«La casita la calentamos con la estufa de leña... la eléctrica cuesta mucho»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

maria hermida

Una madre y una viuda cuentan cómo se las apañan en estos días gélidos para no pasar frío sin que la factura se dispare

07 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo cuentan en numerosas ocasiones desde oenegés como Cáritas o Cruz Roja: en Pontevedra persiste la pobreza energética y hay hogares donde no se enciende la calefacción porque no se puede asumir el gasto que supone. No hace falta buscar demasiado en los barrios de la ciudad para poner nombre y cara a eso que cuentan las entidades benéficas. Vayamos hasta la barriada de A Seca, a la zona de viviendas sociales de antigua construcción. Y preguntemos. Las primeras vecinas que aparecen en escena describen la situación de la barriada: «Las casas no tenían calefacción, pero mucha gente sí se la puso. Hay quien la tiene eléctrica y quien la tiene de gas. En mi caso no tengo ninguna, sigo con mi estufa catalítica de toda la vida y me apaño. Lo que no sé es si todo el mundo tiene algo con lo que calentarse, habrá quien sí y habrá quien no», cuenta una mujer que cuida de una niña. Y cuenta bien. Porque, efectivamente, pronto aparece quien señala que, de calefacción, nada de nada.

Una mujer entrada en años cuelga la ropa en un primer piso -porque en A Seca la ropa se sigue colgando al sol en los balcones-. Se llama Consuelo. Y explica que, aunque trabajó duro, no cotizó y, por tanto, no tiene pensión. Tira hacia adelante con la paga de viudedad que, por lo que cuenta, no es como para tirar cohetes. Aún así, está agradecida : «Si no es por mi marido no tengo nada», dice. Consuelo se ríe cuando se le pregunta por la calefacción, y espeta: «¿Calefacción? Algunas casas la tendrán, la mía no, hija, la mía no tiene nada de nada». Explica que para calentar su hogar tiene un pequeño calefactor eléctrico, pero que toca encenderlo las menos horas posibles, aunque el día sea gélido como el de ayer. «Lo pones un poquito y el resto del tiempo no, si no cuando te vine la factura menudo susto te llevas», cuenta Consuelo mientras sigue tendiendo su colada. Quizás tiene ella motivos para quejarse, podría echar pestes con lo cara que resulta la electricidad con respecto a lo que cobra de viudedad, pero Consuelo parece haberse resignado: «Es lo que hay y hay que aguantar», sentencia antes de despedirse.

«Así vamos tirando»

En otra de las callejuelas del barrio unos chavales charlan, precisamente, de lo frío que está el día. Una es una joven, madre de dos niños, que vive en una pequeño inmueble. Cuenta que en su hogar tampoco tienen calefacción eléctrica o de gas como tal: «La casita la calentamos con la estufa de leña... la eléctrica cuesta mucho», dice y muestra, efectivamente, una estufa redonda ubicada en el medio del pasillo. A media mañana de ayer permanecía apagada. ¿Por qué? La mujer lo explicaba: «No la tengo siempre encendida porque si no también consume mucha leña. Caliento la casa, la dejo apagar y cuando hace falta la vuelvo a encender», indicaba. Explicaba también que, afortunadamente, no tiene que comprar la leña, porque su familia tiene alguna propiedad donde se puede cortar. Ella trabaja unas horas al día en casa de una vecina y su pareja tiene empleo en un taller. ¿Le gustaría contar con calefacción de otro tipo? «Hombre, sería más cómodo y más caliente, seguramente, paro así vamos tirando».

Al preguntarle a Cáritas o a Cruz Roja de Pontevedra si estos días, con las temperaturas por los suelos -ayer el termómetro bajó en Pontevedra hasta quedarse en 1 grado-, tuvieron que llevar estufas o mantas a personas con dificultades económicas, indican que de momento no. Sin embargo, señalan que es habitual que atiendan a familias que pasan dificultades para afrontar la factura de la luz siempre y mucho más durante los meses de invierno. A veces, cuando la situación es crítica, se les ayuda con los recibos. Y otras lo que se hace es suministrar estufas de butano para evitar tener que conectar la calefacción eléctrica o de gasoil y pagar más dinero.

«Si no es por mi marido, no tengo nada», dice Consuelo, que vive de la viudedad

«Sería más cómodo tener calefacción eléctrica, pero eso es imposible», señala una joven de A Seca