«Soy periodista de una forma natural, mi yo es periodístico puro»

PONTEVEDRA CIUDAD

El periodista gallego Manuel Jabois, pregonero de la fiesta
El periodista gallego Manuel Jabois, pregonero de la fiesta rober amado

Manuel Jabois dialoga sobre periodismo, literatura, el amor y su nueva novela, «Malaherba»

02 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Manuel Jabois (Pontevedra, 1978) presentó el sábado Malaherba, su última novela, en el bar La Piel del Tripulante. En la presentación, Jabois estuvo acompañado por Edu Galán, que hizo de maestro de ceremonias conduciendo el acto y presentando al periodista y escritor gallego. En Malaherba una novela de frontera, de descubrimientos, del paso de la niñez a la vida adulta. En el libro nos cuenta la historia de Tambu, un niño de diez años que conocerá el miedo, el amor y la muerte. La terrible historia de la vida, del abandono de la infancia, contada con su azúcar y su hiel, con sus besos y su sangre, con el todo y la nada.

-¿Qué siente al ser uno de los columnistas más importantes de la prensa española?

-No me considero modelo de nadie. Afortunadamente para los demás, no me considero ningún modelo, y mucho menos de columnistas. Siempre me he considerado, me he visto, más como reportero o cronista que como columnista. He llegado a la columna por azar, me ha dado, me da, visibilidad, me gusta mucho y disfruto. Si alguna vez tengo que ser modelo de algo, que de momento no, espero que lo sea por reportero o cronista, porque ahí estoy seguro de lo que hago, pero con las columnas no.

-¿Pesan Camba, Ruano, Wenceslao Flórez, Umbral, Alcántara y tantos otros grandes maestros que le precedieron?

Camba. Yo a Ruano lo he leído lo justo, casi no lo he leído. A Wenceslao más. A Alcántara y Umbral sí. Todo el mundo pesa, en el periodismo actual y en el pasado, las firmas que sigues, las que te gustan. Pesan porque, sobretodo, alguien te compara, dicen que son tus influencias, así que no voy a hacerlo tan mal para que si, de repente, alguno se levanta de la tumba me pueda recriminar algo. Pero, cada uno es otra época y otro país. Camba es en el que más me reconozco, no ideológicamente, pero sí, desde luego, estilísticamente y con su distancia adecuada para contar los hechos.

-¿Qué hay de cierto en esa imagen de canallita, de ‘enfant terrible’ del periodismo?

-La juventud, yo empecé muy joven en el Diario de Pontevedra, un periódico local, cuando tenía 19 años. Esos artículos que yo escribí entonces hicieron su propio camino y llegaron a mucha gente, e imagino que ayudaron a conformar esa imagen. Yo tenía veintipocos años, evidentemente hablaba de lo que vivía, no de otra cosa, así que supongo que tenía una connotación. No me reconozco ya en eso, del mismo modo que nadie con cuarenta años se reconoce en alguien de veinte, pero tampoco es algo de lo que me sienta yo muy avergonzado, ni muchísimo menos.

-Tallón, Cabeleira, Colmenero, Rafa Latorre, Manu de Lorenzo, usted; por citar a algunos y de una generación más o menos cercana. ¿Existe un lobby gallego en la prensa?

-No, no existe ningún lobby gallego en el periodismo. Escribimos de forma diferente, pensamos de forma diferente, tenemos un origen geográfico común, pero, también, diferente en Galicia. A mí me gusta mucho porque me considero muy gallego, intento ayudar siempre, no a esta gente que no necesitan ninguna ayuda, de hecho necesitaría yo su ayuda, pero cuando alguien me escribe siempre intento echar una mano. Pero todos estos que has citado somos muy diferentes, si te pones a buscar seguro que aparece una generación asturiana o una madrileña o una catalana. Se está citando mucho a los gallegos porque estamos en un momento en el que algunos estamos teniendo cierta resonancia, pero como no somos un ganado que pensemos igual, escribamos igual y hagamos siempre lo mismo, yo estoy muy orgulloso de pertenecer a ese grupo, si fuésemos un grupo homogéneo ideológicamente y estilísticamente me daría bastante vergüenza, pero cada uno es de su padre y de su madre.

