«Sempre fun desesperadamente boa»

xiana r. olivares PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ramón Leiro

La política cambió la forma en la que María Pierres veía la cosas, aunque asegura mantenerse fiel a sus ideas y a sí misma

21 jul 2019 . Actualizado a las 20:38 h.

María Pierres (Pontevedra, 1976) es más que «la hija de Pierres» (José Manuel), el que fue el primer alcalde de la democracia de Marín, un hombre de admiración generalizada. Mucho más. Así lo reivindica ella y así lo demuestra su trayectoria profesional y sus méritos cosechados a lo largo de estos años. Diputada autonómica desde el inicio de la presente legislatura, en 2016, es una de las pocas que no ha abandonado su campo de estudio, la arquitectura, que compatibiliza con su actividad en el Colexio de Arquitectos y en el espacio de coworking que ella misma fundó en la ciudad.

Autoexigente hasta el exceso, lleva la responsabilidad como marca de nacimiento. «En quinto ou sexto de EXB pasei unha semana enteira sen durmir», recuerda, cuando le confesó a su padre su gran preocupación. «Sempre me estaba dicindo que tiña que ser a mellor da clase, e eu dicíalle que ás veces non o era», a lo que él respondió -probablemente con una culpabilidad inmensa por la presión que le había generado a su hija sin saberlo- que solo quería que se esforzase para dar lo mejor de sí misma, aunque eso significara ser «a segunda ou a quinta». Una vez liberada de esa carga, dice entre risas, su vida mejoró considerablemente, aunque jamás dio problemas: «sempre fun desesperadamente boa».

Su mayor referente es precisamente su padre. «Penso sempre nel, non o podo evitar», asegura, «de non ter esa experiencia previa, creo que non tería acabado na política». Para la diputada, su padre fue todo un ejemplo de la política más cercana, ya que «levábame con el a falar cos veciños». Pero ese modo de vida escondía otra realidad menos idílica: «botaba moito en falta a súa presenza na casa». Cuando Pierres padre volvió a presentarse a la alcaldía siendo ella adolescente, recuerda que una compañera se mostraba emocionada. «Pois para min é unha desgraza», le contestó ella entonces. Su mayor anhelo era pasar desapercibida y, sobre todo, dejar de ser la «filla de».

Con 18 años se afilió al PSOE en Pontevedra, coincidiendo con la época en que empezaba la universidad. «Agora a miña mente tornou máis á política e estou sempre dándolle voltas a como poden mellorar as cousas», explica Pierres, que asegura ver, en ese sentido, una relación entre ambos sectores. «No campo da vivenda teño moito contacto coas familias, que adoitan conformarse coa cidade e os dereitos que teñen», observa, «así podo amosarlles que as nosas metas sempre están máis baixas do que deberían, e que o que acontece noutros lados é posible aquí».

Por su parte, el escaño la abordó sin previo aviso. «Foi a raíz dunha proposta para entrar nas listas autonómicas», cuenta, en lo que derivó en un proceso convulso que tuvieron que resolver desde Ferraz. «Entrei inconscientemente», reconoce, «aceptei pensando que o meu nome non se mantería e logo todo sucedeu moi rápido». Embarazada de siete meses, soplando cuarenta velas y con su propia boda de por medio, entró en el Parlamento de forma inesperada.

Colaboracionismo por bandera

Con el colaboracionismo por bandera, Pierres asegura que una sociedad individualista no tiene futuro. «Xeramos nenos competitivos no mal sentido, que consideran que o éxito está neles, sen contar coa importancia do equipo», denuncia. La falta de comunicación contribuye a reforzar una lacra que se traslada al ámbito político. «Parece que hai unha especie de impedimento a entendernos entre grupos», lamenta, «establecemos barreiras pouco sanas, oxalá nos comunicaramos máis». Son defectos derivados de una escuela política que viene de lejos y de la que ella reniega. «Non me sinto cómoda cos procedementos internos dos partidos», afirma, «custa moito entender que as afinidades non importan tanto como as capacidades».

Recibir la beca de la Caja de Arquitectos en 2001 le abrió un mundo de oportunidades. «Podo presumir de ter cumpridos bastantes soños na miña vida», y ese fue uno de ellos. Los demás tienen que ver «co amor, o mundo laboral e a política». Antes de fallecer, su padre le dijo que había nacido con una varita mágica que le tocaba para que todo le saliera bien. Y le creyó, tanto como cree en el destino. Cuando regresó a la ciudad con las manos vacías le dieron una plaza en el Colexio de Arquitectos, donde luego entró a formar parte de la directiva. Hoy se autoimpone nuevos retos, pero cree que «a felicidade é o día a día». Ahora persigue metas mientras -con permiso del azar o de la fortuna- se construye una escalera al éxito con sus propias manos.