Un amor con flores que nació en San Valentín y que sobrevive a la muerte

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

maria hermida

Tal día como ayer se le declaró el que luego fue su marido; setenta años después, ya viuda, le lleva rosas el 14 de febrero

15 feb 2019 . Actualizado a las 20:48 h.

A María, lo de las mariposas en el estómago, el enamoramiento y esas cosas le parecen «parvadas». Ella, a sus 87 años, dice que nunca sintió tal cosa. O sí, que no se acuerda bien. Lo que tiene claro es que sí tuvo y tiene, aunque ahora sea un poco más difícil todo, un amor de los de verdad; de los que no se acaban con la muerte. Lo contaba ayer desde el cementerio de San Mauro, al que llegó con unas rosas rojas en la mano, unas flores que parecían más de un 14 de febrero que de un jarrón de camposanto. Contaba entonces que ella le pone flores cada quince días a su gran amor, a su marido Sergio, que murió hace casi cinco años, pero que las de ayer eran especiales. ¿Por qué? «Pois, home, é que tal día como hoxe o meu home, que daquela non era nada meu, nin mozo nin nada, chegoume pola porta e díxome que era San Valentín e que el estaba namorado... e aí empezou a cousa».

Efectivamente, su historia de amor arrancó un día de San Valentín de los años 50 en Ribadavia, de donde ambos eran naturales. Dice que Sergio ya había hecho la mili y que, por él, se hubiesen casado casi de forma inmediata. «Pero eu tiña 17 anos cando el veu polo San Valentín e eu quixen esperar. Ata os 24 non nos casamos. Antes nada...», explica. Tras el enlace, hubo un momento en el que él le propuso mudarse a Pontevedra, empezar en la urbe del Lérez una vida juntos y labrarse un porvenir. «Eu ao primeiro non quería. Tiña medo ata a ir as tendas en Ribadavia canto máis para vir para Pontevedra, pero ao final viñemos», explica. Nunca más se marcharon ya. Compartieron muchas décadas de vida y, al preguntarle cómo era su día a día, a María le caen las lágrimas de emoción: «¿Como eran? Marabillosos. El non podía ser mellor comigo. Non sabía o que facer para que eu estivera sempre ben. Era como se tivera unha boneca e a quixera coidar todo o tempo. Non me podo imaxinar un home mellor», cuenta esta mujer.

Hace cinco años Sergio falleció. Y María, aunque se siente arropada por su familia -tuvieron un hijo y tiene también un nieto-, dice que este último lustro le ha parecido «unha eternidade». Cuenta que es un poco terca y que, pese a la insistencia de la familia, desde que falta su compañero no quiere celebraciones. Cada quince días se deja caer por San Mauro, renueva las flores y reza. Se le pregunta si yendo al cementerio lo siente más cerca, y responde con contundencia: «El está sempre comigo. Non me sae de aquí nin de aquí», dice llevándose la mano a la cabeza y al corazón.