El artista despistado que no se olvida de Pontevedra

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

cedida

Fue a Londres a exponer su pintura y aprovechó para exhibir unas originales fotos de los puentes del Lérez

23 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ocurrió en Ferrol. Fernando Viscasillas, hoy consagrado pintor y profesor de dibujo, afincado en Pontevedra desde hace más de dos décadas, era entonces un chavalote en aquel Ferrol al que hacían rugir unos potentísimos astilleros. Fernando, en su efervescencia juvenil, con toda la vida y la ilusión por delante, se plantó delante de su padre, un señor ingeniero de la Bazán, y le dijo que quería ser artista. Vamos, que quería aprovechar el arte que le corría por las venas desde pequeño -incluso compuso un libro con los dibujos que les hacía a sus compañeros y profesores de colegio- y convertirse en profesor de dibujo o algo así. La conversación, como pueden imaginar, no acabó como Fernando esperaba. Y el chaval terminó dando con sus huesos en la facultad de Derecho. Pero, oh sorpresa, aquel joven de Ferrol, o conocía bien Ghandi o le imitó por pura casualidad, pero el caso es que hizo de la resistencia pacífica su bandera. «Estuve allí varios años aguantando, hasta que se dieron cuenta de que no era lo mío, y me dejaron decidir», cuenta él. Fernando terminó en Tenerife cursando Bellas Artes. Se moría ahí el abogado soñado por su padre y nacía el artista deseado por el hijo. Ahora que ha llovido desde entonces, queda clara una cosa: el chaval no iba desengañado, porque hoy es un artista, además de reconocido, sobradamente feliz.

Fernando superó la carrera, aprobó las oposiciones y, efectivamente, se hizo profesor de dibujo en escuelas de arte, colegios o institutos. Así fue cómo llegó a Pontevedra, donde por gusto se afincó aún cuando todavía daba clases en Ourense. Luego ya consiguió plaza más cerca y lleva años en el CPI de Barrantes (Ribadumia). Fernando siempre tuvo claro que, más allá de su trabajo diario, él era y es un pintor. Así que se dedicó y se dedica a pintar. Y a exponer. Reconoce que enseguida dio el salto internacional y su obra fue viajando a Tokio, Venecia, París... Y sobre todo a Bolonia, ya que mantuvo y mantiene una relación estrecha con esta ciudad.

El por qué de los puentes

El caso es que este verano, por casualidad, como siempre ocurre con las cosas importantes, vio que había una selección de artistas para una exposición singular en Londres, la

Artrooms

, una muestra que se llevó a cabo en el hotel White House Meliá en la que los pintores tomaron las estancias del alojamiento. Se presentó y acabó entre los 70 seleccionados de entre 1.100 aspirantes. Le tocó entonces preparar su expedición londinense.

¿Qué se llevó? Pues, lógicamente, su pintura. De hecho, dentro de ella, eligió cuadros que constituyen un homenaje a su bisabuelo, el compositor Eduardo Viscasillas, amigo de Verdi, autor de 200 obras y miembro de la academia de Bellas Artes de Bolonia. Y se las apañó para colgar unos cuadros tremebundos en la habitación del hotel que le tocó a él como sala expositiva. «Fue un trabajo enorme. Parecía Macgyver intentando meter los cuadros en ella», recordaba ayer con sonrisa, aún desde Londres.

Pero la cosa no quedó ahí. En esa misma exposición se iba a incluir un montaje fotográfico que hacía de puente entre la calle y las obras de los artistas, y que iba a colgarse en el vestíbulo del hotel. A Viscasillas el hecho de que se hablase de ese «puente» le puso las cosas en bandeja. No se lo pensó dos veces. Madrugó un día y se fue a fotografiar los puentes del Lérez, desde el de los Tirantes hasta el de As Correntes pasando por el de O Burgo. Luego, le echó técnica e imaginación e hizo unos fotomontajes que llevó a Londres. No le pudo ir mejor: «La verdad es que llamaron mucho la atención, todo el mundo me preguntaba por Pontevedra, me decían que parecía una ciudad muy cosmopolita. Y yo, por supuesto, expliqué que Pontevedra se había transformado y que era ideal para pasear, para disfrutarla... creo que la vendí bien», señala con sonrisa.

Fernando regresará en breve a la tierra del Lérez. Y seguirá soltando «el veneno de artista» que dice que lleva dentro. Ahora es padre de dos hijas ya mayores y, al preguntarle si él también les dio consejos a la hora de decidir el futuro, señala: «Siempre les digo que hagan lo que la cabeza las pida». Entonces, le cae la pregunta: ¿a él le puede la cabeza o el corazón? Y responde: «En mi caso creo que van unidas. Tengo el corazón en la cabeza... igual es por eso por lo que soy tan despistado. Mis hijas a veces me preguntan si estoy aquí, porque me puedo pasar cinco horas sin hacer nada y sin enterarme de lo que me rodea», indica. En su día a día, cuando ejerce de maestro, le hace una cariñosa venganza a su padre, ya fallecido. Porque si su progenitor intentó que no fuese artista, él intenta todo lo contrario con sus pupilos, y más de uno que no tenía claro el futuro acabó apuntándose a Bellas Artes. Aunque, para ser justos, hay que decir que el padre de Fernando no se murió sin reconocerle lo suyo. Lo recuerda con emoción: «Se fue al casino de Ferrol a contarle a sus amigos que exponía y que me dieran la medalla Lorenzo Medici. Fue muy emotivo», remacha el artista.

Hace años recibió al medalla Lorenzo Medici y su obra hace tiempo que recorre el mundo