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«Mi mujer me hizo el favor de mi vida»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

M.MORALEJO

Pablo Campo retomó los estudios con 33 años porque su novia lo apuntó sin saberlo a una academia. Cursó Fisioterapia y acabó el grado con premio extraordinario

28 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Con 20 años, Pablo Campo Prieto no tenía un mal expediente. Pero en ese momento vital no le apetecía demasiado estudiar. Admite que se aburría. Así que dejó las ciencias puras de COU a medias y se puso a trabajar. Encontró un empleo en el sector comercial. En concreto, como dependiente textil en una gran superficie de Vigo. Quienes lo conocen dicen que tiene don de gentes y que era un buen profesional.

De hecho, estuvo catorce años en ese sector. El punto de inflexión a partir del que algo empezó a cambiar fue una lesión de espalda. Siempre había practicado deporte y no sabe si tantas horas de pie le pasaron factura. El caso es que tuvo que cogerse una baja laboral y el médico le dijo que tendría que pasar por el quirófano. «A raíz de eso entré en contacto con la fisioterapia, me gustaba cómo recuperaban a la gente y al final pude evitar esa operación», explica Pablo. Pero la decisión de retomar los estudios con 33 años y que cambiaría su vida se le debe a Noe, su novia entonces y la que hoy es su mujer y madre de su hijo de año y medio. «Sin decirme nada me apuntó en una academia para preparar la prueba de acceso a la universidad para mayores de 25. Yo no lo tenía claro y al principio me cabreé un montón. Estaba obligado a asistir porque no íbamos a tirar el dinero...».

Y de aquellas clases, pero sobre todo de su esfuerzo y empeño personal, llegaría, cuatro años después, el premio extraordinario de fin de grado en Fisioterapia. Un reconocimiento que recogerá este lunes en la Facultade de Ciencias Económicas e Empresariais del campus de Vigo.

Pablo reconoce que el camino no fue fácil, pero apunta que la motivación contrarresta los malos momentos. Cuenta que la prueba de acceso la hizo en Salamanca -obtuvo la segunda mejor nota de más de 300 alumnos- y que solicitó matrícula para Fisioterapia en Castilla y León y Galicia. «Tanto en A Coruña como en Pontevedra pedían una nota muy alta. Al final me aceptaron en las tres, y elegí Pontevedra por proximidad», relata.

Todavía trabajaba como dependiente textil y para poder compaginar la carrera con el empleo pidió una reducción de jornada. Por la semana iba a la facultad mañana y tarde y viernes y sábado vendía ropa. «Fueron más duros esos horarios, que coger los libros de nuevo. El grado me parece una maravilla, me apasionó el temario y eso lo hizo más fácil», subraya. Enseguida hizo piña con un grupo de alumnos con los que compartía coche. «Yo llegué a la facultad con 34 años y ellos tenían 20 o 21. La verdad es que no me sentí mayor».

El primer año en Fisioterapia fue duro, pero logró acabar la titulación con una media cercana al 9. En su expediente, cinco matrículas y once sobresalientes. Las buenas notas eran un incentivo más al estudiar con beca. La pregunta es obvia, ¿estará muy agradecido a su mujer? «Desde luego. Me hizo el gran favor de mi vida. Yo soy de los que tengo claro que detrás de un hombre con éxito siempre hay una mujer que tiene mucho que ver». Pablo no para. A sus 38 años trabaja con pacientes neurológicos en la Asociación Párkinson de Vigo y sigue estudiando. Y deja una sentencia: «Eso de que te ha pasado el tren no es verdad».