ADRIÁN BAÚLDE

El repunte de contagios por coronavirus siembra más dudas y problemas que atenazan el nuevo curso con el servicio de comedor escolar en el aire y los profesores en huelga

30 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Mete miedo la perspectiva que se nos dibuja a partir de mañana lunes. Retorno al trabajo, a las aulas, a… ¿la normalidad? con el manifiesto repunte de contagios en el área sanitaria Pontevedra y O Salnés que está muy alto proporcionalmente y en comparación a otras demarcaciones con más población. Aunque al menos las hospitalizaciones son ínfimas y predominan los asintomáticos que deben cursar aislados en sus domicilios.

Con ese panorama, hay un montón de dudas sobre cómo será el curso escolar, con el retorno a las aulas de modo presencial como ordena la autoridad educativa, con padres mosqueados por las incertidumbres y profesores encabronados por la papeleta que les viene encima. Y, por cierto, mientras haciéndose ya las PCR del cribado ordenado por la Xunta.

Y de propina, otro puñetazo en la mandíbula -de cristal- de la hostelería y comercio de proximidad pontevedrés que sufren un palo durísimo con la suspensión definitiva de cualquier celebración de la Feira Franca que pasará tan de puntillas como las fiestas de la Peregrina. Con lo que supone de estrangulamiento de alguna posibilidad inminente de resurrección económica. Más bien al contrario: mayor dependencia de los ERTE.

Es como un triángulo de las Bermudas donde se yuxtaponen la evidencia de que la pandemia permanece con las tensiones que genera ese riesgo traducido en protocolos de seguridad ortopédicos y que, como ocurre en la educación, no parecen haberse negociado mínimamente ni con anpas ni profesorado. Y de fondo, la manifiesta crisis económica y social que el coronavirus ha propiciado también en Pontevedra. Son los ingredientes que conducen a la desazón y que nos predisponen a un funesto septiembre.

Conciliación hipotecada

Pese a estar en la mejor disposición de arrimar el hombro y asumir responsabilidades, no nos lo ponen nada fácil. Pensemos en la papeleta de tantos hogares con niños pequeños y escolarizados de padres que ambos trabajan fuera de casa, ante la tesitura de que deje de prestarse en los colegios, el servicio de desayunos del plan Madruga y el comedor escolar que permiten conciliar a cientos de progenitores.

Les imagino pendientes un día sí y otro también de las noticias sobre la evolución de las negociaciones que la Federación de Asociaciones de Nais e Pais de Alumnos (Fanpa) mantiene con la Consellería de Educación. Después de dos meses de pulso, aún no existe un acuerdo que garantice la plena prestación de ambos servicios que gerencia Fanpa Pontevedra y venía prestando la empresa Arume.

La entidad que preside Rogelio Carballo ha jugado bien sus cartas, especialmente, el as de la presión social y mediática. Aunque mantiene suspendido el servicio, mientras corría el verano abrió una preinscripción que les permite poner sobre la mesa de César Pérez Ares, jefe territorial de Educación, unas 1.100 peticiones (800 para comedor y 300 para desayunos) según publicó La Voz de Galicia.

En buena lógica, supongo que se alcanzará un acuerdo pues el gobierno de Alberto Núñez Feijoo no querrá enfrentarse al desdoro que supondría dejar sin comedor escolar a ese millar de niños y por tanto torpedear la conciliación de centenares de familias de Pontevedra y Marín. Y todo ello como consecuencia de no ayudar a afrontar los sobrecostes del servicio que suponen una migaja en los orzamentos autonómicos. Incrementos que serían para taponar los sobrecostes que fomenta el protocolo de seguridad impuesto por las Consellerías de Educación y Sanidade, que obliga a separar metro y medio a cada niño en el comedor o al menos un metro siempre que no estén sentados frente a frente durante el servicio de comedor.

Evidentemente, la otra parte de la receta recaerá en las economías familiares. Si hasta ahora unos padres venían pagando aproximadamente 85 euros mensuales por el comedor, Fanpa estima que puede llegar a producirse un sobrecoste del 40% que mayormente soportarán las familias, si no hay cambios en las subvenciones que otorgan Xunta y Concello.

Huelgas de profesores

Pero la papeleta de la vuelta al cole en este curso mediatizado por el covid-19, se complica más aún con el cabreo del profesorado al que le cae encima, una encomienda muy delicada. Cuatro sindicatos -que podrían ser seis si UGT y ANPE se suman al llamamiento de CIG, CC.OO., CSIF y STEG- proponen dos jornadas de huelga en los primeros días del curso que la Xunta pretende comenzar el próximo 10 de septiembre.

Igual que las anpas, los sindicatos del magisterio se quejan de haber sido ignorados por la Xunta a la hora de elaborar el protocolo de vuelta a las clases en esta situación tan excepcional.

La sensación es que, una vez más, el profesorado va a soportar una presión extra sobre sus hombros. Deberán asumir un papel de supervisión sobre miles de niños escolarizados en colegios e institutos controlando el uso de las mascarillas, que mantengan distancias y que al tiempo presten la atención necesaria para el aprovechamiento didáctico. Pero se quejan de que nada se les ha concedido de lo que piden: ni reducción de alumnos por aula ni mayor refuerzo del profesorado para responder a la mayor demanda de tareas no solo docentes sino también de seguridad.