Los barcos fruteros que recorren la ruta de la cocaína, sometidos a vigilancia especial

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

Patrulleras de la Guardia Civil y de Aduanas acompañan a los mercantes hasta su atraque en el puerto

16 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

A principios de mayo del año pasado, la Guardia Civil, junto con la Policía Nacional y Aduanas, abortaron un hasta entonces desconocido sistema de introducción de droga en las Rías Baixas. Un polizón de nacionalidad colombiana, a bordo de un mercante que transportaba contenedores de fruta, tenía intención de arrojar un partida de 62 kilos de cocaína en mitad de la ría para que fuese recogido por un cómplice en un pequeño pesquero, Teresa, y, de este modo, sortear todos los controles del puerto de Marín.

Por entonces, y con los dos sospechosos identificados y detenidos, el comisario Manuel Bouzas Canosa resaltó el éxito del operativo, al tiempo que señaló que esperaba «que le vean las orejas al lobo y cortarlo». Y para el supuesto de que los narcotraficantes no vean las orejas, se puso en marcha un plan «B».

De este modo, la totalidad de los mercantes fruteros que recorren la ruta atlántica de la cocaína son sometidos a una control específico desde que enfilan la bocana de la ría de Pontevedra. Entonces, patrulleras del Servicio Marítimo de la Guardia Civil o de Aduanas, o de ambos cuerpos simultáneamente, se colocan a estribor o babor del buque portacontenedores y lo acompañan hasta que atraca en el puerto.

De este modo, se busca evitar que se repitan situaciones como la ocurrida hace poco menos de un año. Este dispositivo, ya rutinario, se volvió a activar ayer causando perplejidad y preocupación entre los curiosos que observaron la maniobra. A diferencia de otras ocasiones en la que este operativo se realiza en horario nocturno, este miércoles se produjo a plena luz del día, circunstancia que no hizo más que incrementar la expectación.

Las fuentes consultadas, en todo caso, destacaron que, si bien se desconoce en cuántas ocasiones se pudo emplear esta estrategia para introducir cocaína antes de que fuera descubierta y desmantelado, desde que se intensificó este control no se ha tenido constancia de ningún caso más. Precisaron que ambos sospechosos están siendo investigados por la supuesta comisión de un delito contra la salud pública de sustancias que causan grave daño a la salud, previsiblemente, en cantidad de notoria importancia.

Según lo que ha venido trascendiendo, Harbey C. consiguió colarse a bordo del Cap Beatrice, un mercante que portaba contenedores de fruta. El buque había partido del puerto colombiano de Cartagena de Indias y su destino último era la localidad belga de Amberes, si bien antes de alcanzar este punto tenía marcada una primera escala europea en el puerto de Marín.

Es la conocida como ruta atlántica de la cocaína, la misma ruta que emplean los clanes de la droga que, por ejemplo, se decantan por el método del gancho ciego. Esto es, por ocultar los estupefacientes en uno de los contenedores que transporta el barco mezclados entre la mercancía legal y sin que tengan conocimiento alguno de lo que esta ocurriendo ni la empresa transportistas, ni la firma titular del contenedor.

En esta ocasión, la descarga de la partida de estupefacientes se frustró no por casualidad, según confirmó la subdelegada del Gobierno, Ana Ortiz, en su día, sino que fue fruto de una laboriosa investigación: «Llevábamos meses trabajando en ella y con un buen resultado», precisó al respecto.

El polizón fue detenido a bordo del mercante y la droga intervenida. Comenzó entonces una segunda fase de la operación que conllevó el empleo de un señuelo que fue arrojado a las aguas, mientras los agentes aguardaban algún movimiento. Esta espera concluyó con el arresto del sanxenxino Rubén P. tras una persecución por la ría pontevedresa.

Los 62 kilos del 2017 podrían reportar más de 3,5 millones de euros de beneficios

Los cálculos que realizan en el seno de los cuerpos de seguridad apuntan en la dirección de que la partida de 62 kilos de cocaína intervenida en mayo del año pasado fácilmente pudieran reportar más de tres millones y medio de euros de beneficios. No en vano, se estima que el precio medio de un gramo de esta droga -no confundir con la dosis, que suele pesar 0,1 gramos- rondaba en mayo del 2017 los 58 euros, confirmaron fuentes policiales.

El precio de este estupefaciente ha experimentado una reducción del 21 % en lo que llevamos de siglo XXI. Así, los datos recabados por el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías reflejan que en el 2000 se pagaban de media hasta 73,16 euros por un gramo de cocaína, una sustancia que alcanzó su techo en el 2003 cuando por cada gramo el consumidor tenía que abonar 78,52 euros. Desde entonces, y siempre según los datos recopilados en el Informe Europeo sobre Drogas, el precio de esta droga ha ido registrado una tendencia a la baja con puntuales, pero muy ligeros, repuntes en determinados años.

Otras encuentras, como la Global Drog Suvey, sitúa a España, como el país con la cocaína más barata, un puesto que comparte con Bélgica, Portugal y Holanda.