La ilusión que llegó en forma de juguete y se quedó toda la vida

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

EMILIO MOLDES

Rostros conocidos recuerdan con emoción su regalo fetiche de Reyes y, gracias a él, vuelven a ser niños

07 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

¡Qué fácil es volver a ser niño! Hagan la prueba hoy, que es día 7 de enero y Sus Majestades de Oriente, tras su apretada agenda de los últimos días, todavía están volviendo en camello hacia su tierra: cierren los ojos, piensen en el juguete más especial que le trajo alguna vez Melchor, Gaspar y Baltasar y vuelvan a sentir lo que sintieron cuando descubrieron aquella bicicleta roja tras el árbol, aquel barco de Playmóvil envuelto en papel de regalo o aquella muñeca de trapo con camisita y canesú... ¿A que vuelven a ser niños? Nosotros hicimos esa misma prueba con algunos rostros conocidos de la comarca de Pontevedra. Y surtió efecto. Todos y cada uno de ellos volvieron a aquel día en el que los Reyes los hicieron ser los niños más afortunados de la faz de la tierra y recordaron aquel regalo que llegó una mañana del 6 de enero pero que se quedó para siempre en su memoria.

Xosé Manuel Fernández Abraldes, alcalde de Barro, no duda ni un solo minuto cuando uno le pregunta por su gran regalo de Reyes. «Por suposto, un xogo de construción, un Exin Castillos. Eu non o pedira, daquela non se pedía nada concreto, polo menos no rural. Traíanche algo e listo. O xogo fora un regalo sorpresa na casa da miña tía... canto xoguei con el», recuerda. Tanto le gustó el juego que, con el paso de los años, acabó comprándole uno idéntico a su hijo. Rebusca entre los trastos viejos y enseguida aparece el Exin Castillos. Fernández Abraldes lo desempolva y reflexiona: «Nacín en 1961, e para min os xoguetes empezarían a finais dos sesenta e principios dos setenta, un ou dous por ano, se había sorte. Ao Exin Castillos saqueille moito rendemento, ao igual que ao Cine Exin, que era da miña irmá pero compartiamolo».

Suerte. Suerte es lo que había que tener no hace tantos años en casas donde los hermanos se contaban a pares para que te tocase jugar con los regalos de los Reyes. Porque en estas familias lo habitual era compartir los entretenimientos. De esa historia saben bastante tanto Tino Lores, presidente de Amigos del Camino Portugués, y Manuel Omil, portavoz de la Policía Local de Pontevedra. Tino cuenta que «lo más de lo más» en su casa, en la que eran siete hermanos, fue la llegada, un frío 6 de enero, de un tren eléctrico a compartir entre toda la prole. Da igual que fuesen más hermanos que vagones, el ferrocarril triunfó. «Siempre me acordaré de él, mucho jugamos con el trenecito», dice Tino Lores desde Londres, donde pasa estas fechas navideñas y donde no duda en acercarse hasta una juguetería de Oxford Street para reencontrarse con un tren de juguetes como el que le hizo tan feliz de pequeño. Manuel Omil tiene varios regalos de Reyes fetiche. Uno, sin duda alguna, fue el Fuerte Comansi, con sus indios y vaqueros. Pero Omil tira de un clásico: «Lo mejor era el balón. Porque cuando tú ibas a jugar el que mandaba era el que tenía el balón. Cuando él quería se marchaba y se acababa el juego», recuerda entre risas Manuel.

El guardián del Geyperman

Pero hay quien no necesitaba ni un balón para sentirse el amo del mundo. Que se lo pregunten al reconocidísimo chef Pepe Vieira. Él no duda ni un solo momento cuando se le pregunta por el regalo que le hizo crecer unos cuantos centímetros un 6 de enero:

«Home, téñoo clarísimo... Un Geyperman. O meu viñera cun coche, cun jeep americano... vamos, unha chulada

», señala. El cocinero estrella Michelin tenía unos cinco o seis años cuando aquel Geyperman con su coche y todo le puso en bandeja ser un niño de acción y aventuras. No tuvo que pedirlo muchas veces. A la primera, Melchor Gaspar y Baltasar dieron cuenta del recado y apareció el muñeco. Detrás de él a casa de Pepe llegó también un Madelman. «Eran tremendos, tremendísimos», insiste él. Pone mucho énfasis en el tremendo. Se emociona y sonríe. No es de extrañar. Ya no es el chef. Ha vuelto a ser un niño.