HEMEROTECA | En 1979, hecho el puente, se reanudó la obra hacia Pontevedra tras superarse el conflicto con los vecinos
28 ene 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Con cuatro años de retraso sobre el plan inicial, a finales de enero de 1979 comenzaban las obras de construcción de la autopista del Atlántico en el tramo entre Rande y la ciudad de Pontevedra. La demora fue debida a la oposición de los habitantes del municipio de Vilaboa, que no estaban conformes con los planes de la concesionaria del vial, Autopistas del Atlántico. La famosa «navallada» al país tuvo graves repercusiones tanto en ese itinerario como en la entrada en A Coruña, donde se produjeron incluso atentados contra el personal y el material de la empresa constructora.
«Hoy por hoy es técnicamente imposible la apertura del puente», explicaban fuentes de la empresa en Vigo el 17 de enero de 1979 para justificar que no se pudiera utilizar ya la infraestructura para pasar al Morrazo a pesar de que estaba ya concluido el puente. Calculaba la empresa entonces que el desmonte necesario para habilitar la salida de la autopista desde Rande supondría ocho meses de duros trabajos, para los que había un presupuesto de 3.000 millones de pesetas (18 millones de euros).
Aquel mismo portavoz aludía a la oposición vecinal como principal causa del retraso. «Si no fuera por los conflictos que tuvimos, estaría terminada ya porque siempre creímos que era uno de los tramos más necesarios dado el tráfico que soporta la carretera Vigo-Pontevedra», afirmaba.
La autopista gallega había sido concedida a la empresa Autopistas del Atlántico en el todavía año franquista de 1973. Quizá por ello, desde algunos sectores en Galicia se veía aquella infraestructura como un elemento «colonial» destinado a arrasar con el rural en beneficio de las ciudades.
El mismo día que se habían reanudado las obras en el límite entre Moaña y Vilaboa, el gobernador civil, Ramón Díez, recibía a varios colectivos vecinales de la provincia, que seguían denunciando irregularidades, como la destrucción de caminos y regatos, así como la expropiación de viviendas y tierras.
El Concello de Pontevedra incluso había encargado al arquitecto César Portela la realización de un plan alternativo a la autopista. Entre las conclusiones ofrecidas por el urbanista se señalaba la necesidad de enlazar la autopista en Pontevedra con la carretera de Ourense, algo que se hizo con el paso del tiempo.
Las obras duraron dos años. El 7 de febrero de 1981 entraba en funcionamiento el tramo entre Vigo y Pontevedra aunque sin todos los elementos previstos en los planes iniciales. La entrada en Vigo quedó reducida a los enlaces de las calles de Alfonso XIII y Buenos Aires, debido a que la corporación municipal había rechazado la utilización del «scalextric», el acceso volado al centro de Vigo por la calle Lepanto. Este elemento jamás fue utilizado por los vehículos, y su derribo, en 1986, contó con la presencia de un ministro de uno de los gobiernos de Felipe González.
Pero la apertura del tramo entre Vigo y Pontevedra fue saludado con alegría, especialmente por los habitantes de O Morrazo. Hasta entonces, los ciudadanos de los municipios de Cangas, Moaña y Vilaboa estaban obligados a bordear todo el fondo de la ría para llegar a Vigo, cubriendo, los primeros, una distancia de 50 kilómetros, además de enfrentarse al famoso embudo del centro de Redondela. A partir de febrero de 1981, el recorrido entre Cangas y Vigo quedaba fijado en 23 kilómetros. Los precios para un vehículo ligero eran de 120 pesetas si iba desde Vigo a Pontevedra; y 35 pesetas si solo cruzaba el puente de Rande.
La concesionaria del vial publicaba el mismo día de la apertura del tráfico un informe donde resaltaba los «efectos multiplicadores» que conllevaba la autopista. Al evidente ahorro de tiempo, comodidad y seguridad, Autopistas del Atlántico añadía un importante incremento de la renta. «Aplicando la teoría keynesiana del multiplicador a la inversión, sin incluir adquisiciones de terrenos, realizada en este tramo, que es de casi 14.000 millones de pesetas, se deduce que se está produciendo con ella un incremento de renta de unos 31.500 millones de pesetas», señalaba la empresa.
Varios años más
Pero, como es tradicional en cualquier infraestructura de comunicaciones en Galicia, la apertura total de la autopista tampoco se aceleró demasiado tras aquel primer paso. Hubo que esperar muchos años porque los diferentes tramos se fueron abriendo con cuentagotas.
En el año 1990, la empresa concesionaria de la autopista abría el segmento entre Santiago de Compostela y Padrón. Al año siguiente, se ponía en funcionamiento el recorrido entre Padrón y Caldas de Reis. Ya en el año 1992 se enlazó, por fin, Pontevedra con Caldas. Los habitantes de la provincia pudieron ya viajar desde Vigo hasta A Coruña sin salir de la nueva carretera.
Con el paso del tiempo, aquella «navallada» apuntada desde el nacionalismo se fue transformando en un peaje sin fin para miles de conductores gallegos.