vez más bajos vacíos. En esta supervivencia en la que se encuentran los comerciantes, Tamara Sanjorge, de The Vintage Clothes, ofrece la cara positiva. Abrió en la calle Oliva el 1 de junio. Salió del confinamiento en un nuevo local después de haber abierto un año antes en las galerías de la Oliva. Es de las que cree que al mal tiempo solo cabe ponerle buena cara y eso le supone muchas horas de trabajo y de pensar a diario ideas nuevas. «La positividad, la publicidad y toda esta suma de esfuerzos hace que esté viva», señala Sanjorge, que sí reconoce que los cierres perimetrales le han hecho daño. Pero también de esto ha sacado una oportunidad. «Vendo más por Internet», confiesa esta comerciante que desafía al covid.