«Seguiré trabajando en proyectos internacionales. Soy una activista»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

La profesora Ana Santos se jubila tras 34 años como docente en el IES Valle Inclán

12 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Incombustible y apasionada. Así es Ana María Santos Solla (Pontevedra, 1960), profesora de Educación Física del IES Valle Inclán de Pontevedra que se jubila tras 35 años de docencia. Hace un par de años lo tuvo claro. Aunque podría seguir dando clase hasta los 70, ella es de las que piensan y defienden que hay que dar oportunidades a gente nueva. «Me encanta mi trabajo y soy docente vocacional, pero quiero seguir trabajando en proyectos internacionales. Compaginarlo con la docencia era complicado porque soy de las que me involucro mucho, así que decidí jubilarme porque puedo hacerlo».

Lo cuenta en la sala de su instituto que da al paraninfo. Y es que el Valle Inclán será siempre su instituto. En este centro estudió de niña y en este centro impartió docencia durante 34 años. Solo estuvo fuera el primer año de prácticas -en el entonces instituto Calvo Sotelo de Vilagarcía- antes de aprobar la oposición. Siempre quiso formar a las nuevas generaciones en el Valle Inclán, a pesar de que el centro no tiene unas buenas instalaciones deportivas. Bromeaba con dar la clase «en el pabellón de fuera», por la Alameda. Esta mujer se define como una «activista intergeneracional» desde los 13 a los más de 60 años.

Con su exalumna África Rodríguez, Ana forma parte de la asociación Ticket2Europe, a la que piensa dedicar parte de su tiempo a partir de ahora. Ana es muy pontevedresa, gallega y española, pero también muy europea. Durante tres años fue la coordinadora del programa Escuela Embajadora del Parlamento Europeo en el Valle Inclán, que el próximo curso será Escuela Mentora. «Yo defiendo una Europa en la que se trabaje juntos y, aunque ya no esté, voy a coordinar el proyecto, hacer un grupo de trabajo y dejárselo a ellos». La anécdota es que se jubila antes que una profesora suya de Matemáticas que sigue en el Valle Inclán y que este curso compartió claustro con dos docentes que fueron alumnas suyas.

La profesora de Educación Física trabajará con Ticket2Europe gestionando viajes formativos al extranjero, aunque su sueño es otro. Un proyecto que ya tiene nombre: Pontevedra+60. «De alguna forma se trata de reciclar a gente con formación en distintos ámbitos para que tengan una vida activa. Ser mayores es mucho más que salir a tomar café, cuidar de los nietos, ir a viajes del Imserso o colaborar con Cruz Roja. Todo eso está muy bien, pero se pueden hacer muchas más cosas, impulsar como unas Noites Abertas para las tardes de los que tienen más de 60», explica.

Más horas de ejercicio

Otra de las batallas de Ana, que estudió INEF en Madrid, es poner a la Educación Física en el lugar que se merece. Ella, que lleva más de media vida formando a jóvenes, remacha que dos horas de Educación Física a la semana no son suficientes para el cuerpo y la mente. «Se empezó hablando de clases de gimnasia, pero nuestra asignatura hoy se valora cada vez más. Está asociada a la nutrición y al estilo de vida, algo que se vio durante el confinamiento, cuando los alumnos me pedían más horas», relata. Para ella lo ideal es que hubiera una hora al día de Educación Física de lunes a viernes. «Las clases son de 50 minutos, pero hay que cambiarse y ducharse, así que se quedan en 40 minutos. Algún año pensamos en juntar las dos horas semanales, pero si había un festivo se perdían, así que nos quedamos con las clases de 50 minutos», señala.

En el Valle Inclán Ana estuvo treinta años con Chus Sanguos y destaca que hace diez se sumó a las secciones bilingües impartiendo Educación Física en francés. Hoy se ve normal, pero entonces no lo era tanto. «Se daba Tecnología en inglés y gracias a impartir Educación Física en francés hicimos un montón de proyectos. Dar una asignatura en otro idioma hace que se aprenda mucho vocabulario a fuerza de repetir algunas palabras técnicas, casi sin darse cuenta».

La implicación en proyectos europeos llevó a Ana a aparcar el deporte, al que ha estado ligada toda su vida, durante los últimos dos años. Además de correr, hizo atletismo de competición. Superado el confinamiento, volvió a trotar. Corre una hora tres días a la semana por la Illa das Esculturas, un lujo para entrenar, y procura hacer alguna sesión de pesas para coger fuerza. Algo bueno, dice, a partir de los 50.