-Dice que durante años empezó libros que nunca pasaban de las primera páginas. ¿Por qué con Malaherba ha sido diferente?

-Esa frase mía tiene algo de boutade. Pero, es verdad que la idea siempre ha sido empezar: yo soy muy bueno arrancando pero muy malo acabando, cuando acabo. Una novela exige disciplina, y yo no tengo, o no he tenido hasta ahora, esa disciplina. Ahora empiezo a tenerla un poco. Siempre he tenido ideas, las empezaba a escribir y luego me cansaba o la actualidad demandaba otra cosa y lo iba dejando.

-Asegura que muchos de sus artículos los escribe sobre la hora de cierre de la edición, digamos que los deja ir. ¿Cómo ha sido el proceso de escritura del libro? ¿Partió de una estructura determinada o fue dejando que la historia fluyese?

-Yo partí de una idea, la idea era el descubrimiento. Las novelas de frontera son las mejores, las más interesantes, donde pasas cosas. A mí me interesaba muchísimo ese niño al que le pasan cosas que todavía no sabe qué son, el proceso de descubrimiento del mundo, que es un segundo nacimiento, ese nacimiento a la vida adulta, que nadie está a tu lado para explicarte.  Luego fui dejando que los personajes empezaran a trabajar por ellos mismos. Empecé el libro con muchas ganas, trabajé mucho los dos primeros capítulos, y después me ocurrió algo que nunca me había ocurrido, por eso no soy novelista, y es que la historia empezó a mandar en mí, el personaje empezó a rebelarse contra el destino que tenía pensado para él. Si escribía algo que iba en mi línea y, a lo mejor, no era del personaje, me chirriaba, y, por lo tanto, me dejaba guiar un poco por lo que me estaba reclamando, de alguna forma, el personaje.

-Este libro se presentó como su primera novela, pero no es cierto. Usted escribió hace años A estación violenta, en varias ocasiones ha renegado de ella, ¿por qué?

-No es que renegase. La escribí muy joven, la reivindico no como obra de valor, pero no reniego de ella. Es mi primera novela, y uno de los grandes caballos de batalla en esta promoción ha sido decirle a todo el mundo que ‘Malaherba’ no es la primera. ‘A estación violenta’ fue la primera, está escrita en gallego, hace quince o veinte años, no sé. No tiene nada que ver con lo que escribo ahora, porque yo en aquel momento pensaba de una forma diferente, tenía otro estilo. Pero, uno es lo que es, y sobretodo es lo que ha fallado, lo que ha errado, lo que ha pensado mal, y no estoy orgulloso, pero la reivindico como parte de mí, si no hubiese escrito esa novela seguramente no escribiría como lo hago ahora.

-¿Ha releído Malaherba?

No, me cuesta mucho. Es algo común a mucha gente. No puedo releer, tendría que llamar a la imprenta todo el rato para corregir y rehacer cosas. No soy capaz, me provoca incomodidad, no disfruto de lo que he escrito.

-En la novela nos cuenta la historia de un niño, Tambu, la progresión de la niñez a la vida adulta en la Pontevedra de los 80. ¿Le ha sido difícil adquirir la voz narrativa de un niño?

-La verdad es que no, nada. Una de las razones por las que he hecho esta novela es por lo cómodo que me encontré con esa voz. Escribí muy cómodo, muy rápido, feliz. Me reconozco mucho en esa voz, es una voz que tengo en la cabeza muchas veces, no para hablar con gente adulta, pero cuando pasan cosas, a veces, tengo esa voz, una forma muy niña, muy ingenua, de acercarme a lo que sucede. Me ha ayudado, además, a la hora de ser periodista, porque no doy por hecho muchas cosas, hay cosas que yo veo diferentes gracias a esta ingenuidad.

-Pese a ser una ficción, todos aquellos que le lean caerán en la cuenta de varías referencias a su vida. ¿Es la ficción la mejor manera de contar la realidad?

