Un rincón con mucho encanto que espera nuevas oportunidades

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

C.B.

Es quizá uno de los espacios más bonitos de la Pontevedra monumental, aunque una cosa en residir allí y otra callejear

08 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La Praza da Pedreira y su entorno es una zona de contrastes. Para el turista y el no residente es desde luego uno de los entornos con más encanto de la ciudad de Pontevedra. La tranquilidad en una mañana cualquiera se deja sentir. Se oye el piar de los pájaros y el silencio apenas se ve alterado por algún coche o furgoneta y por el caminar de los pocos transeúntes que pasan. De camino a la plaza por la calle Gregorio Fernández, una vecina que lleva poco tiempo viviendo en el barrio da alguna clave. «Es un sitio tranquilo y muy céntrico, con buen ambiente y muchos turistas de paso. Lo peor son algunas casas abandonadas que hay en las calles de abajo. Las Administraciones deberían dar más facilidades para rehabilitar. Nosotros para renovar el tejado tuvimos mucho papeleo», dice esta mujer que sale a pasear con un nieto y prefiere no decir su nombre.

Esas calles a las que alude son la Rúa da Pedreira, antiguamente Rúa dos Lagares, y la calle Padre Isla. En esta última contrasta alguna coqueta vivienda reformada con otras que están en ruinas y con las fachadas llenas de pintadas. Lo mismo sucede en la Rúa da Pedreira, donde llama la atención la vegetación que escapa de una finca y se funde con el cableado. Los escasos bajos que hay están cerrados. Por ambas vías se llega a la Praza da Pedreira o de Mugartegui, por el pazo que lleva su nombre. Es una de las más soleadas de la ciudad y quizá de las más desaprovechadas. El pazo lo compró en ruinas el Concello siendo alcalde Juan Luis Pedrosa (PP) y fue rehabilitado ya con Fernández Lores (BNG) como regidor. El Ayuntamiento gastó 225 millones de pesetas en aquella operación, 72 en la compra del edificio y cerca de 152 en su recuperación. El proyecto de rehabilitación corrió a cargo del arquitecto Jesús Fole, que apostó por la convivencia de la piedra y la madera.

El pazo iba a ser un museo etnográfico, pero nunca llegó a tener ese uso. Hoy alberga la sede del consello regulador de la denominación de origen Rías Baixas y también se usa para recepciones y otros actos festivos por parte del Concello. Construido entre los siglos XVII y XVIII, el edificio destaca en el centro de esa plaza. Lástima que el entorno no esté todo lo cuidado que merece, con pintadas en las paredes de otras casas y unos contenedores de basura bajo el arco que da acceso por César Boente.

El edificio contiguo al pazo está en venta. Al menos eso se dice en los carteles de dos inmobiliarias que cuelgan de las ventanas. En una confirman que los primeros se vendieron hace unos dos meses, y que solo queda el ático. El precio de la compra es un secreto que no puede desvelar. También en la plaza se alquila un bajo de 54 metros cuadrados. Pero se especifica que no para bar. En ese teléfono cuentan que el bar que cerró hace unos años y que no cumple la normativa por altura y ventilación: «Si no es para hostelería, todo lo demás es complicarse».