Un apeadero casi sin uso pero que hace felices a los niños

María Hermida
MARÍA HERMIDA PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

cedida

Como en la estación ya no dejan pasar sin billete, los padres llevan a los pequeños a la parada universitaria a ver de cerca los trenes

27 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Mario Puentes, que pronto cumplirá una edad tan importante como los cinco años, ayer amaneció pachucho y no pudo ir al colegio de Pontevedra donde estudia. Pero a media mañana ya se encontraba mejor, así que bien podía salir a pasear un poco. Su padre lo llevó a uno de sus sitios favoritos: a ver los trenes. Ustedes pensarán que lo normal sería ir hasta la estación de ferrocarril de Pontevedra. Pero resulta que ahí ya no dejan pasar a los andenes sin billetes, así que no se pueden ver los trenes de cerca, como le gusta a Mario. Ni decirles adiós a los pasajeros y que estos respondan agitando sus brazos. Pero, como a Mario le apasionan los ferrocarriles, sus padres se las apañaron para topar otro sitio de Pontevedra donde se ven bien. ¿Cuál es? El apeadero de la Universidad, que se llama así por llamarse de alguna manera, porque todavía queda a alguna distancia del campus -está en el entorno de Tafisa-. Es esta una parada sin apenas uso, aparentemente tristona y desangelada, pero cuando llega un niño como Mario la felicidad enseguida anida en ella.

El pequeño desembarcó en ella ayer sobre las doce de la mañana. Y enseguida pasaron tres trenes... No se subió ni se bajó nadie. Pero Mario saludó con sonrisa enorme a todos los convoyes. Estaba realmente feliz y contento.

Mario y su familia, que viven en Pasarón, sí cogen de cuando en vez el tren en este apeadero para ir hacia A Coruña. Pero su padre cuenta que hasta a los revisores les llama la atención que se suban en esta parada. ¿Por qué? Porque se trata de un lugar tan recóndito que ni siquiera los universitarios apuestan por él. Prefieren ir hasta la estación. «Yo me moriría de miedo ahí sola», dice una alumna que va y viene en tren de Vigo pero que no utiliza el apeadero en cuestión.

Lo cierto es que la parada universitaria está un poco apartada, aunque hay una vivienda relativamente pegada a ella. Para esperar el tren hay una plataforma donde abrigarse que tiene videovigilancia. Hay carteles que así lo indican y hay cámaras apuntando hacia los andenes. Renfe también disponía allí de dos dispositivos para contactar con algún ser humano en caso de necesidad, pero uno está roto y con las tripas al aire, así que solamente podrían utilizarlo los que van hacia A Coruña. Tampoco parecen funcionar las pantallas digitales que deberían avisar de la llegada de los trenes. El único que se mantiene con vida es un reloj que hay al lado de las pantallitas. La conclusión, en términos generales, es que el lugar está demasiado solo, demasiado vacío... y que quizás tenga razón la alumna que decía que, a determinadas horas, da un poco de miedo llegar hasta él. Por cierto, se accede a pie porque la carretera que lleva hasta ahí muere unos metros atrás. Una vez en el apeadero, uno solo puede esperar sentado si coge el tren hacia A Coruña. En el otro lado no hay asientos... todo parece triste. Menos mal que llegan niños como Mario y le dan vida.