«Poner en palabras emociones que no entendemos nos ayuda»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

CAPOTILLO

Luis Rojas-Marcos aboga por incluir en la enseñanza los ingredientes de la resiliencia

07 abr 2019 . Actualizado a las 18:06 h.

Luis Rojas-Marcos (Sevilla, 1943) ofreció este jueves una conferencia en la Escola de Forestais del campus de Pontevedra. El psiquiatra, investigador y profesor español nacionalizado estadounidense participó en el ciclo Diálogos de educación, organizado por el Centro de Formación e Recursos (CFR) del profesorado con motivo de su 25 aniversario.

-«Somos lo que hablamos. El poder terapéutico de hablar y hablarnos» fue el título de su charla. ¿Cómo está la salud de la sociedad en ese sentido?

-La sociedad española está bien, aunque depende de cómo midamos el bienestar. Si hablamos de cifras concretas, por ejemplo la esperanza de vida está entre las más altas y en el caso de las mujeres es la tercera. A la hora de hablar está demostrado que la persona extrovertida, que le gusta comunicarse, socializar con otros y busca situaciones positivas, en general vive más. No solo vive más, sino que al comunicar con palabras tu estrés, tu angustia, tu miedo, y al escucharte a ti, aunque no te escuchen otros, esto ayuda a dar un argumento a lo que sientes, una explicación. Por eso solo poner en palabras emociones que siente uno y que a veces no entendemos nos va a ayudar a sentirnos mejor.

-¿Habla de hablar solos?

-No nos enseñan a hablarnos a nosotros mismos. Cuando somos pequeños a los niños se les dice ‘pide las cosas por favor’, ‘da las gracias’, ‘habla con respecto’, pero no les enseñan a que cuando te hables a ti mismo, tengas cinco años o quince, te trates bien. Trátate con respeto, con comprensión, porque el hablarnos a nosotros mismos, sobre todo si lo hacemos en voz alta, está estigmatizado. Se piensa que si uno va hablando solo tiene que estar loco. Y en absoluto. Si uno lo piensa, se habla más con uno mismo que con los demás y nos pasa a todos. Lo que ocurre es que hay esa negación de la sociedad del valor de hablarte a ti mismo.

-¿Echa usted algo en falta en la educación de hoy?

-Llevo aquí tres días nada más, pero el otro día leía en un periódico que en Canarias habían empezado a enseñarle a los niños el tema de las emociones. Creo que este es un paso fundamental, hablo de niños, aunque adolescentes y adultos también. El incluir en el aprendizaje esa enseñanza para que de pequeños entendamos lo que son los sentimientos, lo que supone la relación con otra persona y aprender a cómo nos hablamos a nosotros mismos, en lugar de negarlo, hablar supone transformar ideas y sentimientos en símbolos, palabras en voz baja o alta. Todo lo que podamos hacer por enseñar los ingredientes de la resiliencia, la capacidad que tenemos para superar adversidades, que es lo que te va a ayudar en la vida cuando tienes un momento difícil, pues sabemos que te van a ayudar las relaciones, las personas que tienen funciones ejecutivas, ‘yo puedo hacer algo por salir de aquí, por controlarme, por organizarme’. Todo eso ayuda. Es un gran error el dejar fuera los soliloquios.

-¿Cómo se combate la adicción a las pantallas?

-Eso ha pasado con la tecnología siempre. Yo nací en el año 43 y no había televisión hasta que tuve 13 años y tenía que ir a un sitio para verla. Ya entonces a la televisión se la culpaba de todo, de la violencia, de pornografía, de todo lo malo. Y no es así, la tecnología es fantástica. El poder hablar con alguien que está en Nueva York, sobre todo si es alguien que te interesa, es fantástico. Se ve cuando hay un desastre o una situación difícil. El problema es el mal uso y en la vida hay que diversificar. Si el niño le dedica a las redes sociales y al teléfono tanto tiempo que interfiere con su descanso, con los estudios, con salir, con hablar cara a cara, con comer... entonces es un problema. Antes la televisión era el telecanguro, los padres dejaban a los niños con la tele y les robaban la oportunidad de jugar, de leer... Lo de ahora es lo mismo y hay que intervenir, pero no es la mayoría de los jóvenes.

-Su campo es el de la salud mental. ¿Estos enfermos siguen siendo los olvidados del sistema?

-A mí me ayuda ver cómo ha evolucionado a mejor, aunque hace falta más, indudablemente. Hace menos de dos siglos no había enfermos mentales, eran los endemoniados, loco viene de localizar, había que apartarlos en los manicomios. La psiquiatría es una especialidad joven y es más fácil dar recursos para el corazón. Y luego está el estigma del enfermo mental, que sigue hoy y que también ha marcado a los que trabajábamos con ellos.