¿Qué hacen Os Amoriños de Bora para ganar tantas veces?

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

cedida

Su historia con los premios empezó fatal. No en vano, en 1998 les robaron el dinero del primer galardón. Ahora son imbatibles

13 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Dicen que la clave de todo lo que triunfa en Galicia está en la buena mesa. Más aquí del telón de grelos todo lo importante se discute comiendo. Y debe ser cierto. Fíjense en el caso de la comparsa Os Amoriños de Bora. Esta agrupación, pase lo que pase, ganen los concursos de carnaval a los que se presentan o los pierdan todos, nieva o haga sol... no se marchan de ningún desfile sin la pertinente cena de rigor todos juntos o, como mínimo, un picoteo bueno. Y así les va: divinamente. Acaban de ganar por segundo año consecutivo el premio en Pontevedra, haciendo doblete porque se adjudicaron también el especial Ravachol. Así que lo de comer resulta.

La historia de Os Amoriños de Bora, en un inicio, es la historia de la familia de José Manuel Corbacho, quien hace 28 años lio a su mujer, su hermano, un tío y un par de parejas más para montar la comparsa. Su hijo Damián tenía entonces cuatro años y ya desfiló tocando la trompeta. Corría 1991. El chaval peina ya los 30 y ahí sigue, fiel a la comparsa, dándole duro a la percusión. Pero hablemos de los premios. Dice Corbacho que los primeros años vieron pasar los galardones de largo. «Non levabamos nada de nada», espeta. Así que es normal que recuerden como si fuese ayer el desfile de 1998, cuando al fin se adjudicaron el primer premio del carnaval pontevedrés. Pena que la cosa acabase, casi, casi en drama.

Resulta que, como mandan los cánones en los Amoriños, tras el desfile se fueron de cena. Pagaron la dolorosa en el restaurante con el dinero del premio, y Corbacho guardó el resto en una riñonera. Ahí es nada. En la noche de fiesta en Pontevedra acabó desapareciendo tanto la riñonera como los billetes contantes y sonantes que les habían dado. Así que se marcharon de vacío para casa. Bueno, de vacío no, apostilla Corbacho: «O importante é que puidemos pagar a cea».

Tras aquel premio robado, empezaron a caer galardones y más galardones. Unos en Pontevedra, otros en Ponte Caldelas, alguno más en Marín... han perdido la cuenta. Pero están orgullosos de que este sea el segundo año consecutivo que se adjudican el carnaval pontevedrés. Pero, por qué no decirlo, les han dolido ver comentarios en las redes sociales criticando que ganen tantas veces. Así que uno de sus fundadores, sin pelos en la lengua, dice: «Aquí non hai trampa nin cartón. Os que falan así deberían estar algún ano no xurado e ver como se fan as cousas. Aquí a única clave é traballo, traballo e traballo... traballamos durante meses e, se temos a sorte de que guste o que facemos, gañamos. E cando non gañamos, pois divertímonos, que é o que nos move».

Al igual que las cenas, hay otras dos cosas clave para entender la charanga. Absolutamente siempre, sea en el sitio que sea, los trajes llevan un corazón, símbolo de la agrupación. Por otro lado, la clave de su éxito, es que los amoriños se contagian de padres a hijos y a nietos. Hay varias sagas familiares tocando y bailando juntas. Así que tienen cuerda para rato.