La lenta agonía del millar de cabinas telefónicas que ya nadie utiliza

Rebeca Cordobés / R. S. REDACCIÓN / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

ANGEL MANSO

En Galicia continúan operativos 959 teléfonos públicos, desde los que no se realiza, de media, ni una llamada diaria

02 sep 2019 . Actualizado a las 10:06 h.

Hace tiempo que las cabinas telefónicas quedaron reducidas a elementos inertes del paisaje urbano. Las constantes y cada vez más rápidas innovaciones tecnológicas han dejado atrás un icono de otra época, anterior al WhastApp e incluso a los obsoletos SMS. En España llegaron a contarse 65.000 teléfonos públicos a finales de los noventa, justo antes del bum de los móviles. Ahora solo quedan 15.450, según los últimos datos aportado por Telefónica. En Galicia la situación es similar. La única diferencia es que a las 842 cabinas de la antigua compañía pública se suman otras 117 de R. En total, en la comunidad sobreviven 959 cabinas que ya casi nadie utiliza.

«Levamos un tempo desinstalando estas infraestruturas porque a recadación que se deriva das cabinas é mínima, e a na metade delas non hai recadación mensual. E desde as que si se realizan chamadas poden facerse unha media de 5 ao mes», informan desde R. «O perfil do usuario na actualidade é o dunha persoa estranxeira con tarxeta prepago», explican. Una función que ya cumplen los locutorios. Ante esta realidad, la compañía gallega mantiene 85 teléfonos públicos en A Coruña, 8 en Lugo, 10 en Ourense y 14 en Pontevedra.

Basta con pararse frente a una de estas estructuras y observar durante unos minutos. Por poner un ejemplo, en la calle Barcelona, una de las más transitadas de A Coruña, quedan tres cabinas, todas de Telefónica. En su día hubo cuatro, pero uno de los terminales fue arrancado en algún momento, víctima de un acto vandálico. Nadie parece reparar en el hueco, ahora lienzo para grafitis, donde antaño los vecinos hacían uso del teléfono público. En realidad, ningún transeúnte se fija las viejas cabinas, aunque la calle se encuentra en pleno apogeo. Decenas de personas pasan a un lado y al otro de estos elementos abandonados sin siquiera mirar hacia ellos. Tras media hora frente a una de estas estructuras, solo un hombre repara en su existencia: está a punto de chocar contra ella porque, irónicamente, caminaba mirando el móvil.

El auge del uso de estos dispositivos es la principal causa del abandono de las cabinas, apuntan desde Telefónica. La compañía tiene la obligación, como principal operador, de mantener el servicio público, aunque reconocen que «la escasa demanda por parte de los usuarios ha encarecido los costes». Los datos que maneja la compañía señalan que en España se realizan 0,37 llamadas diarias por cada teléfono público, una cifra que no deja de descender: en agosto del 2018 el promedio era de 1,15.

Como parte de sus exigencias legales, Telefónica mantiene 337 cabinas en A Coruña, 130 en Lugo, 89 en Ourense y 286 en Pontevedra. Sin embargo, dejaron de utilizarse para llamar para convertirse en una especie de momias de las telecomunicaciones con funciones tan variopintas como la de tablón de anuncios, refugio para la lluvia, lienzo para reivindicaciones políticas o vía de financiación para quien, con suerte, encuentra el dinero que algún despistado se deja olvidado. De hecho, la siguiente persona en reparar en la existencia de las cabinas de la calle Barcelona es un hombre mayor que se para a leer un cartel que publicita un viaje a Viana do Castelo. Al rato, un joven se acerca a otra cabina, esta vez para colgar un panfleto sobre cursos de mecánica.

Las cabinas parecen abocadas a la extinción, igual que sucedió con las teleoperadoras, que hoy solo tienen cabida en las series de época como Las chicas del cable. Curiosamente, la producción de Netflix, protagonizada por las trabajadoras de Telefónica, recoge la instalación de los teléfonos públicos en 1928. El primero se situó en el parque del Retiro de Madrid.