«Os sepultureiros agora somos a familia do morto que chega só»

PONTEVEDRA CIUDAD

Paco Abuín, sepulturero del cementerio de San Mauro
Paco Abuín, sepulturero del cementerio de San Mauro CAPOTILLO

Poner una flor sobre el féretro, improvisar un rezo... Eso es lo que hace Paco Abuín para dar calidez a los solitarios entierros

01 abr 2020 . Actualizado a las 10:04 h.

Hace ya algunos años, en una soleada víspera de Todos los Santos, mientras el cementerio de San Mauro, en Pontevedra, se llenaba de vecinos que iban y venían con escobas y cepillos fregando lápidas, Francisco Abuín, uno de los enterradores, contaba su historia y sorprendía diciendo que ser sepulturero le había cambiado la vida, que había descubierto un oficio maravilloso porque le permitía honrar a sus vecinos en ese momento ineludible del último adiós. No hablaba por hablar. Esa misma necrópolis pontevedresa en la que aquel día trastabillaba el sol sobre las tumbas que tantas familias adornaban con flores, se ha quedado ahora muda. Está cerrada y solo se abre para los solitarios entierros de los tiempos del coronavirus. Pero enterradores como Francisco tiran del oficio que sienten tan adentro para que la sombra no sea tan espesa. Y su actitud marca diferencias.

Abuín sabe de sobra que el COVID-19 implica mantener las distancias físicas. Le llaman para darle el último adiós a una persona contagiada con coronavirus y se pone su buzo, se coloca la mascarilla y se encasqueta sus guantes. Pero se resiste a que haya la mínima distancia emocional. «Os sepultureiros agora somos a familia do morto que chega só ou sen apenas familiares, temos que representar a eses viúvos ou viúvas, fillos, pais ou irmáns que non pode estar aí e que seguramente estea sentindo un baleiro enorme por non presenciar esa despedida», pregona. Así que trata de abrazar cualquier pequeño detalle. «Se podo falar coa familia por teléfono, como me sucedeu hai uns días, pois trato de presentar as miñas condolencias e de dicirlle que estamos para darlle o último adeus ao seu ser querido. Se vexo que marcha sen ningunha flor, porque nestes tempos ocorre así, pois trato de poñerlle unha ao féretro. É un pequeno cariño, un xestiño de nada... Ou improvisamos un rezo, se sabemos se era unha persoa crente. Trátase de dar dignidade, de non enterrar a correr porque chega así, desta maneira... de ser esa representación da familia nestes enterros que se quedaron sen bicos nin abrazos», manifiesta, mientras recuerda que en Pontevedra hay otros tres sepultureros con los que forma equipo.

La ausencia de abrazos en el último adiós. Eso a lo que alude Francisco Abuín es, precisamente, lo que también deja helado a Juan Perdiz. Es el dueño de la funeraria San Marcos de Pontevedra y lleva muchos años en el oficio. Ha visto de todo. Pero reconoce haber llorado ante las despedidas que impone el COVID-19. «Es que las familias no pueden ni acercarse a ver a su ser querido. Desinfectamos el cuerpo, lo metemos en las llamadas bolsas estanca y cerramos el ataúd. Y de ahí al cementerio o al crematorio. Ese es el resumen», dice. Coincide con Abuín en que es el momento de ir más allá del oficio: «Tienes que tratar de poner calidez y que la familia vea que tú estás ahí, que no se quedan solos», remacha Perdiz.