De machacar canastas a sofocar fuegos

C. Pereiro PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

El estadounidense es ahora bombero en su país natal y ha aparcado su carrera como profesional

08 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Garfield Blair (Orlando, Florida, 1987) llegó al Peixe a principios del 2014. Era el recambio necesario para mantener al club con vida tras la salida de Albert Homs. Renovó y se quedó la siguiente temporada. De ascendencia jamaicana, el escolta se hacía querer. Buenos números, buen promedio, buen trato. Un tipo de sonrisa contagiosa, la misma que transmite al verlo de nuevo pasear por Pontevedra. Su metro noventa y pico de estatura le sirve ahora para salvar vidas como bombero en la ciudad de Orlando. Eso sí, no ha dejado de lado el deporte de su vida.

Después de su aventura gallega, el americano recaló en el Amics Castelló, club en el que a la postre jugaría sus últimos partidos como profesional. Sabía que el reloj jugaba en su contra. Se hacía mayor, y pese a haber cumplido el sueño de vivir haciendo lo que más le gustaba, la idea de volver a casa ya se antojaba inevitable. Aquí, en Pontevedra, conoció a su actual pareja, que hizo las maletas junto a él para instalarse en Florida. Además de ese amor, también se llevó buenos recuerdos de su paso por estas tierras.

Del Peixe solo guarda buenos momentos. Lo define como a un equipo competitivo, al que ha seguido tras su marcha. Sabe los problemas que atravesó y conoce su imbatibilidad en EBA -cosa que, por otro lado, no le sorprende- , también señala el nivel superior a la liga que tenían los jugadores. Él sigue jugando al baloncesto, pero sin federaciones de por medio. Hace tiempo un hombre se le acercó en el gimnasio. Lo vio en forma, fuerte. Le preguntó que qué hacía, que cómo estaba siempre haciendo ejercicio. Él, risueño, le comentó que estaba de vacaciones, que era jugador profesional en España. Tras ello, aquel anónimo estadounidense le comentó que era bombero y que quizás debería plantearse seguir el mismo camino. Para convencerlo definitivamente, el bombero estadounidense lo invitó a su estación, para que viera cómo trabajaban. A su vuelta al hogar natal, el exjugador del Peixe estudió y preparó el temario correspondiente para poder engrosas las filas de una de las estaciones de bomberos de su ciudad.

Cambió la adrenalina de la cancha por la de salvar vidas. Explica que es una de las pocas maneras de compensar ese subidón anímico que le provocaba saltar a la pista. Ahora en vez de la bocina suena la alarma del departamento, y él acude al rescate. «No me gustaría trabajar haciendo lo mismo todos los días, no podría, por eso también escogí este camino», señala abiertamente.

«Cuando recibes una llamada tu corazón empieza a ir muy rápido. Nunca en baloncesto me latiera tan veloz», ríe. ¿Por qué su regreso a la Boa Vila? El tener una novia gallega también requiere de ciertos compromisos, y en esta ocasión tocaba visitar a la familia pontevedresa y ya de paso aprovechar para dar un paseo por la ciudad de Pontevedra.

El estadounidense no se ha despedido del baloncesto del todo. Trata de buscarse sus huecos para entrar a canasta y matar. No se le ha olvidado y lo demuestra en Campolongo. Siempre con una sonrisa, eso sí.