Calor de hogar en un centro que costó sudor y lágrimas abrir

María Hermida
MARÍA HERMIDA PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

maria hermida

Una ducha, un café, un hombro, asesoría legal o distintos talleres. Todo ello se ofrece en las nuevas instalaciones

16 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Los lugares los hacen las personas que habitan en ellos. Por eso hay sitios que, recién estrenados, ya están llenos de calor de hogar. Algo así pasa con el centro que, no sin sudor y lágrimas -entre otras cosas, hubo oposición vecinal-, el colectivo Rexurdir, de ayuda a los drogodependientes, logró abrir en la calle Cruceiro. Todo es nuevo allí, el horno de la cocina todavía con los plásticos puestos, las paredes recién pintadas, los despachos inmaculados... sin embargo, parece que lleva abierto toda la vida. ¿Por qué? Porque uno llega y allí está Sara, voluntaria de Rexurdir, que es una de estas personas que conjugan a diario el verbo ayudar. Sara es sonrisa, es amabilidad y es la hospitalidad hecha persona. Ella no lo cuenta, ella no habla de sí misma ni de sus logros. Pero alguien chiva que Sara, esa misma que de forma altruista sirve café o da consejos a quienes viven en la calle o tienen problemas con las drogas, incluso se lleva la ropa de estas personas a lavar y coser a casa.

Nadie mejor que Sara para enseñar ese centro en el que a media mañana, pese a que hay varios usuarios utilizándolo, está prácticamente en silencio y paz. Enseña ella orgullosa la cocina nueva o el salón que tienen para que personas sin hogar o en riesgo de exclusión vean la tele, lean un libro, charlen y se tomen un desayuno o una merienda. Sara abre puertas de despachos y aulas con sonrisa, como si depositase dentro de estas estancias muchas esperanzas. Y antes de finalizar el recorrido por el local se para en los baños: «Al fin tenemos unas duchas, antes no las teníamos. Hay gente que pasa años sin ducharse, es tan necesario tener esto... ojalá todo el mundo se diese cuenta de ello».

Habla así Sara y Manuel, una de las personas que a media mañana ve la tele en el nuevo centro de día de Rexurdir, asiente con la cabeza. Cuenta Manuel que tuvo problemas con el alcohol, que se está rehabilitando y que reside en una vivienda compartida. Tiene una pensión, tiene un techo, pero reconoce que lo que le falta es calor humano. Y por eso acude a Rexurdir: «Aquí estás acompañado, no te sientes solo», dice. Otro usuario, que pasa con más rapidez con las instalaciones, el tiempo justo para que Sara le ponga un café, indica: «Mi problema fueron las drogas... y aún tengo mucho que trabajar para cambiar de vida. No tengo agua caliente ni tampoco mucha comida en casa. Vengo aquí y tomo algo y me ducho para no andar sucio por ahí», cuenta antes de marcharse pitando.

Sara habla con todos en voz baja, casi susurrando, quizás para no romper la calma que impera. Mientras en una sala con ventanal a la calle se ve la tele, en los despachos del centro se trabaja. En uno de ellos está Paula, la abogada, que desde ahí atiende a usuarios de las UAD -unidad de atención al drogodependiente- de Pontevedra, Vilagarcía, O Grove y Portonovo. Trabajan también psicólogas, educadoras sociales, hay un aula con pupitres y caballetes. Unas cuarenta personas al día pasan por Rexurdir. Sara recibe con sonrisa a todos.