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Morante de la Puebla y Alejandro Talavante salieron a hombros del coso pontevedrés
13 ago 2018 . Actualizado a las 05:05 h.Sin toros no hay corrida. Y, ayer, en la plaza pontevedresa, tal y como decían voces autorizadas en la materia, «toros buenos no hubo muchos». Se salvó el quinto y un poco el sexto, señalaban. Pero a los demás astados de la ganadería D.Daniel Ruiz les faltaba fuerza y brío. Tanto es así que se caían a la arena y uno de ellos parecía encaminado a ser devuelto, aunque al final se siguió adelante. En cuanto a los matadores, Morante de la Puebla y Alejandro Talavante cumplieron el expediente y salieron por la puerta grande. Pero no puede decirse que hiciesen faenas descomunales, aunque hubo una sonora pitada y bronca al presidente por su racanería con Talavante, al que el público premió con una segunda vuelta al ruedo entre aplausos.
La tarde empezó con Morante. Le tocó un toro flojo (Duque, 455 kilos) y el diestro ofreció un toreo al natural sin demasiado empaque. La estocada fue buena y la cosa terminó en una oreja. Tampoco se pidió más. Morante se pudo lucir algo más con el cuarto (Artesano, 480 kilos), donde estuvo mejor con la muleta que con el capote. Hizo algunos pases que levantaron olés, pero daba la impresión de que la única pretensión era asegurar la segunda oreja. Mató bien y se llevó un apéndice, acompañado de flores que le brindó el público en su vuelta al ruedo.
El segundo de la tarde fue para Talavante. Le tocó un toro muy noble (Asistente 470 kilos), al que únicamente se le pudo poner un par de banderillas, con las que ya se cayó. Fue una faena cómoda. Toreó con la derecha y dio una estocada fulminante. El presidente le dio una oreja y la plaza pidió la segunda. No hubo manera, y la pitada fue bien evidente. La historia se repitió con el quinto (Rebujino, 500 kilos), el mejor astado de la corrida. Los banderilleros tuvieron una actuación mediocre. Y la faena mejoró con la muleta. Toreó con ambas manos y, aunque no llegó a clavar del todo la estocada, esta fue muy acertada y, a la postre, fulminante. Nuevamente, el presidente le brindó una oreja. Pero el tendido pedía más. Vaya si pedía. Pitos, gritos, bronca... pero no hubo manera. El recién estrenado presidente se enrocó ahí y Talavante tuvo que conformarse con el caluroso reconocimiento desde la grada.
El tercero del cartel era Cayetano. Con el capote recibió al toro de rodillas, y la cosa prometía. Pero el primero en fallar fue el astado (Lechón, 460 kilos), que se cayó sobre la arena en infinitas ocasiones. En una de ellas, cuando la cuadrilla le tuvo que ayudar a erguirse, desde el tendido se pidió que lo devolviese. No fue así. Siguió la faena pero, si con la muleta Cayetano no hizo ninguna proeza, lo que ocurrió con la espada fue un auténtico desastre. Cuatro pinchazos y un descabello para matar a un toro que no levantaba cabeza. Silencio absoluto para el matador de histórico apellido.
Ya con el sexto, cambiaron un poco las cosas. El astado (Calabres, 435 kilos) era mucho más agresivo y difícil de torear. Tanto es así que el diestro sufrió un revolcón. Levantó algunos olés con la muleta y, esta vez sí, acertó con la estocada. Quizás fue esta suerte final la que le proporcionó la oreja con la que se marchó de Pontevedra. Mientras, Morante de la Puebla y Alejandro Talavante salieron en hombros de la última corrida de la feria de A Peregrina.
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