La pontevedresa destila en su segundo disco largo, producido por Javier Abreu, la elegante y delicada esencia de un pop atemporal y fascinante
01 feb 2019 . Actualizado a las 11:37 h.El adiós al Sayers y la asunción de su apellido real da fe de hasta qué punto Sortilegios supone un punto de inflexión en la trayectoria de la cantante, compositora y otrora también actriz pontevedresa. «Dar el paso a cantar en castellano y mantener un apellido artístico en inglés resultaba absurdo», confiesa.
Pero no es la cuestión semántica ni la idiomática la principal novedad que aporta el segundo disco largo de Cora, ahora Velasco. Sortilegios se adentra con serena pero firme decisión en el colorista paisaje que se intuía tras la ventana que había abierto su anterior epé Sandoval, 4. Y lo hace a través de siete canciones (más un bonus track en la edición física) que destilan la esencia de aquel pop elegante de los 80, del que se reconoce cautiva. «La música de aquellos años tiene algo que no tiene ninguna otra».
Claro que nada, ni de lejos, tiene que ver la música de Cora Velasco con el revival. Ni siquiera con el más reciente fenómeno que aupó hace algunos años a no pocas cantautoras femeninas. «Me encantaba Russian Red, pero creo que no me parezco en nada a ella. Ni espero que a nadie», comenta.
Puestos a situar referencias, apunta, nos enfrentamos a la sempiterna y poética emoción del «alpinista de los sueños», Antonio Vega, a quien dedica La delicadeza; a la contenida vehemencia de Pj Harvey o al delicado encanto de Cass McCombs. A todos ellos habría que añadir la abrumadora personalidad de Esclarecidos, el grupo de los 80 que quizá más merezca una actual reivindicación, y del que Cora versiona Arponera. Una imponente versión que ya ha recibido los parabienes públicos de Cristina Lliso, la inolvidable vocalista del grupo.
En Sortilegios, Cora Velasco hace alarde de una variedad de registros armónicos y vocales que hasta ahora desconocíamos. Incluso dentro de una misma canción, como es el caso de la que abre el disco, Algo provisional. A ello desde luego no es ajena la intervención del productor Javier Abreu. Reconoce Cora Velasco que «Javier no es solo el productor del disco, es el productor de un proyecto global». Un proyecto que nació, a modo de revelación, tras telonear a Jorge Drexler. «Al acabar aquel concierto tuve claro qué era lo que quería hacer. Hoy tengo la sensación de que todo lo que hice antes fue un camino para llegar hasta aquí».
Hasta qué punto la labor de producción determina este disco queda patente en Se extiende mi brazo, una canción que también estaba en Sandoval, 4. «No, no parecen la misma canción», reconoce Cora.
Pero no es Sortilegios, para nada, un disco sobreproducido. Las canciones se sostienen en una tan brillante como eficaz arquitectura musical y lírica bajo la que se teje un manto de sutiles ornamentos -un Hammond aquí, unos matices de cuerdas allá-, que para nada alteran su verdad esencial.
«Esto ya no es algo provisional», apunta Cora Velasco parafraseando el estribillo de su canción. «Ya no puedo volver atrás. Ya no me imagino otra cosa». ¿Ni siquiera retomar la carrera de actriz? «Al no trabajar he perdido mucha seguridad. Pero haber ido a estudiar teatro a Madrid hizo que descubriera la música, por lo que siempre le estaré agradecida». Nosotros también.
PONTEVEDRA TEATRO PRINCIPAL viernes, 21.00 11,60 euros