Dos campeones de uniforme

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

Piragüismo Óscar Graña y Diego Romero, oro en C-2 en el Mundial de maratón de Portugal, compaginan sus carreras de policía nacional y zapador del Ejército con el deporte de élite

13 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Óscar Graña y Diego Romero solo piensan en descansar. Ahora es lo que toca, aunque sea un verbo difícil de conjugar en su agenda. El pasado domingo recogieron la medalla de oro en C-2 en el Mundial de maratón de Portugal y ayer ya estaban fichando en sus puestos de trabajo. El descanso del guerrero se tercia corto en el caso de estos campeones de uniforme. Graña llegaba a la sala de piragüismo del Centro Galego de Tecnificación Deportiva de Pontevedra con el uniforme de trabajo, en su caso el de subinspector de policía en la Comisaría de Pontevedra, mientras su compañero de canoa, Diego Romero, es zapador del Ejército español y está destinado en la Brilat desde el pasado mes de enero. Ambos compaginan la vida profesional con el deporte de élite, una mezcla compleja que en su caso obliga a sacrificar la vida personal casi hasta el extremo. «Hago lo justo, llegó a casa y poco más, yo veía a mis hermanos cuando éramos jóvenes y ellos salían por ahí y yo iba a entrenar los domingos, ahora trabajo, descanso y entreno», explica Graña, que reconoce que ganar el oro hace olvidar todo ese sobreesfuerzo. Y él sabe de lo que habla, a sus 41 años, lleva ya 23 medallas en competiciones internacionales y su cuarto campeonato del mundo, aunque esta vez lo ha logrado con Diego Romero, su nueva pareja de canoa.

La retirada este año de Ramón Ferro dejó a Óscar Graña una dura decisión, o decía adiós al piragüismo o encontraba un compañero de fatigas a la altura de sus aspiraciones. «La única garantía para tener opciones de medalla era Diego», explica el palista pontevedrés. Después de tantos títulos a sus espaldas no barajaba la posibilidad de ir a campeonatos solo a participar. Si seguía, era para ganar. El último triunfo tuvo un sabor especial. «Es reconfortante conseguirlo cinco años después», confiesa.

El oro en el Europeo le dio pistas de que el Mundial era asequible. Lejos todavía de la compenetración que tenía con Ferro, forman un buen tándem. Óscar aporta experiencia y Diego, velocidad. «Es un poco cabra local», bromea Graña sobre el ímpetu del militar. «Me aportó aire fresco, ves que en un par de tirones te pones por delante, que dominas la regata y el resto te tienen que seguirte», confiesa el pontevedrés, mientras Romero asegura que Graña tiene una experiencia que supone un plus decisivo en la competición. «De él aprendí estrategia, cuando salimos en la última vuelta, vi que podíamos, habíamos descolgado a los checos en el porteo», resume el zapador de la Brilat, que reconoce que si no estuviese en el Ejercito sería difícil poder compaginar pasión y profesión.

Además de entrenar en el agua y el gimnasio para el Mundial, con la Brilat también tienen sesiones de adiestramiento propias del puesto. «Cuando me destinaron a Pontevedra pasé unos meses haciéndome al puesto, recuerdo que llegaba arrastrado cuando bajaba al río», indica. Le hicieron falta un par de meses para saber que sí podía competir en maratón. Acostumbrado a pista, la velocidad es su punto fuerte y débil al mismo tiempo. Es una ventaja para competir, pero ha tenido que aprender a templar. Graña ejerce un poco de padre deportivo, se llevan 14 años y esa diferencia se duplica cuando se convierte en experiencia.

El futuro, en el aire

No quieren hablar de su futuro como pareja. Recalcan que el único objetivo es descansar. No piensan ni en entrenar. Su única obligación ahora es el trabajo. «Hace cuatro días que estábamos en Portugal», recalcan los dos sobre el futuro más inminente. Es más, desde el domingo ni se ven. Uno está en Pontevedra y el otro en Boiro. Quieren recuperarse del esfuerzo y de la tensión que genera haber entrenado cerca de tres horas diarias mientras trabajaban. «Esto que hago sería imposible de conseguir sin la agrupación deportiva del cuerpo nacional de policía, que es la que me permite compaginar el trabajo diario con entrenamientos y competiciones. Entrenamos según la semana de carga y las libranzas de Diego», explica Graña. El deporte de élite no da para vivir, en su caso es solo una pasión que da títulos y reconocimiento, pero para sobrevivir tienen que enfundarse el uniforme de campeones.