Pontevedra, una ría de leyenda

Marcos Gago Otero
marcos gago PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

MONICA IRAGO

Un mar lleno de naufragios, surcado por piratas como Drake y origen de un rico folclore popular

15 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Una familia de Seixo, en Marín, remonta sus orígenes a una truculenta historia de piratas, sangre y fuego. Según contaban estos vecinos, que a su vez lo oyeron de sus mayores, sus antepasados eran dos hermanos que iban en un barco atacado por los piratas un aciago día en la ría de Pontevedra, varios siglos atrás. Los asaltantes se cobraron su presa y lanzaron al mar a los pobres tripulantes con piernas y brazos atados. Solo dos lograron ser arrastrados por las olas vivos a tierra y allí, en la playa, los vecinos se apiadaron de ellos, los sacaron y trataron como si hubiesen nacido allí. Esta es una de las muchas leyendas, historias y relatos de la ría de Pontevedra, un rico folclore que se va desvaneciendo como la niebla que a veces oculta Ons y Tambo de la vista de los vecinos de las localidades costeras.

La ría de Pontevedra es rica en tradiciones, leyendas e historias. Algunas son comunes a otros lugares de Galicia. En Portocelo, en Marín, los vecinos de A Banda do Río creían que había un pueblo hundido. A mediados del siglo XX, en lo que se denominó «la marea del siglo», los vecinos acudieron en gran número en bajamar para poder ver las casas. No vieron nada, claro está, pero en esta ocasión, la leyenda tiene un sustrato histórico. Los arqueólogos saben que en Portocelo hubo un asentamiento romano, pero no se sabe qué era exactamente porque fue destruido. José Area, vecino de ese barrio marinense y fallecido hace años, relataba que cuando se construyó la carretera del vial de playas, en Portocelo los obreros encontraron numerosos restos cerámicos, que los trabajadores atribuyeron a la loza de aquel pueblo engullido por las aguas. Lo que no deshizo la leyenda ni el mito se lo tragó la modernidad y actualmente no se puede precisar mucho sobre qué hubo en este entorno litoral.

Drake es un nombre que ponía lo pelos de punta a los gallegos del siglo XVI por su fama de sanguinario pirata. Atacó la ría en 1589 y saqueó, por ejemplo, la isla de Tambo. Los marinenses, aterrados ante la flota inglesa, se llevaron las imágenes de sus iglesias a la relativa seguridad del pazo de Cadro, en San Tomé, hoy en ruinas por la desidia de la Administración competente.

El pirata británico no solo se paseó por Tambo, también lo hizo por Sanxenxo. Quizás a la capital turística le faltaba la Madama como amuleto protector. Lo cierto es que en el siglo XVI Sanxenxo era una naciente villa, que poseía una bonita iglesia de piedra con retablos pintados en las paredes y donde lucían los escudos de armas de sus familias pudientes. Drake se apoderó de Sanxenxo, la saqueó y según explica el historiador local José Manuel Abel, probablemente hizo del templo un refugio temporal mientras acometía sus correrías. En una de las paredes, los restos de pintura quemada de un retablo presuntamente del siglo XVI, se remontarían a aquella oscura jornada.

Más afortunados fueron los vecinos de Portonovo cuando el 11 de abril de 1622 lograron repeler el ataque de una flota enemiga, procedente de los sultanatos del Magreb o del Imperio Otomano. Cuando los barcos enfilaron Caneliñas los portonoveses deshicieron a los atacantes usando la protección del fuerte de Santa Catalina, situado en la actual plaza de Bellavista.

Tradiciones, leyendas y mitos abundan a ambos lados de la ría, donde sugerentes nombres en los accidentes geográficos revelan un significado simbólico para los pontevedreses antiguos: Pedra do Cabalo, en Beluso; o Buraco do Inferno en Ons, por citar algunos. Dos casos más casi olvidados: una cueva donde se hundió un barco pirata cerca de Mogor y la Pedra da Serpe, cerca de Portocelo, una especie de roca de la fertilidad al estilo de la Pedra de Abalar de Muxía.