Del bebé esqueleto a los mejores tesoros de oro

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CLAUDIA GÓMEZ

El edificio Sarmiento del Museo de Pontevedra guarda grandes joyas de la Prehistoria. Todo ello en un inmueble lleno de encanto que merece una visita con niños, puesto que hay cosas para ver, tocar y sentir

17 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Ocurre con algunos museos que, antes de hablar de su contenido, sí o sí hay que ir al continente. Porque los sitios donde están son mágicos por sí solos. Es el caso del edificio Sarmiento, uno de los inmuebles del Museo de Pontevedra. Es una construcción barroca que en su día fue colegio de los Jesuitas. Cuando se expulsó de España a la orden religiosa, el edificio fue cambiando de usos; desde ser una fábrica de tejidos a formar parte del hospicio. Fuese lo que fuese, no perdió el porte. Tampoco lo hizo con la restauración del año 2013, que le metió la luz dentro al edificio y realzó su majestuosa escalinata de 1722. Solo por ver el claustro y poder imaginarse cómo sería aquel colegio Jesuita merece la pena entrar. Pero hay más. Vaya si hay más. Hasta siete tesoros guarda en su interior. Tesoros, sí, en el sentido literal, de oro aluvial del que se sacaba de los ríos en la Prehistoria o de plata. Además, hay esqueletos, la cerámica más antigua de Sargadelos o un bifaz de 450.000 años antes de Cristo. Todo se puede ver y sentir. Mucho se puede oír. Y algo se puede tocar también.

El museo, con paneles, audios y pantallas táctiles, casi se explica por sí solo. Pero que nadie se engañe. Nada mejor que recorrerlo con un guía -hay visitas guiadas a diario y gratuitas-. Entonces, cuando aparece el tesoro de Caldas -casi quince kilos de oro macizo en lo que supone la colección de joyas de la Prehistoria más importante de Europa-, el visitante sabrá que los jornaleros que en su día lo encontraron bajo tierra no dieron parte directamente a las autoridades. Cuando la Guardia Civil tomó cartas en el asunto algunas piezas ya habían desaparecido.

Con la incógnita aún en el cuerpo de qué habrá pasado con esas joyas caldenses, uno se topa con otro gran tesoro, el de Foxados, de la época castrexa. Verlo es un regalo para la vista. Pero poder colgarse un torque -aunque sea una reproducción- al cuello y hacerse una foto... ¿Quién se resiste a eso? «A los niños les encanta... se lo ponen, se hacen fotos», indica la guía. En realidad, no solo el torque se puede tocar. Hay también reproducciones de herramientas de distintas épocas, con su explicación correspondiente sobre cómo se hicieron.

Un hombre enfermo de huesos

Antes de subir a la segunda planta, hay varias paradas obligadas más. Una de ellas es en la sala donde se exponen dos esqueletos que tienen unos 1.700 años de antigüedad. Son dos de los 85 esqueletos que aparecieron en las excavaciones del castro de A Lanzada y fue precisamente por estar en un territorio pegado al mar por lo que los huesos se conservaron tan bien. Están los restos de un bebé de entre uno y dos años y los de un adulto del que incluso se sabe que padecía una enfermedad en los huesos, tal y como relatan los guías, que muestran también el ajuar o las lápidas que acompañaban los enterramientos en la época.

Es difícil dejar la primera planta del museo. Pero hay que hacerlo para descubrir el segundo piso, que es un obsequio para la sensibilidad de cualquiera. Ahí está la enorme colección de cerámica oriental y pintura cedida por Sánchez Mesas y Fernández de Tejada. Uno no puede dejar de imaginar cómo sería el matrimonio que donó semejante colección. Por suerte, dos retratos de ellos presiden su enorme legado.

Completa la sala el mundo Sargadelos. Es una visita irrenunciable para comprobar que antes de la cerámica azul y blanca icónica de la marca hubo bastante más. El Museo guarda colecciones de esta firma que requieren estar bien atento para no perderse, por ejemplo, a una mujer ordeñando vacas dibujada en una compotera. Con Sargadelos acaba el viaje. O no. Porque el edificio Sarmiento da para mil visitas.

Cuánto Gratuito.

Visitas guiadas Hay dos diarias, salvo el domingo, que solamente es a las 12.00.