«Hay que atender la diversidad, pero no hay recursos reales»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

Ramón Leiro

Asistió como ponente a una jornada organizada por Manaia sobre el acceso al mercado laboral

03 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Coro Jiménez (San Sebastián, 1957) abrió este viernes en Pontevedra una jornada formativa sobre la incorporación al mundo laboral de las personas jóvenes adoptadas y acogidas. La secretaria de la Asociación de Familias para la Ayuda a la Adopción en el Mundo (Afamundi), de Cantabria, considera que la clave para superar muchas dificultades está en la educación en las primeras etapas de la vida.

-Usted tiene dos hijos adoptados. ¿Cuáles son las inquietudes de la familia cuando se hacen mayores?

-El resumen es que ahora tenemos a nuestros con hijos 18-20 años ya, mayores de edad, que han pasado por la escuela, normalmente con dificultades, a veces tienen problemas de relación, con lo que no se entienden bien con otros niños, se integran con dificultad y no hay muchos recursos para afrontar la situación.

-¿La escuela es la clave?

-La escuela es un tema que para todos los padres adoptivos es recurrente. Aunque se trata de atender la diversidad lo cierto es que no hay recursos reales para atenderla. Hay cambios de colegios, no cuadran bien con los estudios. En el caso de los que vienen de fuera el idioma siempre es un hándicap... al final el fracaso escolar en nuestro sector es relativamente alto.

-Sufre el niño y sufren los padres adoptivos...

-La dificultad viene por ahí porque al final son chicos que se encuentran con que no han conseguido ni una mínima formación, muchos no acaban la ESO o la acaban y pasan a hacer un módulo que no resulta, cambian a otro, es una romería por las diferentes etapas educativas que al final acaba en fracaso. Entonces dicen, ‘prefiero trabajar’, pero en qué. El mundo laboral está como está y para personas que tienen dificultades de socialización es especialmente difícil. A veces son chicos que tienen una autoestima muy baja y lo tienen complicado para trabajar.

-¿Qué piden las familias?

-Siempre que se pueda actuar en las primeras etapas de la vida es bueno. El problema con nuestros hijos es que en esas etapas ha habido problemas muy serios que los marcan de por vida. Son niños que han podido sufrir desde maltrato, falta de socialización por estar recluidos en orfanatos... Crecen con una mochila añadida al resto de niños. Para superar eso pedimos ayuda desde la escuela. Nuestra esperanza siempre es que les toque un buen maestro que los sepa llevar, que tenga mano para poco a poco saber integrarlos en la clase... Es la mayor bendición que podemos tener. Pero porque alguien se responsabiliza voluntariamente de esto, no porque haya medios suficientes. Cuando esto está resuelto todo va mucho mejor y consiguen salir adelante. Al final lo que tienes en casa es un nini, porque es en lo que se convierten, ni tienen formación, ni preparación para el mercado laboral y además han sufrido tantos fracasos continuos que les da miedo embarcarse en cualquier cosa nueva.

-¿Hay diferencia entre adoptados nacionales o extranjeros?

-Da exactamente igual. De hecho no tienen que saber si son de aquí o no. El problema no es ese, es que tienen poca capacidad de socialización y les cuesta integrarse en una empresa y trabajar en grupo o individualmente. El hecho de estar sometidos a una disciplina de cualquier tipo les cuesta. Hay casos en el País Vasco de empleo protegido, es decir, hay personas con dificultades en algún sentido a las que se apoya, como si fuera una persona con necesidades especiales o algún tipo de deficiencia. Se tiene consideración hacia su comportamiento y si un día se enfada con el jefe y se va pues se tiene en cuenta. Eso es lo que también pedimos, que haya algún tipo de consideración hacia el comportamiento disruptivo o errático de nuestros hijos porque eso tiene una causa consustancial a su naturaleza, por desgracia. Esto no se da en todos los casos de personas adoptadas, pero sí pasa y de ese agujero es muy difícil salir sin ayuda. Yo tengo a mi hijo particularmente, pero en la asociación hay un grupo de niños mayores y ninguno trabaja.

-¿Las familias se sienten olvidados por las Administraciones públicas?

-Sí, absolutamente. Se considera que el hecho de dar una familia a esos niños ha normalizado su situación y ya está. Tenemos que encargarnos de absolutamente todo, que así lo hacemos porque son nuestros hijos y queremos como cualquier padre, pero aquí ya nos encontramos con una barrera que es la integración en la sociedad. Llegada la edad tienen que poder trabajar para normalizar la vida.