Agosto, «un mes malísimo si eres pobre»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

ramon leiro

Algunos recursos para indigentes echan el cierre estos días. El comedor social de San Francisco, que sigue activo, es la salvación

05 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquier mes del año es malo para ser pobre. Pero agosto resulta especialmente pésimo. Es cierto que tiene sus cosas buenas, como el hecho de que las temperaturas son altas y dormir a la intemperie se hace más llevadero que en invierno. Igualmente, las fiestas y el turismo son sinónimos de empleos, que a veces cambian la vida a personas en riesgo de exclusión social. Pero la parte negativa es que en este mes, en estos treinta días fetiche para coger vacaciones, algunos recursos para indigentes de Pontevedra echan el cierre, así que quienes viven de la caridad han de urdir soluciones. Afortunadamente, uno de sus grandes apoyos, el comedor de San Francisco, sigue operativo. ¿No coge vacaciones? Su responsable, el padre Gonzalo, ni siquiera se lo plantea: «Si cerramos, en la ciudad se pasa hambre. Solamente no damos comida los festivos religiosos porque tenemos que atender nuestra iglesia. Pero el resto del año aquí no se niega la comida a nadie. Mientras tengamos salud, así seguiremos», apunta.

Nada mejor que cruzar la puerta del comedor de San Francisco en Pontevedra a la una de la tarde para tomar conciencia de lo que es vivir de la caridad en un mes como agosto. La visita se hace un día de la semana cualquiera, en plena ola de calor, y de la cocina salen disparadas bandejas y más bandejas de ensalada de pasta con piña. En el primer turno únicamente sobraron seis asientos. El padre Gonzalo calcula que en las dos tantas darán de comer a unas 110 personas, una cifra similar a la que manejan en el invierno. No hace falta preguntar mucho para que salten a la vista las diferencias con los otros meses del año. «Yo no me quejo porque estas personas bastante hacen, pero el resto del año está abierto el albergue de Calor y Café y ahí puedes cenar. Ahora tienes que llevar, si sobra, un táper con lo del mediodía si quieres tomar algo a la noche. También cierra el centro de Cáritas en el que por la tarde te dan café, galletas o algo de merendar», dice un hombre alto, que duerme a la intemperie en la zona de Pasarón. «¿Si te sobra me das para la noche? Acuérdate de que no tenemos la cena», pregunta otra persona a la educadora social mientras le muestra un táper vacío y ella le ofrece bocata, yogur y fruta. Una joven, a su lado, cuenta que el cierre de Calor y Café «comprensible porque tienen que descansar y limpiar», no solo influye en el asunto de las cenas. «Ese es el único albergue para mujeres que hay en Pontevedra porque al de Monte Porreiro solo pueden ir hombres y al cerrar... pues tienes que buscarte la vida. En mi caso estuve buscando pensiones para un día, porque el dinero no me alcanzaba para más... la verdad es que sí, agosto es un mes malísimo si eres pobre, aunque el resto del año no estás mucho mejor».

Las fiestas gastronómicas

El padre Gonzalo es consciente de que los recursos escasean en agosto. E indica que lo único que pueden hacer es seguir como siempre: dando comidas sin pedir papeles y repartiendo bocatas para hacer más llevaderas las tardes y las noches. Habla también de cómo está la despensa en el verano. «Tiramos hacia delante, sobre todo, gracias a los supermercados. Mercadona y Froiz nos están donando muchas cosas y menos mal que lo hacen porque en verano las aportaciones de particulares van a menos... lo normal es que se incentiven en Navidad, pero en estos meses cuesta más», dice. A ese respecto, lanza un mensaje a quienes organizan fiestas gastronómicas o cualquier tipo de cita lúdica: «Si sobra comida o sobran bocadillos nosotros los agradecemos. Con tal de que permanezcan en buen estado a nosotros nos sirven para repartirlos. Otros años recibimos donaciones de fiestas y nos vinieron muy bien».

Pronuncia estas palabras el cura mientras el segundo turno de comensales va cogiendo asiento en el comedor social. Apenas quedan unos sitios libres. En una silla permanece un hombre extranjero. Una voluntaria -en el comedor hay tanto tres personas contratadas como un buen número de voluntarios- echa en falta a su mujer, y le pregunta qué ha pasado. Él responde: «No se encontraba bien, así que no pudo venir. Guardaré mi segundo plato para llevárselo a ella», indica. Ella le replica: «Si tienes un táper te traigo yo más para ella, come tú lo que quieras». Él saca el táper, sonríe y se emociona.

«Dormíamos en una tienda de campaña y hasta nos han robado los hierros»

En el comedor de San Francisco saben que, a menudo, quienes entran por la puerta no solo necesitan comida. Personas como Esther, la educadora social, son perfectamente conscientes de que muchos comensales, además, precisan ser escuchados. Por eso se para a hablar con cada uno y por eso casi todos se despiden de ella con sonrisa. Es el caso de María, una mujer de Marín que le cuenta a la educadora que las cosas han ido a peor, y que ahora mismo está en la calle. María, aunque con timidez, pronto cuenta una historia dura: «Hace un año tenía casa y coche y de repente me veo sin nada. La vida me está enseñando que al igual que estás arriba también puedes estar abajo». Explica que lleva unos meses sin domicilio fijo y que, hoy por hoy, pernocta al ras: «Dormíamos en una tienda de campaña y hasta nos han robado los hierros en la zona de A Barca. Nos quedamos sin nada, y en la calle, aunque sea verano, hace frío», remacha.