Cerca de 7.000 pontevedreses pasan solos en casa la cuarentena

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ramón Leiro

«Es hora de tener humildad y humanidad, yo sé lo que es estar aislada en un hospital», dice una de estas pontevedresas que vive sola

19 mar 2020 . Actualizado a las 20:12 h.

En un siglo marcado por la fuerza de la globalización y por hacer visibles al mundo cada uno de nuestros movimientos, la amenaza del coronavirus ha llevado a la población a recluirse en sus casas con la única ventana al mundo que abren los medios de comunicación y con la única compañía de su familia. Ni siquiera la de los vecinos es posible. Pero en muchos casos no tienen ni esa posibilidad. En Pontevedra hay registradas 6.851 viviendas unipersonales, según los últimos datos publicados por el Instituto Galego de Estadística (IGE), que toma como referencia los datos recogidos a lo largo del 2018.

La media de edad de estas personas que viven solas en sus hogares es de 61 años, una cifra que apenas ha cambiado en la última década. Esa soledad hay que entenderla ahora más que nunca para intentar hacer más llevadera la cuarentena en la que vive el país desde que el pasado 14 de marzo el Gobierno central decretó el estado de alarma por la propagación del coronavirus. La psicóloga clínica del Eoxi Pontevedra-O Salnés, Rosa Cerqueiro, recomienda estar informado, pero no sobreexpuesto a demasiadas horas de televisión, además de mantener las rutinas. «Temos que ser capaces de desconcentar con outras cousas, como películas ou exercicio físico. É moi importante manter os ritmos de sono e alimentación», comenta Cerqueiro, que recalca que «esto non son unhas vacacións, senón unha situación forzada que estamos levando ben porque sabemos que é por a saúde individual e colectiva, esta sendo mellor do que esperábamos».

Los datos de vivienda en la ciudad de Pontevedra recogen que hay casi tantas viviendas con una sola persona como con tres (6.570), frente a las de dos personas, que siguen siendo las mayoritarias, con 11.265 hogares (8.475 son parejas sin hijos), justo por delante de las de cuatro, con 7.604. Cerqueiro Landín cree que una buena medida para esta época de aislamiento es aprovechar para acercarse a los vecinos por si necesitan algo y «coidarse entre todos, como se está vendo en moitos sitios que se fala de balcón a balcón».

No hay calle en la ciudad que sea ajena a esta oleada de solidaridad que ayuda a combatir la soledad.

«Es hora de tener humildad y humanidad, yo sé lo que es estar aislada en un hospital»

Norma Pintos vive sola. Tiene 41 años y es una persona de riesgo por tener un buen número de patologías. Su aislamiento es casi por prescripción médica después de haber pasado hasta 400 veces (sí, han leído bien, 400) por el quirófano. Su frágil salud pasa a un segundo plano por su fortaleza mental y su positivismo. El viernes fue el último día que bajó a la calle por necesidad. Ahora solo acerca al portal a su perro una vez al día. Su can no es uno de esos que estos días hacen verdaderos maratones. «Ahora veo perros que no sabía quienes eran sus dueños, hasta hay conocidos que me piden si pueden pasear al mio», comenta con humor Pintos. Pero bromas al margen, ella quiere que su ejemplo sirva para acabar de concienciar al resto. «Vivo en 50 metros cuadrados y mantengo casi la misma rutina que cuando iba a trabajar», señala esta pescadera a domicilio.

Su aislamiento ha dejado sin producto a buena parte de la parroquia de Xeve. Y ella, que no sabe lo que es estar quieta pasa el día de la mejor forma posible. «Echo de menos a mi familia y a mis amigos, pero ahora es momento de tener humildad y humanidad. Yo sé lo que es estar aislada en el hospital sin salir, pero esto no es una prisión», comenta Pintos, que explica que «aún no he tenido sensación de agobio, la ansiedad de estar en casa todavía no la noto».

En estos cinco días que llevamos de cuarentena ha limpiado su hogar y ha convertido el teléfono en una extensión de su cuerpo para hablar con los suyos. No solo eso. «Como no tengo lavadora, lavo la ropa cada día, antes hacía la colada en casa de mis padres y la traía, ahora me entretengo así», comenta Norma, que le pone una sonrisa al aislamiento. Y también un buen puñado de filloas. Cocinar, leer y organizar las cosas pendientes son el antídoto contra la soledad obligada de esta pontevedresa con múltiples patologías.