Las sillas «encadenadas» regresan al muro de Silgar

Marcos Gago Otero
m. gago SANXENXO / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

MARCOS GAGO

18 may 2018 . Actualizado a las 05:10 h.

Siéntense en una terraza, o sencillamente párese en cualquier punto de acceso a Silgar en hora de entrada o salida de la playa. Verá entonces, y no una sino muchas veces, a bañistas portando su silla y sus bolsas de playa de camino o de regreso del arenal más famoso de la ría de Pontevedra. Es un ritual que se repite una y otra vez. En la playa hay tumbonas ya colocadas, pero son de pago, así que aquellos que quieren tostarse al sol o pasar el rato sin tener la toalla sobre la arena, se llevan el asiento desde casa y la recogen al acabar la jornada de asueto.

Ahora bien, si usted se pasea estos días por Silgar y mira, como quien no quiere la cosa, debajo de las rampas de madera de acceso a la playa, se encontrará con que no todos los usuarios se llevan sus sillas a casa. Hay quienes consideran que es mucho más cómodo dejarlas en el propio arenal. A fin de cuentas, ¿qué mejor lugar para tenerlas y evitarse el cansino transporte de las pesadas sillas a lo largo de las calles de la capital turística?

Ahí debajo, más o menos ocultas a la vista por los postes de madera de la rampa, el espacio de amparo que ofrece el muro de Silgar es irresistible para guardar el asiento. Claro está que no se puede hacer de cualquier forma, que si uno no toma las debidas protecciones, se lo acabará cogiendo otro. Así que un año más se ha reinstaurado la práctica de dejarlas allí, con sus cadenas y un candado, como si de una bicicleta se tratase. Vamos, que el alcalde, Telmo Martín, ya puede ir preparando una párking de sillas, en vez de motos, coches o bicis Y los hay, además, que no las colocan de cualquier forma y dejan la silla recogida en una bolsa que colocan más disimulada entre las piezas de madera.

Por ahora aún no empezó la temporada alta, porque solo se trata de un puente, así que hay pocas sillas recogidas allí. En el verano del 2015, la cuestión fue tan escandalosa que la concejala de Medio Ambiente del cuatripartito, la socialista Coral González-Haba, tomó medidas drásticas. Ordenó retirarlas todas y que los dueños las fuesen a coger a un almacén municipal, para regocijo de unos y ácidas críticas de otros.