El «primo» del último pirata atlántico

PONTEVEDRA CIUDAD

MARCOS MÍGUEZ

Pulpiño Viascón, apodo de Marcos Aboal, reivindica su parentesco con el corsario Benito Soto

31 mar 2019 . Actualizado a las 08:59 h.

«Mi madre dice: ‘¡Pero si te pareces a él!’ Solo hay un dibujo suyo que le hicieron cuando estaba siendo juzgado. Mira: las entradas, la frente alta...». Marcos Aboal Vázquez, conocido como Pulpiño Viascón, muestra la única imagen de Benito Soto Aboal (Pontevedra, 1805-Gibraltar, 1830) y la compara con la suya. Fue su padre, Gonzalo Julián Aboal Núñez, quien, de jubilado, empezó a investigar el parentesco «porque Aboal no hay muchos». A través de varios libros sobre Soto y otra documentación encontró el entronque familiar que Pulpiño resume llamándole «primo» al considerado como el último pirata atlántico.

«Revisando papeles di con la carpeta que guardó sobre Benito Soto, uno de los últimos piratas españoles, y uno de los pocos nuestros que se hicieron famosos bajo la bandera negra. Un pájaro de cuenta cuya dramática historia terminó en tanguillos de Cádiz». Esto escribía Arturo Pérez Reverte en El Semanal, en enero de hace tres años. Ahí contaba como en 1823 la tripulación del bergantín brasileño El defensor de Pedro, barco negrero, se amotinó y «su segundo contramaestre, un pontevedrés de veinte años llamado Benito Soto Aboal -desertor de la matrícula de mar española a los dieciocho-, fue elegido comandante. Al bergantín se le cambió el nombre por el de Burla negra, y en poco tiempo consiguió una siniestra reputación».

Pulpiño, un alma anarquista, ironiza: «Nadie más reivindicó que era de la familia, están todos callados porque con los que se cargó igual te viene algún descendiente a reclamar...». Y es que a Benito Soto, nacido en el barrio pontevedrés de A Moureira, se le atribuye la muerte de 75 personas. Pulpiño mira su lado bueno: «Por lo menos a los negros los liberó». Recuerda que el nombre del barco pirata sería el mismo del colectivo surgido tras el siniestro del Prestige. También evoca como su padre fue incluso a ver la casa donde había nacido Benito Soto, el séptimo de 14 hermanos, «porque dicen que estuvo en Pontevedra con su barco, que le ayudó su tío José Aboal, que debe ser del que venimos nosotros, y descargó allí un tesoro. Pero mi padre no lo encontró», bromea.

Expertos como Alberto Fortes, autor del libro Navegantes, corsarios y piratas. Rías baixas, documentan una escala del pirata en A Coruña, en 1828, donde uno de sus hombres se hizo pasar por el capitán para vender parte de la mercancía que traían. De aquí se fueron a Cádiz, donde encallaron «y uno de los que había escapado de ellos los reconoció», relata Pulpiño, siendo ahorcados diez tripulantes. Aunque Benito Soto huyó a Gibraltar, sería detenido, juzgado y ejecutado el 25 de enero de 1930.

Pasados los años, en 1904, durante unas obras apareció el barco encallado y numerosas monedas acuñadas en México. Los gaditanos se lanzaron a la playa y llegaron a recoger 1.500 y, escribía Reverte, «así se hicieron famosos ‘aquellos duros antiguos / que tanto en Cai / dieron que hablá’, que en los carnavales del año siguiente inmortalizaría un personaje local, el Tío de la Tiza, con su peña Los Anticuarios». También Pulpiño, «con Miguelón a la guitarra», ha grabado en la playa del Orzán esas coplas.

Xurxo Souto le ha escrito la historia de Benito Soto para que él la cuente en un espectáculo, pendiente de estreno. Y Pulpiño ha compuesto una canción sobre «Benito Soto Aboal, de profesión pirata profesional...».

El serrucho musical llama a las sirenas

«Empecé con Os Verjalludos que era una banda de gaita, guitarra y acordeón que hacíamos rock pailán. Creo que fue la primera banda que metió gaita en el rock aquí en Galicia». Este fue el inicio musical de Pulpiño Viascón [lugar de Cotobade, en Pontevedra]. «Éramos unos críos, anarquistas, antisistema» y cuando el gaiteiro se fue a Alemania «Xurxo Souto me dijo si quería tocar la batería en Os Diplomáticos que era, y sigue siendo, mi grupo favorito». Después «me enamoré de una tía que se fue a Londres y me fui detrás de ella como un canciño.... Luego me fui a O Jarbanzo Negro, que estuvimos casi 10 años rulando por Alemania, haciendo circo en Suiza, en Italia, en Francia y acabamos en Barcelona». Sería en Suiza donde, casualmente, descubrió el serrucho musical, un instrumento aquí sorprendente, pero allí habitual y con el que tiene divertidas historias, sobre todo al llegar a los aeropuertos. Ahora lo usa en La Musicleta, un espectáculo infantil con Fernando Pujalte en el que invoca la presencia de las sirenas... con el serrucho.