En la Misión Biológica han descubierto que de las pepitas de las uvas salen unos óleos con grandes propiedades y variadas aplicaciones, en la cocina o en la cosmética

M. Alfonso

«España es el país con más superficie de viñedo y eso significa que es el mayor productor de residuos, tanto en viticultura como en elaboración», explica la investigadora Carmen Martínez, de la Misión Biológica de Galicia. Ese fue uno de los motivos que llevó a su equipo a realizar una investigación para saber si de todos esos restos se podría sacar algo provechoso. Estaban convencidos de que, en su interior, las pepitas de las uvas, la piel o incluso la madera del racimo escondían propiedades muy beneficiosas. «Sabíamos que podían tener componentes de interés para la cosmética y para el sector de la farmacia», afirma. Todo parece indicar que los primeros resultados les han dado la razón. En este centro llevan ya un tiempo convirtiendo las pepitas de la uva en un rico aceite, con muchas propiedades en la cosmética, y los raspones y la madera en un biocarbón que podría tener múltiples usos, entre ellos, contribuir al control de las enfermedades del viñedo.

Hace ya diez años que comenzó esta investigación en la Misión Biológica. Martínez explica que partieron de la base de que en Pontevedra se produce mucho vino blanco, «y sus residuos son muchos más ricos en compuestos que los del tinto». ¿Por qué? Por la sencilla razón de que en el proceso de elaboración de los tintos, el bagazo fermenta con el mosto y muchos de esos compuestos beneficiosos se los queda el vino. En los blancos, en cambio, eso no se hace, con lo que todas esas sustancias beneficiosa se van, literalmente, a la basura. Así que los investigadores decidieron buscar la manera de aprovechar esos residuos y el valor que esconden en su interior.

Ramón Leiro

Uno de los primeros trabajos se centró en la madera de la poda. En colaboración con el Instituto Nacional del Carbón de Asturias se trabajó en la elaboración de biocarbones. «Pueden tener múltiples aplicaciones de alta tecnología. Son muy porosos y atrapan los nutrientes del suelo», cuenta. Para lograr este producto, someten los restos de madera a un proceso de pirólisis, a 500 grados centígrados. Dependiendo de sus características, cada uno de ellos puede tener múltiples aplicaciones. Algo que todavía se está investigando «porque cuesta conseguir financiación», asegura Martínez.

Ramón Leiro

Más avanzada está la investigación con las pepitas de las uvas. Esta se puso en marcha gracias a un proyecto con Bodegas Terras Gauda. Después, los científicos de la Misión Biológica continuaron con la investigación. De estas pepitas han conseguido extraer una serie de aceites. «Son monovarietales, de albariño, de caíño, de loureira... Y son diferentes todos ellos en cuanto a aroma, a composición de ácidos grasos, vitaminas», asegura Martínez. Sostiene que pueden tener interés tanto para el mundo de la cosmética, como para el de la alimentación. El aceite se extrae mediante presión, en frío. «Con diez kilos de semillas hacemos medio litro de aceite», explica, lo que significa que no son nada baratos, aunque estén elaborados a base de las pepitas de las uvas, que es un residuo. Separarlas del resto del bagazo es el proceso más laborioso. Después, se secan y se prensan para extraer el aceite. La científica argumenta que se producen variaciones en estos óleos en función de la variedad de uva, pero también por el terreno donde se cultiva o por las características del viñedo. Actualmente, están ya trabajando con una pequeña empresa, a la que venden todo el aceite que producen en la Misión Biológica para fines cosméticos. Y destacan los compuestos beneficiosos que incluye este nuevo producto. Además, «son muy aromáticos. El del albariño no tanto, pero ese es el más rico en compuestos beneficiosos», sostiene. Aunque por ahora solo se está explotando su uso en el sector de la farmacia, Martínez destaca que estos aceites de semillas de uva podrían utilizarse también con fines domésticos. Para cocinar o, por ejemplo, para aliñar una ensalada.