«Esto es un drama y también un misterio»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ramón Leiro

El nerviosismo vuelve a imperar entre quienes están pendientes de lo que pasa con la constructora Neixa

07 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El día 25 de febrero, Isabel Couso, responsable de una pequeña empresa de Pontevedra, agotó su última esperanza. Ese día, vencía uno de los pagarés que le había dado Nexia, la constructora de Pontevedra que se desmoronó de mala manera. Fue al banco y le dijeron que no, que se olvidase de cualquier atisbo de esperanza, que no había fondos con los que pagarle. Así, ese pagaré se acumuló a los otros que ya tenía sin cobrar y lo que le debe Nexia a Isabel asciende ya a 112.000 euros. Sin embargo, ayer, Isabel, que es la portavoz de los proveedores afectados por Nexia -unas 300 empresas-, contaba que hay algo que le duele aún más que todo ese dinero por cobrar. Lo decía bien claro: «Lo peor es que nos están tomando por idiotas, porque esto es un drama pero también un misterio. Nadie sabe nada y eso nos está matando».

¿Por qué hablaba así esta mujer ayer? El nerviosismo hacía mella ayer entre los proveedores afectados por la deuda que dejó Nexia debido a que de un teléfono a otro empezaron a viajar fotos de lo que estaba sucediendo en la sede de la constructora, en Marcón. Ahí, varios operarios portugueses habían comenzado a vaciar la zona de las oficinas. Montaban en un camión de grandes dimensiones desde los archivos con las facturas y las relaciones de clientes hasta las impresoras o mesas. La sensación, a media mañana, era de mudanza total. Además, en la planta de aglomerado -cerca de las oficinas- también había comenzado el desmantelamiento.

Tras ver esas imágenes, Isabel Couso no aguantó y se plantó en las oficinas de Nexia para pedir explicaciones. Ella tiene claro que si la empresa vende o se deshace del material que tiene lo tendrán más difícil para cobrar. Así, viajó hasta Marcón y allí se topó con José Luis Martínez, la persona que supuestamente compró Nexia a la familia Valiñas cuando las cosas se pusieron feas. Este hombre le dijo una noticia que Isabel Couso, desde luego, no esperaba: «Me dijo que él ya había vendido de nuevo la empresa, y que no me podía decir quién era el nuevo dueño, que ya me enteraría cuando saliese publicado en un boletín oficial. No me lo podía creer, ¿qué tipo de misterio es este, cuándo va a actuar la justicia?», indicaba esta mujer.

«Estamos ya dados de baja»

Paralelamente, la noticia de que había unos operarios portugueses llevándose máquinas y demás material de Nexia -también montaron los camiones en góndolas y se marcharon con ellos- también empezó a correr como la pólvora entre los ya extrabajadores de la compañía. La plantilla, formada por unas 70 personas, fue dada de baja de oficio por la Seguridad Social y, tal y como explicaban ayer algunos operarios, todos están ya tramitando papeles para tener derecho a paro. Les queda pendiente de cobrar -por lo que tendrán que reclamar al Fogasa- tanto la paga extra de diciembre como las nóminas de enero y febrero -en el caso del último mes, hasta la fecha que fueron dados de baja-. ¿Cómo vislumbran el futuro? «Hay empresas que quieren contratarnos, estamos mirando ofertas. Nuestra idea es marcharnos el equipo al completo, incluido el encargado», decía un albañil que hasta hace poco trabajaba para Nexia en una obra pública en Poio.

Los trabajadores tampoco dan crédito a todo el misterio que envolvió la caída de Nexia desde el minuto cero. No en vano, hay que recordar que el primer dato extraño fue el hecho de que la familia que fundó Nexia se marchó rápidamente a Panamá en cuanto las cosas se torcieron. Esto dio pie a todo tipo de especulaciones y a que se acabasen colgando pancartas alusivas a esta marcha. Los Valiñas, fundadores del negocio y ligados también a Sercoysa, otra constructora que quebró anteriormente, aseguraban desde Panamá que ellos habían vendido Nexia antes de marcharse. Se tardó en saber quién era el nuevo dueño. Finalmente, se supo que era José Luis Martínez, de Porriño. Pero ahora podrían haber vuelto a cambiar las cosas.