«Ayudo en lo que sea a esa mujer. Sé lo que es ser cuidadora»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ramón Leiro

Solidaridad con Pilar, la mujer de Xeve que cuida de su hijo con discapacidad y de su suegro octogenario

10 mar 2020 . Actualizado a las 10:20 h.

Pilar Padín, una vecina de Xeve (Pontevedra) dio a conocer este domingo su historia; que es una historia que conocen perfectamente miles de mujeres en España. No en vano, como tantas y tantas madres y abuelas, la principal misión en la vida de Pilar es ser cuidadora. De ella dependen tanto su hijo, Jesús, que tiene parálisis cerebral y no puede andar ni hablar, como Alfonso, su suegro, que cumplió ya los 84 años y padece algunos achaques. Su historia la han sentido como propia tantas personas que algunas, como Teresa Abal, de Meis, han querido dar un paso al frente y tratar de ayudar a Pilar. «Ayudo en lo que sea a esa mujer. Sé lo que es ser cuidador», señala con voz decidida.

Teresa leyó la historia de Pilar en el periódico y se hizo rápidamente una composición de lugar: «Leí que no tiene tiempo para ella, que todas sus horas son para cuidar al hijo y a su suegro y le quiero decir que si necesita tomarse un respiro cuente conmigo para echarle una mano. Yo fui cuidadora, incluso estuve trabajando en Amencer y tengo experiencia con personas con parálisis cerebral. Le ayudo sin problema», indicaba con emoción. Pilar, al enterarse de su ofrecimiento, también se emocionaba: «A verdade é que llo agradezo moito, é moi bonito que haxa xente que queira axudar», indicaba.

Luego, Pilar contaba que está satisfecha de haber contado su día a día, el esfuerzo que supone cuidar de una persona mayor y de un hijo con discapacidad, para que se haga un poco más visible la labor de las cuidadoras -el porcentaje de hombres que ejercen esa labor es mínimo-, las protagonistas este año del 8 de marzo. Tras estas palabras, continuaba con su apretada agenda. Un día más, ayer, llevó a su hijo a Amencer por la mañana tras atender también a su suegro. De regreso a casa, se encargó de las tareas del hogar y de la comida y, nada más terminar, de vuelta a la asociación a recoger a Jesús.

La recompensa, lógicamente, son las sonrisas de Jesús y Alfonso, que en cuanto pueden se comunican con cariño y comparten un peluche les encanta.