El humanista que ya es recuerdo vivo

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

JOEL MARTINEZ

Era la frase fetiche de Gonzalo Adrio (1919-208): decía que sin odio y sin rencor siempre se debe mantener la memoria; él está ya en la de la ciudad

02 ene 2018 . Actualizado a las 11:47 h.

No parece casualidad. Ayer, en un día tan especial como primero de año, en esa jornada en la que afloran todos los buenos propósitos, Pontevedra se quedó huérfana de uno de sus grandes humanistas. Murió Gonzalo Adrio Barreiro, un hombre que pensaba y obraba en positivo, y que en su día expresó en voz alta buenos deseos como estos: «Quiero ver un futuro sin temor, un mundo en el que reine la alegría, un mundo sin odio, sin rencor...», le dijo a nuestra compañera Elena Larriba en una entrevista en 2011. Así que no parece casualidad que dijese adiós en una jornada como la de ayer, con 98 años y todo un legado de moralidad tras de sí.

Gonzalo Adrio nació el 1 de octubre de 1919 en la calle de la Oliva. Fue el menor de seis hermanos, todos varones menos Maruja, que se convirtió en su cuidadora cuando falleció la madre de ambos y Gonzalo pasó largos años en el lecho por culpa de una tuberculosis de columna. Desde joven mostró inquietudes políticas y sociales. No en vano, era delegado de una organización estudiantil de izquierdas. Ahí estaba el germen del compromiso que mostró toda su vida con la sociedad. Pero, sin duda, hubo un capítulo de su existencia que le marcó para siempre y que condicionó su forma de ver el mundo. Corría noviembre de 1936 y a su casa acudió un soldado para decirles que acudiesen a despedirse de su hermano José, que iba a ser fusilado. Con una lucidez enorme, Gonzalo Adrio recordó toda su vida aquellas amargas horas. A José mataron el 12 de noviembre de 1936, arrebatándole vida y dignidad; las mismas que Gonzalo se encargó de mantener presentes a lo largo de los años, recordándole tanto a él como a las demás víctimas del franquismo.

La muerte de su hermano cambió muchas cosas para Gonzalo Adrio, incluso su decisión a la hora de elegir estudios. Iba a cursar Historia, pero el fusilamiento lo empujó a hacer Derecho y a luchar por una Justicia justa. Fue un abogado brillante, que en plena dictadura no se amilanaba ante quienes eran jueces y parte. En su primera intervención en la Audiencia, en 1947, hizo un canto a favor de la abolición de la pena de muerte. Fue un atrevimiento. Pero la serenidad de Adrio, el convencimiento con el que habló, hizo que, tal y como él recordó siempre bien, ni el presidente José María Suárez ni el entonces fiscal, Cándido Conde Pumpido, le hiciesen reproches.

   Adrio, que tuvo una larga carrera política, en la que ejerció de líder gallego del antiguo Partido Socialista Popular de Galicia -fue amigo y trabajó en la línea de Tierno Galván-, y llegó a ser diputado y concejal en Pontevedra del PSOE, fue siempre el vivo ejemplo de una lucha por la memoria histórica firme y serena. Y, sobre todo, exenta de revanchismo. Todo al contrario, reivindicó una y otra vez, de palabra o en los libros que escribió, que había que seguir adelante «sin odio, sin rencor, pero con el recuerdo vivo». Esa fue siempre su frase de cabeza y, sobre todo, su actitud ante la vida. Quizás por ello se convirtió en un referente de integridad y honestidad en la ciudad que lo vio nacer, que le concedió su máximo distintivo, el premio Cidade de Pontevedra, en el año 2003. Ayer recordaba este hecho el Concello, que destacaba que Adrio «ten deixado unha pegada imborrable na historia da nosa cidade como exemplo de infatigable defensor das liberdades e dos dereitos democráticos para a presente e as futuras xeracións».

Por su forma de ser, por sembrar siempre amor y concordia pese a tener tantas razones para odiar -decía que el principal fracaso para los fascistas era que no lograron que personas como él los odiasen-, Adrio consiguió, más allá de premios institucionales y de medallas, que también las tuvo, ser, sobre todo, una persona querida en Pontevedra. Fue pregonero de las fiestas, fue homenajeado por numerosos colectivos y fue siempre lazo de unión entre unos y otros. Basta un ejemplo: en el 2009, la que había sido la corporación municipal entre 1987 y 1991, en la época en la que él fue edil, se reunió ante una tarta para que Gonzalo, don Gonzalo, soplase las velas de su noventa cumpleaños. Ayer su llama se apagó. Y Gonzalo Adrio, que un día dijo en este periódico que moriría con la toga puesta, se marchó, quizás, a seguir luchando desde otro lado por un mundo un poco más justo; porque eso fue lo que siempre hizo. Hoy se celebrará una misa por él a las 11.00 horas en la iglesia de San José de Campolongo. Posteriormente, será incinerado.