-La ficción es la mejor forma de desnudarse, porque no te desnudas tú, se desnudan otros, pero, al mismo tiempo, lo que estás haciendo es desnudarte tú y contar cosas tuyas más irreconocibles. 

-¿Cómo recuerda su infancia?

Aburrida, por tanto, feliz. No tiene nada que ver con la de Tambu. Muy feliz y muy aburrida, muy solitaria. Me lo pasaba muy bien solo, tengo una hermana con la que me llevo algunos años, y jugaba mucho solo.

-¿Se considera nostálgico?

-Sí, es bueno ser nostálgico. Me gusta pensar en el pasado, los orígenes. Y como herramienta para escribir me resulta muy interesante, porque todo el mundo tiene un pasado, entonces escribes de todo el mundo cuando escribes de la nostalgia. El pasado tiendes a barnizarlo, no recuerdas tanto los malos momentos y te quedas en los buenos. Eso está bien, hay que quedarse con lo bueno, lo malo engendra rencor, odio, cosas muy malas. Nunca estoy pensando para atrás en lo malo, no me interesa, me quedo con lo bueno de lo que ha pasado.

-Su libro se fundamenta en el amor, el miedo y la curiosidad.

-La curiosidad de las cosas graves, de las cosas importantes que van sucediendo y te condicionan el resto de la vida.

-¿Cómo ama Jabois?

Como se tiene que amar: sin freno, sin condiciones. La única forma de amar es con un contrato en blanco, no hay cláusulas cuando amas a alguien. Es incondicional, sino no sería amor, esto de firmar papeles antes de una boda nunca lo he entendido, sé que es práctico, pero no lo comprendo. Y no sólo estoy hablando del amor a un amante, es igual hacía a los amigos o la familia.

-¿A qué, o a quién, tiene miedo?

-Tengo miedo a la mala salud, a la enfermedad, a la muerte, al dolor, al daño. A qué todo esto les pase a los míos o a mí, más de que les pase a ellos. A esta edad ya he vivido el desamor, el sufrimiento del desamor, las traiciones, pero nunca te acostumbres al daño, a la enfermedad, de la gente a la que quieres. Y eso que yo he tenido mucha suerte.

-«Pensaba en lo mucho que te quería y no te lo podía decir». Esta frase que le dice Tambu a su padre es maravillosa.

-Tiene que ver con la comunicación, con la importancia de la palabra. Nos convertimos en seres humanos completos cuando tenemos capacidad para comunicarnos, cuando podemos expresar y hacer llegar a los demás lo que sentimos. Esa frase es irreal, pero tiene que ver con esto.

-¿Por qué al deseo, al goce, lo relacionamos siempre con la culpa?

-En mi caso por la religión, cuando era niño tenía muy presente a Dios, era un niño muy religioso y me daba mucho miedo eso. Ahora, sin embargo, no, no relaciono el gozar con la culpa.

-¿Es más importante el primer amor o el ultimo?

El último siempre es el más valioso y el más importante. Pero, el primero es el descubrimiento, el momento en el que descubres que amas y que te aman, es una sensación brutal. Y, yo creo, que el último amor consiste en seguir buscando el primero.

-¿Veremos una continuación a la historia de Tambu?

-No lo tengo en la cabeza, pero, a lo mejor, dentro de un tiempo sí. Me produce tanta curiosidad a mí como a los lectores. Ahora imposible, pero, quizá dentro de unos años

-¿Se siente más cómodo como periodista o escritor?

Como periodista, soy más yo. Yo soy periodista de una forma natural, mi yo es periodístico puro

-Ha abierto un Instagram (@malaherba_) junto su pareja que goza de un gran éxito. ¿Qué tal como ‘Instagramer’?

-Me lo paso muy bien. Me divierte porque puedo escribir cosas que no escribo en ninguna otra parte, hago una especie de pequeños diarios, es una excusa para escribir. Eso sí, las fotos las lleva mejor ella, porque yo coloco cualquier cosa, a mí lo que me gusta es escribir.