«En el 2012 acogimos al primer niño y llevamos ya trece. Si conoces sus historias no dices que no»

m.hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Capotillo

Ha criado a sus dos hijas  y ha abierto las puertas de su casa a niños que necesitan un hogar de acogida de forma temporal

08 abr 2019 . Actualizado a las 15:45 h.

La palabra madraza, que el diccionario define como una madre entregada al cuidado de sus hijos y cariñosa con ellos, adquiere un significado más inmenso cuando se conoce a personas como Nieves Rodríguez, vecina de Pontevedra. Es una madraza con todas las letras. Lo es porque ha criado a sus dos hijas -ahora ya en la adolescencia- enseñándoles que son afortunadas por tener la familia que tienen y demostrándoles que no hay nada que dé tantas alegrías en la vida como ser solidario. Y lo es porque, junto a su marido, decidió abrir las puertas de su casa a niños que necesitan un hogar de acogida de forma temporal. Lo cuenta con sonrisa y mientras le prepara un biberón al último menor de esa lista, que lleva unos meses con ellos: «En el 2012 acogimos al primer niño y llevamos ya trece. Si conoces sus historias no dices que no, no eres capaz, al menos yo no», indica.

Nieves todavía recuerda el escalofrío que sintió en el cuerpo cuando, tras la pertinente formación, la llamaron por primera vez de Cruz Roja para acoger a un niño. «Nosotros pusimos que preferíamos bebés porque nos daba un poco más de miedo que fuesen mayores y no se acostumbrasen. Pero nos llamaron para que viniese un niño de dos años y no pudimos decir que no». Reconoce que fue duro y que les marcó la experiencia. Pero salió bien.

Dos hermanos juntos

Nieves, que regenta un pequeño negocio, siguió abriendo la puerta a niños. Algunos se quedaron días, otros meses y alguno estuvo más de un año. Por su casa pasaron, por ejemplo, dos hermanos juntos, con la revolución que eso supuso para sus hijas, que aceptaron compartir habitación. Hace unos meses llegó un recién nacido, que es el que está ahora con ellos. El bebé sonríe cuando escucha la voz de Nieves. Ella lo coge y responde a la eterna pregunta: «¿Si temo a sufrir cuando se vaya? No se trata de pensar en mí, sino en el niño».

Nieves ha visto marcharse a niños de su casa para volver con sus padres biológicos y también ha visto a otros irse con familias adoptivas. De algunos ha vuelto a saber y de otros no. Se queda con la evolución que les vio cuando los tuvo con ella: «Se adaptan muy bien y te devuelven con creces el cariño que les das», dice.