«Que nos cambien de sitio, por Deus, que morremos co frío»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

maria hermida

Las obligaron a trasladarse hace unos meses. Ahora venden en una zona sombría por la que, aseguran, «non pasa ninguén»

24 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las verduleras de la urbe pontevedresa -hay algún vendedor pero la mayoría son mujeres- llevaban tiempo ofreciendo sus repollos y demás hortalizas para echar en las huertas en la avenida de Compostela. Pero el año pasado las obligaron a dejar libre la acera y trasladarse unos metros más atrás, justo donde está la estatua de Rosalía de Castro. No se movieron mucho de lugar. Pero, según dicen ellas, su vida ha cambiado «da noite ao día». Indican que el lugar donde están ahora es mucho más sombrío y que pasa menos gente, así que las ventas perdieron fuelle. Aunque se trata de un grupo muy cambiante de vendedores -no hay que pedir permiso al Concello ni pagar tasas para vender, así que es habitual que vayan cambiando las caras-, se pregunte al verdulero o verdulera que se le pregunte, todos dicen más o menos lo mismo que María Jesús Buceta, que exclama: «Que nos cambien de sitio, por Deus, que morremos co frío».

Hay algunos vendedores que son fijos. Es el caso de Esperanza, posiblemente la más entrada en años, que rehúye las preguntas, pero se suma a la petición de cambio de emplazamiento. «A verdade é que aquí estamos moi mal», indica. Tampoco le gusta demasiado el sitio a Benito Otero. Él viene todos los días desde Cambados a vender hortalizas a Pontevedra. Con 37 años, es el alevín del grupo. Cuenta que antaño tuvo otras ocupaciones, pero que hace un tiempo la necesidad le acabó empujando a coger el coche y llenarlo de verduras. A él también le gustaría que les dejasen estar en algún lugar más soleado, pero es consciente de una cuestión: «Non pagamos nada ao Concello, así que tampouco podemos pedir moito, Penso que teremos que conformarnos co que temos».

«Igual sería mellor pagar»

Le escucha María Jesús Buceta y enseguida dice que no con la cabeza, que es cierto que no se paga ningún impuesto municipal pero que, igualmente, se puede entablar diálogo con los responsables locales. Ella misma va a intentar hacerlo. La mujer reflexiona:

«Igual sería mellor pagar unha taxa e que todo isto estivese regulado e controlado. Porque así poderiamos falar tamén do tempa do emprazamento e doutras cousas. Ás veces non pagar non é o mellor».

Ella propone, por ejemplo, que se instalen en el otro lado de la avenida Compostela, delante del aparcamiento disuasorio que está próximo al pabellón de deportes. Pero también está abierta a alternativas.

Otras vendedoras, de Poio o Campañó, que acuden a vender verduras para complementar sus pensiones, echan la vista atrás y recuerdan unos años que, según dicen, fueron dorados: «O mellor foi cando estivemos na praza da Verdura». Mientras tanto, Benito, que trabajó siempre en la construcción hasta que le tocó bregar con el paro y se puso a vender hortalizas, dice: «Calquera sitio vai ser mellor ca este».